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Millones de soledades

Carlos Ruiz Villasuso
viernes 04 de agosto de 2017

La nueva política populista, un nuevo regeneracionismo o un nuevo renacentismo es un plagio absoluto de la vieja política populista de los grandes bárbaros inhumanos de la historia. Todos nacen en proceso de crisis en su máxima expresión y todos envainan el mensaje sensiblero al mismo centro de la herida. Una rebelión contra quien hirió.

Hay una coincidencia entre Hitler, Stalin, Calígula, Berlusconi, Ruth Toledano y otros personajes de distintas épocas e ideologías: su populismo a través del animalismo. Todos ellos tienen certificado histórico de haber mantenido un mensaje popular (a través de leyes, actos, actitudes) a favor del bienestar de los animales. Sobre su actitud frente al ser humano, no hay nada que añadir. La nueva política populista, un nuevo regeneracionismo o un nuevo renacentismo es un plagio absoluto de la vieja política populista de los grandes bárbaros inhumanos de la historia. Todos nacen en proceso de crisis en su máxima expresión y todos envainan el mensaje sensiblero al mismo centro de la herida. Una rebelión contra quien hirió. Pero sin desear que la herida cierre, sino reabriendo otras ya cerradas para mantener vivo el odio a quien nos causó la herida.

Les guste o no a los animalistas, Hitler y Stalin fueron los más avanzados legisladores en el bienestar animal. Esa es la historia que no pueden reescribir. Calígula obligaba a la cópula humana con su caballo. Nietzsche, de quien la animalista y antitaurina Ruth Toledano hace bandera y copia de su “El caballo de Nietzsche”, fue el germen ideológico del súper hombre de la raza aria prehitleriana, filósofo muy aprendido por Goebbels. Un filósofo que localizaba a la mujer como vientre para parir súper hombres. Estas contradicciones de quienes dicen ser demócratas, tolerantes, feministas y, al mismo tiempo, coinciden con tanta barbarie, es un hecho histórico reiterado que la política y la democracia de todos esos tiempos jamás supo leer y contrarrestar.

El taurino, el ruralista, es hoy símbolo o símil del audio y su poder, de la casta noble y poderosa en la madre Rusia. Somos ese resto del pueblo que ha amparado a los malvados con una ideología perversa e inhumana. Y, lejos de tratar una aproximación de ideas, como trata de aconsejar la propia democracia, somos carne de gueto. Gente a aplastar. ¿Por qué razón? Porque somos ese arte del pueblo cuya idea de globalidad sumisa no coincide con nuestras ideas y actos. La Tauromaquia, la caza, la pesca, el pequeño ganadero de leche o de carne, el pastor de pequeño rebaño… es el pueblo no globalizable porque es el mundo que vive, se reproduce ideológicamente, jamás en la ciudad, sino en los pueblos.

Y es en los pueblos donde está la relación más natural entre humanos, entre humanos y animales, con una lógica de desarrollo y de bienestar muy distinta a la de la ciudad. Desde el punto de vista del mensaje, el pueblo tiene recelo del mensaje de la ciudad. Desde el punto de vista de la economía, el animal en el pueblo es un medio de relación justa y sostenible. En la ciudad la relación se basa en una masificación de animales animando a un descenso del índice de natalidad, en base a un negocio lucrativo. En el pueblo el alcalde es del pueblo y en la ciudad el alcalde es del partido. En el pueblo sufrir y reír, vivir y morir, forman parte de una misma ley de vida natural. En la ciudad la muerte es silenciada, la pobreza escondida, reír es una ostentación y manifestar sufrimiento está prohibido en una globosidad idílica.

Como los votantes son los mismos casi siempre en número, pero no en edad, ha calado ya en las nuevas generaciones que ser más humano es manifestar un grado superior de amor por los animales. Un grado de amor que en realidad es un amor entre amo y mascota, pues somos nosotros los que decidimos cuándo, dónde, su caca, su pis, su reproducción. Un grado de amor basado además en la desaparición de lo rural y sus razas autóctonas. Un grado de amor de ciudad. La nueva política se dirige a los “ciudadanos y ciudadanas” sin sonrojo alguno. Lo rural no existe porque es sordo ante los mensajes populistas y animalistas globales de la nueva política. Los partidos históricos, lejos de poner freno, han entrado en la competencia de buscar esos mismos votos en las mismas sensiblerías. Es decir, que políticamente estamos solos. Pero es una soledad compartida de decenas de miles de españoles y europeos y esa es nuestra arma. Millones de soledades. Cuando nos armemos de nuestra verdad.

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