La revolera

Ferrera, naturalidad y sentimiento

Paco Mora
jueves 13 de julio de 2017

Medido, tranquilo, sin una crispación, el toreo de Ferrera ha rezumado calidad y cadencia, tanto sacando a los toros del caballo toreando por alegrías, como llevándolos con la pañosa con suavidad de seda en una interpretación de puro cante grande.

Decía Picasso que la inspiración te tiene que coger pintando. En el toreo ocurre lo mismo. Y de la inspiración brota el sentimiento. Y a partir de ahí todo es arte y lo demás trabajo, mejor o peor hecho, pero trabajo al fin y al cabo. Y si ese arte está impregnado de naturalidad, temple y armonía, estaremos hablando de Antonio Ferrera en la penúltima de los “sanfermines”, que convierten Pamplona en una Fiesta única en el mundo. El “extremeño de oro” del toreo actual ha sembrado el ruedo pamplonica de torería. Todo lo que ha hecho con capote y muleta en el segundo toro de su lote, ha tenido tal sabor que ha proclamado su faena como la mejor de todo lo que llevamos de este San Fermín de 2017.

Medido, tranquilo, sin una crispación, el toreo de Ferrera ha rezumado calidad y cadencia, tanto sacando a los toros del caballo toreando por alegrías, como llevándolos con la pañosa con suavidad de seda en una interpretación de puro cante grande. Si a mí me dicen hace diez años que vería al torero de Tornay y Ellauri toreando así, no me lo creo ni harto de vino. Lo que demuestra que de toros no entenderán ni las vacas, como decía don Álvaro, pero de toreros; el que se crea profeta es que es más tonto que Abundio, que iba a vendimiar y se llevaba uvas de postre. ¡Qué torero!

Talavante y Marín han trabajado bien, extrayendo de sus adversarios el máximo de lo poco que tenían como material de lucimiento. Ginés Marín apunta con la tizona maneras de auténtico matador de toros, y con las telas se desenvuelve con serenidad y empaque. Hay que seguir viéndolo. Sin echar las campanas al vuelo, pero con mucha atención. Y de Talavante hay que decir, porque es de justicia, que sigue firme en el empeño de buscar la perfección de su personal toreo.

El encierro de Núñez del Cubillo se ha movido, que no es poco, pero ha evidenciado, excepto el cuarto, la tendencia de echar la cara arriba. En fin, la tarde se ha llamado Antonio Ferrera.

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