La página de Manolo Molés

La fama, la gloria, la suerte y la vida

Manolo Molés
domingo 23 de julio de 2017

Duele el adiós abrupto de la muerte en los ruedos. Pero es el recuerdo de la verdad enorme de esta fiesta, incomparable en el juego de la fama, la gloria, la suerte y la vida con ningún otro espectáculo. Los que se van impregnan de un aura de gloria a los que se quedan.

Días de dolor y de orgullo. Dolor porque en menos de un año se han ido dos toreros ejemplares, como toreros y como seres humanos. Víctor era el empuje de la juventud, la ilusión y el ir escalando peldaño a peldaño la empinada cuesta de llegar a lo que llaman figura, o a lo que se entiende también como torero de ferias. Su Linares, su Pozoblanco, su Talavera, su Colmenar le esperaba en Teruel, la ciudad de los amantes. Con Raquel en el tendido. Víctor fue un torero ejemplar, sí, porque se ganaba el siguiente contrato con su esfuerzo y nadie le regaló nada. Lo mismo, o menos todavía, sucedió con Iván. Posiblemente el más luchador, bravo, duro y limpio de los buscadores de la gloria. Iván, celta, vasco, alcarreño, apátrida, libre, sin fronteras, llegó a ser figura, sí figura, apoyándose en su casta y su orgullo y en el hombro de Néstor, el único que se embarcó con Iván en el infierno, en la gloria y en el purgatorio taurino. Iván fue un gran torero. Mejor de lo que le trataron. Su único pecado era que quería, quiso y fue siempre libre. Y fue rey de Madrid y villano en la corte taurina. A nadie le pasaron una factura tan ácida. Nunca un gesto se convirtió en rayo exterminador.

Pero Iván no tiró la toalla, volvió a empezar, disfrutó del triunfo hasta en plazas de tercera; y en su Bilbao, en plena soledad taurina, se marcó una faena de maestro que le sirvió menos de lo que debía. Sólo Francia fue justa con Iván. En Francia las empresas no apoderan (generalmente) y los carteles (mayoritariamente) los “hace” el aficionado. Aquí no. Y Néstor e Iván lo sabían. Yo nunca le volví la cara, disfruté muchas tardes de su orgullo, me gustó mucho que heredara el rincón de Antoñete en Las Ventas (cuando pongáis una placa para recordar a Iván en ese rincón del patio de cuadrillas, poned otra para Chenel, que encima los dos se llevaban bien y compartieron afectos e ingratitudes al cincuenta por ciento). En ese rincón llegaban al acuerdo de que el triunfo y el respeto vale más que la vida y el olvido. Ambos tenían un catecismo similar. Y una historia.

TERUEL RESPONDIÓ PERO NECESITA A LOS JÓVENES PARA TENER FUTURO

Duele el adiós abrupto de la muerte en los ruedos. Pero al tiempo es el recuerdo de la verdad enorme de esta fiesta, incomparable en el juego de la fama, la gloria, la suerte y la vida con ningún otro espectáculo. Por eso los que se van impregnan de un aura de gloria a los que se quedan. Por eso este espectáculo es incomparable, diferente, único, en el dolor y en la alegría.
Y Pamplona, tan brava, sus dirigentes tan honestos, los tres capitanes de la plaza y de la feria, con una gestión ejemplar durante años, justo ante el dolor y la verdad de la Fiesta, al año de la muerte de Víctor Barrio, ni un minuto de silencio. Ya sé que se lo hicieron cuando estaba de cuerpo presente porque coincidía con los sanfermines. Pero este año: cero, olvido, tal vez temor, prudencia mal entendida. Feo, muy feo. Y les tengo aprecio pero se arrugaron o se equivocaron gravemente. No lo esperaba del trío y por primera vez no comparto su fría decisión.

Benlloch me contó la otra cara del respeto, la de Teruel. Allí donde acabó una carrera joven e ilusionada. Teruel respondió y hay que lograr que las peñas vuelvan a la plaza. Aragón es taurina. Ahí está Huesca, con la albahaca; Zaragoza, plaza de primera; y Teruel, que necesita de los jóvenes para tener futuro. Y tienen que volver a la plaza aunque sea con el aliciente de precios muy económicos. Uno, que es de campo, sabe que si no siembras no habrá cosecha.

COLOMBO, UN NOVILLERO CON HAMBRE DE FAMA Y CONTRATOS

Desde el primer día me llamó la atención y dije en voz alta: “Coño, al fin un novillero dispuesto a comerse el mundo”. Este Pantagruel (por su hambre de fama y contratos) se llama Colombo. Sin más. Y es el novillero más de verdad de los últimos años. Distinto pero suenan las mismas campanillas de atención que cuando atisbamos a Roca Rey. Tiene Colombo lo que tienen los que no son “uno más”. Ahora que la suerte y la constancia le acompañen. Pero esa Venezuela maltratada por un político impresentable que sólo gusta a algunos, no a todos, los podemitas, ojalá se estabilice pronto porque este Colombo, como pasa con Roca Rey en Perú y sucedió con Rincón en Colombia, puede volver a llenar las plazas que la pobreza del régimen cerró y orilló. Qué curioso que a casi todos los dictadores no les gustan los toros. En cambio, sí les gusta oprimir al pueblo, soltarle al ejército para amedrentarlos y abrir cárceles para privar de la libertad de pensamiento, obra y acción. Colombo ya reina en Madrid y Pamplona. Y por donde va. Por cierto, joder, vaya vista la de los Ruiz Palomares. Los mentores de Ponce ficharon a Colombo cuando nadie lo quería. Como José Antonio Campuzano fichó a Roca Rey cuando nadie se atrevía a apostar por el fenómeno. Esos taurinos que nombro son de los poquitos que quedan para “sacar” toreros. Y los había, pero desde que las empresas apoderan a tantos toreros, los apoderados han muerto por asfixia y falta de trabajo. Menos algunos. Uno descubre a Roca Rey y otro a Colombo. Pero hemos roto la lógica y aburrido a los buscadores de oro taurino.

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