Voces del Tendido

Novillo de triunfo, novillo de ruina

Carlos Crivell
miércoles 21 de abril de 2010

El cuarto novillo de Espartaco era de los que embestían con codicia, lo que ahora se llama transmisión, en palabras taurinas, hacía el avión. Cuando un novillo embiste de esa forma, el matador no tiene excusas para demostrar sus condiciones…

El cuarto novillo de Espartaco era de los que embestían con codicia, lo que ahora se llama transmisión, en palabras taurinas, hacía el avión. Cuando un novillo embiste de esa forma, el matador no tiene excusas para demostrar sus condiciones. Le tocó a Casares, pero a medio escalafón de los espadas de alternativa les hubiera venido ancho. Con semejantes astados se pone en evidencia que una cosa es dar pases y otra es torear, porque Casares dio algunos pases buenos, pero no lo toreó. Ese detalle puede pasar en cualquier plaza y, siendo grave, puede solaparse, pero cuando ocurre en Sevilla el desastre es de categoría. En esos momentos es cuando la Maestranza renueva su condición de plaza primera del toreo. Sevilla ovacionó al novillo y silenció de forma indiferente al novillero. No hay un castigo más cruel. A un chaval que ha dejado naturales de buen corte, la plaza le obsequió con el silencio más duro de la Maestranza.

Con semejante novillo se llega a la gloria o se pone de manifiesto que el torero es uno más de los que pululan por las plazas. Fue un novillo de triunfo, pero al final fue un novillo de ruina. Todo ello en un festejo lleno de vulgaridades, como la manía de instrumentar pases en imitación de otras figuras, aunque con profusión de tafalleras, espaldinas y chicuelinas, como si la verónica no existiera. Y otro detalle. Ninguno de los tres jóvenes hizo quites en sus novillos, pero sí entraban en los de sus compañeros. Que alguien me lo explique.

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