La Tauromaquia, en su expresión del toreo a pie, siempre supo adecuarse a las realidades y exigencias sociales. Las morales, éticas y sensibilidades de cada tiempo no las elige el toreo, sino que, históricamente, éste ha evolucionado como una especie de “superviviente” a las exigencias o contextos sociales y políticos. Así ha sido y el toreo, hoy, ha depurado y variado sus suertes dirigiendo a la corrida a una suerte menos cruenta, más pulida y quizá más estética, sin tanta evidencia de sangre, elemento que los tiempos y las gentes de estos tiempos tienen, sienten, cada vez más disgusto por su presencia.
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