REPORTAJES CAMPEROS

La Resnera, el legado de Diego Puerta

Antonio Girol
lunes 02 de octubre de 2017

La mejor herencia que un padre puede dejar a sus hijos es su legado. Y qué mejor legado que la honradez, la seriedad y el trabajo. Diego Puerta fue un espejo para sus hijos, Dolores y Pedro, en lo que a temas ganaderos se refiere. Son los continuadores del sueño que el maestro del Cerro del Águila tuvo de criar toros bajitos, bien hechos, que tuvieran nobleza y se arrancaran de lejos. Esos mismos que sus hijos continúan criando en La Resnera, la finca en el término de Castilblanco de los Arroyos en la que el maestro soñó con la bravura de los astados de sus dos hierros.

Han pasado casi seis años, pero en La Resnera Alta continúa flotando entre las encinas el aroma inconfundible del maestro Diego Puerta. Esa esencia a torero con todas sus letras que hoy es perfume en Dolores, su hija. Aquella niña, hoy hecha mujer, que mira en lontananza a las estribaciones de la sierra del Pedroso evocando la figura de su padre, mientras se lamenta: “Me faltó mucho por aprender de él”. Pero si algo hay en ella es ese mismo valor que dio segundo nombre al de su progenitor. Por eso no se arredra ante la adversidad y continúa diciendo: “Mi escuela ahora mismo es el campo, en donde los animales me enseñan cada día, además de nuestro mayoral que lleva con nosotros cuarenta y un años”.

Ese espíritu tan Puerta, tan de casta indomable que fluye por el torrente de sus venas en las que se une el afluente materno, nada menos que de sangre de una nieta de El Algabeño, le llevaron a coger las riendas, junto a su hermano Pedro, de la ganadería de la casa. Una vacada bifurcada en dos líneas diferentes, como explica Dolores: “En esta ganadería tenemos dos líneas que se llevan totalmente separadas y como tal se hierran. Por un lado, la de encaste Juan Pedro de los toros del hierro de Diego Puerta; y por el otro, la de Salvador Domecq que herramos con el nombre de La Resnera, lo que antiguamente era Puerta Hermanos. Todos los sementales son de toros de aquí. No hay ningún animal que haya venido de fuera”, matiza.

“En esta ganadería tenemos dos líneas que se llevan totalmente separadas y como tal se hierran. Por un lado, la de encaste Juan Pedro de los toros del hierro de Diego Puerta; y por el otro, la de Salvador Domecq que herramos con el nombre de La Resnera”

Y se sigue esa bisectriz porque así lo quería el maestro en su ideal de toro: “Nosotros seguimos por la misma senda del toro bajito que tanto le gustaba a mi padre en cuanto a morfología. En comportamiento a él le encantaba que se viniese de lejos y se moviese. De ahí que no hayamos hecho otra cosa que seguir ese camino tanto en una como en la otra ganadería. Como se puede ver -se refiere a los animales que retrata con su cámara Agustín Arjona- son animales con dos cuartitas de manos, cortitos. ¿Qué nos pasa con este tipo de toro? Que hoy para plazas importantes se pide uno con una cara y una caja que aquí no tenemos porque continuamos la línea del toro que le gustaba a mi padre, que era este”.

Ese toro que tanto gustaba a Diego Puerta tenía nombre y apellido, el toro del Conde de la Corte: “No hay más que mirar en estos salones del cortijo para ver que la inmensa mayoría de las cabezas que los adornan son de toros del Conde de la Corte. Cuando él hizo su hierro, el de Diego Puerta, en 1963, le compró a Sancho Dávila un lote de vacas y sementales que años después eliminó completamente porque aquel no era su ideal de toro. Por eso, cuando ya formó su ganadería lo hizo con un lote de Juan Pedro Domecq y Díez de la división que se hizo en la ganadería matriz al partirse entre sus hijos. Estamos hablando del toro original de Juan Pedro Domecq creado a través de la sangre de los tamarones del Conde de la Corte. Aún hoy en nuestra casa se pueden ver vacas con los pitones blancos descendientes de aquellas míticas condesas”, comenta.

Para el maestro, insultantemente joven cuando decidió retirarse de los ruedos a la edad de 33 años con cincuenta y ocho cornadas recorriendo el mapa de su cuerpo, treinta de ellas de suma gravedad, idéntico número al de orejas y tardes toreadas en Las Ventas y al de paseíllos en Pamplona resueltos con cuarenta y cuatro orejas y tres rabos, llegó la hora del merecido remanso de paz, que encontró en la familia que formó con María Rocío García-Carranza Ternero y en su finca de La Resnera Alta, en la que echó a rodar sus sueños ganaderos: “Para mi padre su mundo era su familia y el campo. Y la ganadería era la pasión de su vida. Nada le encantaba más que coger el coche y venir aquí. Conocía los animales incluso viéndolos por detrás. Se pasaba las horas muertas consultando las anotaciones de sus libretas de vacas para hacer los lotes. Era un sabio…”, dice Dolores con el brillo de la emoción en su mirada.

“A las vacas se les exige un montón en el caballo y luego en la muleta para que aguanten hasta el final porque de lo contrario no nos valen”

De esa sabiduría han bebido ella y su hermano Pedro, la otra cara de esta ganadería: “Mi hermano es lo opuesto a mí. Somos el Yin y el Yan. Él es la cabeza y yo el corazón. Pedro es la templanza y yo el temperamento. Cada uno tomamos nuestras notas y por más diferentes que somos en nuestra forma de ser al final siempre acabamos en el punto base en el que coincidimos. Y después está mi madre que es el timón. Una mujer con una personalidad arrolladora”.

Ambos han apostado por continuar el legado paterno. Para ello han renovado la camada de sementales con vistas a afianzar la base que el maestro Diego Puerta les dejase en herencia: “Continuamos el mismo modelo porque es el que nos inculcó. Seguimos su teoría a la hora de las tientas en donde a las vacas se les exige un montón en el caballo y luego en la muleta para que aguanten hasta el final porque de lo contrario no nos valen. En cuanto a los sementales hemos tentado nuevos toros de las dos líneas de la casa y le estamos probando sus productos para ver cómo van funcionando”, explica satisfecha.

Nadie dijo que este camino fuese a ser fácil y aún menos si en esta casa se siguen los pasos de su creador que si por algo destacó fue por una seriedad que era conocida en todo el mundo taurino. Seriedad y rigor que se sigue manteniendo a pies juntillas: “A mi padre no le gustaban las tonterías. Era un hombre de palabra. Daba la mano y aquello era amén. Tenía mucho temperamento, pero con una nobleza que le desbordaba. Era un hombre bueno, trabajador y serio, y nos lo transmitió a sus hijos”.

Ese camino y ese recuerdo lo tienen muy presente en esta ganadería, y cuando flaquean por las exigencias del mercado siempre recurren a la memoria como mejor antídoto: “Ser ganadero es muy difícil. Hay que aguantar mucho y hay ocasiones en las que te desesperas. Pero ahí surge el recuerdo y piensas: si mi padre tiró para adelante, nosotros también tenemos que tirar de esta bandera de nuestra casa que siempre ha sido el toro bravo”.

Volviendo al tema de la seriedad que les insufló el maestro Diego Puerta, su hija Dolores añade: “Por ejemplo, aquí en un herradero puede haber a lo sumo cinco personas. Si hablamos de tentaderos o embarques, pasa lo mismo. Siempre poquita gente y con esa seriedad y respeto que siempre nos inculcó mi padre. Quizás seamos muy herméticos, pero mi padre lo hacía así y así se va a seguir haciendo”.

“Mi padre siempre decía que el toro tiene que ser noble y que tenga transmisión. Esa era su consigna y la nuestra. Sabemos que conjugar ambas cosas es muy difícil, pero cuando se logra es el paraíso”

Tal vez esa manera de hacer las cosas tan para si mismo en estos tiempos en los que se pregona en las redes sociales todo cuanto se hace, ha obrado el efecto perverso de que parezca que esta ganadería no está activa, cuando ocurre todo lo contrario. En ella se sigue seleccionando, pero con ese prisma añejo tan necesario para que se sedimenten las cosas buenas. Similar a como se cura un jamón ibérico de bellota o a como fermenta un vino tinto gran reserva: “Ir sin prisas, que nunca te llevan a buen término para hacer las cosas con buen tiento”. Así lo define Dolores Puerta.

En ese paso lento, pero seguro, se vislumbran excelentes resultados. Mismamente este año han lidiado una novillada sin picadores en Dos Torres (Córdoba) en la que no sólo destacó el buen juego de los erales sino también la excelente presentación de los mismos. A ello se refiere la ganadera de esta manera: “Normalmente llevamos astados de las dos ganaderías. Por ejemplo, en Dos Torres hubo un primer novillo que me gustó muchísimo porque tuvo racita. Es lo que tiene lo de Salvador Domecq que tiene bastante más raza que lo de Juan Pedro, que en cambio tiene más nobleza como se vio en otro novillo del hierro de mi padre. Esos dos novillos, uno de cada línea, fueron los mejores del encierro. En conjunto los cinco novillos se dejaron quitando uno que fue más mansurrón, pero que también sirvió”, apostilla convencida de que la labor desarrollada está ofreciendo ya frutos.

En cuanto al tema de la presentación también lo tiene muy claro: “En esta casa, tras el destete, cuando tienen seis meses más o menos, a los becerritos los quitamos de las madres y ya empiezan a comer su pienso bajo madre a torva. De ahí pasamos a otro pienso que es de erales y luego el de toros. Así los trescientos sesenta y cinco días del año. Aquí desde que un animal se desteta y hasta que se lidia está a pienso, lo que unido a la calidad de la hierba de esta finca hace que sea el complemento ideal para su desarrollo”.

“Ser ganadero es muy difícil. A veces te desesperas. Pero ahí surge el recuerdo: si mi padre tiró para adelante, nosotros también tenemos que tirar de esta bandera”

Los resultados de esta nueva camada de sementales seguirán viéndola esta temporada: “Nos queda otra novillada que tenemos ya preparada para salir al ruedo en breve y el resto de la camada la hemos dejado para lidiarla la próxima temporada con un año más”.

Tiempo de seguir viendo hijos de toros como Peleón, un semental de la línea Salvador Domecq que vio cómo tras una lesión en una mano producto de una pelea se quedaba atrás a la hora de ser embarcado para una novillada y posteriormente era lidiado en la soledad de La Resnera, en cuya placita de tientas se ganaba la vida tras desatar la admiración de cuantos le torearon. Peleón es uno de los ocho sementales con los que cuenta Dolores Puerta para continuar el legado de su padre: “De esos ocho, dos llevan el hierro de Diego Puerta y seis el de La Resnera que tiene antigüedad de 12 de septiembre de 1890. Esta nueva deriva de sementales la comenzamos tras la muerte de mi padre. Todos se torearon y aprobaron en la plaza. De lo anterior sólo conservamos al toro 41-Romero de la línea de Salvador Domecq que se le perdonó la vida en Arcos de la Frontera. A todos ellos les hemos visto hijos que se han lidiado de erales o en novilladas, menos a Romero que al ser el más veterano sí le hemos visto ya productos de toros. Hasta ahora están dando todos muy bien. Cada uno con sus características, claro está”.

El número de vacas tampoco es amplio, Dolores lo razona así: “Mi padre decía que había que tener el número que entrase en la cabeza. De las de Diego Puerta tenemos sesenta y una, y de las de La Resnera contamos con setenta. Ese es el equilibrio al que se refería mi padre y que se tiene que traducir en nobleza y raza como él deseaba. Y deseamos también sus hijos. Siempre decía que el toro tiene que ser noble y que a la misma vez tenga transmisión. Esa era su consigna y la nuestra. Sabemos que conjugar ambas cosas es muy difícil, pero cuando se logra es el paraíso”.

Ese mismo paraíso en el que descansa eternamente un torero noble, valiente y cabal que se llamó Diego Puerta Diánez y que hizo del valor y la torería sus señas de identidad, las cuales supo transmitir a sus hijos para que continuasen su sueño de ser ganaderos en La Resnera, la finca que consiguió no dejándose ganar nunca la pelea ni en la plaza ni fuera de ella.

Reportaje fotográfico: ARJONA

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