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La España senil

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 30 de diciembre de 2017

El enemigo no son sólo los nacionalismos o las políticas, es también un cambio social: el fin del humanismo que dice no al campo, a lo rural, al uso del animal, a la caza, a la pesca, al arado…, a los toros. ¿Pero es que no se dan cuenta de lo que está pasando? Sí. Se dan cuenta. Pero poderoso caballero es don dinero.

Leo un reportaje del periódico Cinco Días, que también reproduce El País. Me da coraje constatar que mis teorías, tan “alucinógenas” para algunos, sean una realidad tan cierta como horrible. Un estudio sobre la natalidad en España, con la rigurosidad de las estadísticas oficiales, declara a España como un país en edad senil en apenas 15 ó 20 años. España, dice esa estadística y ese reportaje, perderá un millón de habitantes en 15 años, es decir, que la diferencia entre nacidos y fallecidos será de un saldo negativo de un millón.

La tasa de natalidad en España apenas es de 8,79 nacidos por mil españoles, menos de la mitad que en 1978. El índice vegetativo de nuestra población (nacidos frente a fallecidos) es negativo desde hace varios años. Obviamente, este reportaje no habla de toros. No tiene por qué hacerlo, porque no le compete. Sólo alarma de quién va a pagar las pensiones, de hasta qué edad tendremos que seguir trabajando para que no nos paguen pensiones. Habla de que hoy se es madre pasados los 30 años y el hijo nacido es apenas mileurista a los 30 años. Significando una quiebra brutal en la productividad, históricamente impensable.

¿Qué tiene que ver esto con los toros? Todo. Aviso que sólo fumo tabaco rubio, a pesar de que hay quien cree que soy asiduo a los alucinógenos, cuestión que me agrada pues lo mismo han dicho históricamente de los grandes y grandiosos. A ver si resulta que soy grande o grandioso y aún no me he enterado. Pero al lío: llevo afirmando hasta la afonía que el índice de natalidad negativo o tasa de natalidad negativa, coincide en una gráfica matemática en tiempo y espacio, con el incremento del 300% de la adquisición de mascotas en el mundo. Desde finales de los años 70 hasta este 2017.

El coste de un hijo, según el estudio arriba citado, es de unos 6.000 a 8.000 euros el primer año y de unos 100.000 hasta la mayoría de edad. El coste de una mascota, que supera los 1.500 por unidad y año, es mucho más barato que un hijo. Y, sí, es cierto que esta sociedad está sustituyendo al ser humano por una mascota en todos los sentidos, y decir lo contrario es negar una realidad horrible para el ser humano. Esta sustitución deja aún un margen de flujo de gasto en beneficio de la mascota, es decir, aún se puede gastar más sin que cueste lo que un hijo.

Por eso la industria multinacional de la mascota, que supera ya el 5% de un supuesto PIB mundial, camina ahora hacia las legislaciones de bienestar animal, la última la de España, propuesta por el PP. Durante tres décadas allanó el camino con la propaganda y el lavado de cerebro cambiando animalismo por mascotismo, animalismo por ecologismo. Cumplida esa fase, se entra en la legislativa. Porque este mercado multimillonario y transnacional necesita que la mascota tenga una consideración jurídica superior, casi o igual a la del ser humano. Más humano, más negocio. Esto lo escribí hace unos diez años. Cuando, también, sólo fumaba tabaco rubio.

Esta es la realidad y este es el enemigo. No lo son sólo los nacionalismos o las políticas, sino lo que subyace debajo, que es un cambio social del fin del humanismo. Un final del humanismo que dice no al campo, a lo rural, al uso del animal, a la caza, a la pesca, al arado…, a los toros. Y ahora pregunto: ¿Pero es que no se dan cuenta de lo que está pasando? ¿No se dan cuenta de las consecuencias económicas, medioambientales, sociales, que trae consigo este cambio de sociedad? Sí. Se dan cuenta. Pero poderoso caballero es don dinero.

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