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Peleando

Carlos Ruiz Villasuso
viernes 28 de julio de 2017

Miro la foto de Mel Capitán, una deportista amante de la vida, de los animales, desde su pasión por la caza. Durante mucho tiempo ha sufrido un acoso y una persecución brutal por parte de ese colectivo llamado animalista que no es otra cosa que un grupo de acosadores que la ley deja campar a sus anchas.

Miro la foto de Mel Capitán, una deportista amante de la vida, de los animales, desde su pasión por la caza. Durante mucho tiempo esta chica ha sufrido un acoso y una persecución brutal por parte de ese colectivo llamado animalista que no es otra cosa que un grupo de acosadores que la ley deja campar a sus anchas. Trataron de que la despidieran, acosaron a su familia, vigilaron sus movimientos diarios. Se ha suicidado. Sólo su mano sabrá los motivos. Pero hay razones que ayudan a una mano.

Tengo escritos imborrables en mi mente al respecto. De ser acosado. No sólo las demandas o los ataques brutales que está sufriendo un medio honesto como Mundotoro, cuyo crimen es ser un medio de la Tauromaquia con éxito. Tengo mensajes de todo tipo, pero uno no se me olvida: “Ojalá Jimena y Gonzalo se desangren ante tus ojos, asesino”. Los nombrados son mis hijos. Ni siquiera lo he denunciado. No sirve de nada. No sirve porque ni yo ni la preciosa Mel ni tantos y tantos cazadores, pescadores, aficionados, tenemos la cobertura legal de ser lo que somos: un colectivo perseguido, humillado, discriminado, asociado. Somos ruralistas, naturalistas, con una idea de vida y de relaciones humanas de siglos.

No denuncio, pero no olvido. A la ley y a los que la hacen les digo que yo no olvido ni me suicido ni pretendo ser un mártir. Yo aguardo. Investigo. Y el día que sepa a ciencia cierta quién es el autor y/o autores de ese mensaje concreto, prometo que esa amenaza no saldrá gratis. Han logrado que les odie, su objetivo final. Ya lo lograron. Y que la ley siga ciega, y que comiencen a contarse los muertos hasta que alguien diga basta ya. Que me diga la ley por qué no puedo poner un vestido de luces en la vitrina de un bar sin ser insultado. Que me diga la ley por qué no puedo vender carne de res de lidia sin que pongan pintadas o saboteen el interior de una propiedad privada.

Estoy hasta los mismos c… de esas denuncias estúpidas de esta gente del toro que jamás ha sufrido acoso alguno, ni ellos ni los suyos. Que cree que un incendio se apaga con una rajadera de regar geranios. Estoy harto y cansado de que los míos enseñen el culo de forma educada mientras se insiste en un ataque a todo un colectivo de españoles y españolas que tienen en común una idea de vida, de relaciones naturales con los animales y sus ritos y crianzas y creencias, que forman parte del humanismo que venero. Soy tan pacífico que jamás hice nada que no sea escribir y denunciar. Nunca me importó el acoso o la amenaza. Sé cuidarme. Pero lo de mis hijos no lo perdono ni lo olvido.

Hago un llamado a grito de cerros y montañas a todos los cazadores, pescadores, aficionados, cetreros, gente del circo, gente rural, gente mía, mi gente, para que no olviden. Les pido un no a la violencia, pero un sí a la actividad humana de jamás poner la otra mejilla. Y que la ley que no nos ampara, decida. Hay un odio latente, cierto, real, activo. Y la ley no hace nada. Y los gestores de nuestro toreo no hacen nada. No sólo nos odian sino que pretenden que nos odien aún más gente. Y no sólo pretenden multiplicar socialmente el odio hacia nosotros, sino que buscan nuestro odio. El mío ya lo tienen. Exijamos a la ley ser reconocidos como colectivo discriminado real, cierto. Porque lo somos.

Y es la incitación al odio lo que está tipificado como delito. Y es esta incitación colectiva al odio entre partes sociales la que es absolutamente demostrable ante un juzgado, ante el tribunal mayor que pueda existir. Y si se necesitan muertos, pues ya los van teniendo. Ya hay muertos por odio. ¿Qué más necesitamos? No dudo que este escrito pueda ser considerado una incitación a la violencia cuando es un canto a la paz. Un grito desesperado a los míos y a los que no son míos de un basta ya, de regresar a la tolerancia, de regresar al amparo de la ley. De volver a ser seres humanos. Pero el ser humano se ganó sus derechos peleando. Con talento y dos.

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