Leer una noticia

Una hostia coherente

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 30 de septiembre de 2017

Comienzo a hartarme de tanto insulto de los mascotistas y de los mal llamados “animalistas”, lo dejaré claro. Yo no soy contrario a las mascotas. No deseo que se prohíban, no las odio, no creo que sean responsables de nada, nada tengo en contra de esos seres vivos y ni siquiera puedo afirmar que nunca tendré una.

Comienzo a hartarme de tanto insulto de los mascotistas y de los mal llamados “animalistas”, lo dejaré claro. Yo no soy contrario a las mascotas. No deseo que se prohíban, no las odio, no creo que sean responsables de nada, nada tengo en contra de esos seres vivos y ni siquiera puedo afirmar que nunca tendré una. Ejemplo. En el Noniná de Madrid, gastrobar donde ponemos la mejor hamburguesa de res de lidia del mundo, a cara y oferta abierta y orgullosa, tengo que aguantar el tirón de los joputas que me pintan, me joden el lavabo o me ponen silicona a la cerradura. Eso no lo hace un animal, lo hace un ser humano, joputa.

Otro ejemplo: en la esquina gloriosa madrileña, reducto de la carne de res de lidia, mean los perros. Todos los días y muchos. No uno ni dos, unos 40 al día. Si crees que exagero, pásate una mañana por ahí. Una noche se me peló el cable: un perro entró a mear en la esquina por dentro y, a la vez, otro la meó por fuera, a dos metros de los clientes y a, exactamente, dos metros diecisiete centímetros de donde yo estaba. El dueño era un tipo joven que se liaba un cigarrillo casi como animando a los perros a mear. Le gané la cara y le tapé la salida en un tranco. Lo que le dije al dueño no se puede escribir aquí. A los perros no les dije nada. Nada de nada. No son culpables de tener que estar bajo el techo y cuidado de un gilipollas mal educado, cerdo y joputa.

Quiso mostrarme los derechos de sus perros y le dije: te han salvado diecisiete centímetros. Porque si estoy a dos metros exactos, no me da tiempo a recurrir al ADN educacional y te parto la cara. SÍ. Soy así, es mi defecto. Si me agreden, si me insultan, si me joden, no reacciono. Nunca. Vale. Pero si lo hacen y encima me llaman gilipollas y te jodes, y me pasan por la cara que en esa puta esquina Rosales/Urquijo por la que el Ayuntamiento de Madrid de Carmena me cobra 10.000 euros al año en concepto de terraza, que me la parte en dos con un anuncio tipo “yupydiaorgullo”, que me la jode con el carril bici que no usa nadie, y que no me rebaja un euro, encima es lugar de pis de perros, reacciono. Lo que sucedió después con el amo de los dos perros que no son culpables de nada, lo sabe el dueño y yo y la policía y un lugar de urgencias. A un hombre no se le puede decir ya te pillaré. ¿Pillarme? Pero si yo no corro. Tonto. Y no me pidas una hostia con insistencia, porque, oye, te la doy.

Queda claro que nada tengo contra las mascotas. No las considero animales naturales sino diseñados. De comportamientos casi robóticos, sin apenas instintos. Personalmente me enriquezco con la relación animal/animal. Es decir, yo entero frente a otro yo entero. Creo que los instintos de comportamientos de los animales enseñan y mejoran. Los de las mascotas no. Porque con ellos solo pretendemos llegar a tener la relación más humana posible, algo que, en natura equilibrada, es contra natura. Si deseo una relación humana busco a un humano. Buscar relación humana con una mascota es una desviación, una enfermedad. La sociedad ha trastornado sus relaciones hasta ese extremo porque ya nadie cree en el ser humano.

Un cambio de relación social tutelada y dirigida por el poder económico más grande del mundo: cinco empresas transnacionales que facturan ya los 70.000.000.000 de euros anuales, sólo en occidente. Es decir, señores amos de perros y gatos: hemos desviado ya anualmente 70.000.000.000 de euros al año en recursos del planeta hacia las mascotas. Insistiré en ese negocio. Un poder que maneja ya la información de tal forma que las hambrunas humanas están siendo ocultadas y silenciadas. Insistiré una y mil veces que el gran maltrato contra un animal es hacerlo mascota/humana. Sólo insistiré que los Dani Rovira de turno que anuncian comidas y bebidas de grandes grupos, son mercenarios del gran capital y no progresistas bien intencionados. Que el capital descrito está financiando a políticos. Sólo diré una y mil veces que hay que dar la cara justo aquí. La desertización real y cultural, la escasez de recursos hacia los humanos. El desplazamiento de la prioridad desde el hombre hacia la mascota. No tengan miedo en alzar la voz. Yo no lo tengo y no soy tan valiente. Para dar una hostia coherente no hace falta serlo.

Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2087 para todas las plataformas en Kiosko y Más

Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2087

Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2087 para iPad

Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2087 para Android

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando