ENTREVISTAS BALANCE DE TEMPORADA 2017

La pasión de un grande

José Ignacio Galcerá
jueves 25 de enero de 2018

Su discurso sigue sonando renovado, comprometido e inconformista. Su dilatada y brillante trayectoria no es impedimento para que Pablo Hermoso de Mendoza siga en la búsqueda continua de nuevas sensaciones -esas a las que se ha habituado de por vida y que no puede dejar de sentir- ante el toro, en la plaza o en el campo, montado a caballo o compartiendo experiencias, consejos e ilusiones con su hijo Guillermo. Son las cosas que tienen los grandes. Pablo Hermoso de Mendoza ha vuelto a viajar a México junto a su hijo Guillermo para retomar su temporada americana. El navarro celebró las fiestas navideñas en su Estella del alma junto a su familia e hizo un pequeño paréntesis en su periplo al otro lado del charco. Aquí pudo disfrutar rodeado de los suyos y ponerle serenidad a un año intenso en el que no ha parado de torear. “He estado esquiando con la familia, haciendo otras actividades, disfrutando de la ganadería y desconectando aunque con la preocupación de haber dejado los caballos en México”, afirmaba recientemente el navarro en la entrevista publicada en el segundo “extra” de rejoneadores de la edición impresa de APLAUSOS.

-¿Le inquieta partir la temporada en América en dos?
-No creo que me afecte aunque sé que cuando llegue tendré que dar un apretón y afinar de nuevo los caballos. La única parte que me preocupa de haber descansado unos días es haber dejado parados a los caballos.

-¿Se atreve a ponerle nota a su año?
-Un siete.

-Entiendo que está satisfecho entonces.
-Ha sido un año de faenas importantes aunque soy consciente de que he matado pocos toros bien y eso en cuanto a las orejas cortadas se ha notado. Tengo que trabajar en ese sentido pero a decir verdad me está costando.

“Todavía hay metas lejanas a las que no he llegado, esa búsqueda me hace estar siempre inquieto, pensando que voy a llegar a puntos de sutileza y de reunión con el toro a los que nunca he llegado”

-¿A qué cree que se debe ese problema con el rejón de muerte?
-No tengo claro si es por el caballo o por un problema que arrastro en el hombro, que se resiente bastante a menudo. Tengo molestias en esa zona desde primavera y no acabo de resolverlas. Me está generando inseguridad y cuando más lo noto es cuando tengo que descabellar, voy con un miedo tremendo ya que al hacerlo me da como un calambre que me sube por el cuello. Ha sido mi gran talón de Aquiles este año y le ha restado rotundidad a mi temporada. Las faenas hay que rematarlas y tengo esa espina clavada con el rejón de muerte porque no he rubricado sensaciones muy bonitas delante de la cara del toro.

-Desde fuera da la sensación de que el planteamiento de la temporada ha sido torear menos para preparase mejor cada corrida.
-He toreado un poquito menos que otros años pero tampoco mucho. Sí que ha cambiado el formato. Durante mi trayectoria he estado acostumbrado a torear muy seguido y eso me hacía estar en forma, necesitando un caballo que aguantara el ritmo y que tuviese una gran condición física. Ahora esa dinámica ha cambiado y los caballos, cuando no toreas tan seguido, hay que trabajarlos mucho porque de lo contrario llegan a la corrida con mucha adrenalina y cuesta templarla. A día de hoy me preparo mucho más que antes.

-¿Cuanto más veterano es uno más tiene que prepararse?
-Así es. Y en los toreros a caballo todavía más. Toda mi vida he estado habituado a tener sensaciones muy especiales en la plaza y ahora no quiero dejar de sentirlas. Para ello necesito ser muy exigente conmigo mismo en la preparación y trabajar mucho, tenerlo todo controlado, depurado y no conformarme. Esas sensaciones, tan bonitas y complicadas de conseguir, las sigo buscando pero sólo se consiguen teniendo una capacidad de entrenamiento tremenda.

-¿Cómo consigue mantener el compromiso y la ilusión después de tantos años?
-Con mucha afición y mucha pasión pero sobre todo siendo exigente. Todavía hay metas lejanas a las que no he llegado, esa búsqueda me hace estar siempre inquieto, pensando que voy a llegar a puntos de sutileza y de reunión con el toro a los que nunca he llegado.

“Mientras el público me aguante voy a seguir toreando sin la necesidad de triunfar aquí o allá. De aquí en adelante, y hasta donde pueda llegar, me guío por puras sensaciones”

-¿Cuál es el gran reto de Pablo Hermoso de Mendoza? ¿Dónde pone el foco?
-En cada momento de mi vida me he puesto una meta pero siempre he tratado de superarla. Me digo: un poquito más, ahora esto, luego aquello… A día de hoy baso todo en las sensaciones. No me preocupa llegar aquí o allá, me muevo por sensaciones personales. Tener la suerte de disfrutar el toreo desde ese punto de vista es muy bonito y mientras el público me aguante voy a seguir toreando sin la necesidad de triunfar aquí o allá y sin la presión de marcarme unos objetivos que en otro momento de mi carrera sí necesitaba conseguir. De aquí en adelante, y hasta donde pueda llegar, me guío por puras sensaciones.

-El público sigue queriendo a Pablo Hermoso de Mendoza.
-La sensación de sentirse querido es lo más importante para seguir adelante. Puedes tener mucha afición y pasión por lo que haces pero si no tienes el reconocimiento del público… Ver que todavía el público se sigue emocionando conmigo es el impulso definitivo para seguir vistiéndome de torero. La afición sigue esperando mucho de mí y, por tanto, me obliga a no defraudar a mis seguidores. Tengo un compromiso muy grande con ellos que no puedo romper.

-Vista su trayectoria y aunque sus objetivos son otros, ¿le sigue molestando que una tarde los compañeros corten más orejas que usted?
-La competitividad uno la lleva dentro y en mi caso siempre la he tenido pero con los años aprendes a canalizarla, aprendes a disfrutar del triunfo y a asimilar la “derrota” cuando llega. Esta etapa de mi carrera está enfocada a la parte artística del toreo más que a la competencia que existe en el ruedo. Cuando se focaliza el toreo a la competencia pura y dura se acaba por dejar de lado la parte artística. En ocasiones se busca el triunfo por un camino que no sientes de verdad. Hay momentos en la carrera de un torero en los que se opta por esa opción y otros, como es mi caso ahora, en los que me cuesta salir de lo que realmente siento como torero. Si lo que hago y lo que siento no es suficiente para cortar orejas tampoco creo que sea momento de buscar otros caminos.

LOS CABALLOS

La cuadra de Pablo Hermoso es de sobra conocida. Quién no es capaz de reconocer nombres como Churumay, Disparate, Berlín, Viriato o Pirata. El rejoneador navarro cuenta desde hace varios años con una constelación de estrellas, tanto que los caballos de su segunda unidad, por hacer un símil deportivo, serían auténticos cracks en las cuadras de otros rejoneadores.

-¿Ha llegado al punto de que no le sirve cualquier caballo?
-No es que no me sirvan, simplemente selecciono. De quince o veinte potros de una camada pueden llegar tres o cuatro y es posible que en ese momento no quepan en la cuadra. En esos casos me guío por necesidad, es posible que un año me falten caballos de salida y toca reforzar ese tercio. En los últimos años me ocurre lo que a las canteras de fútbol de los grandes equipos que hay futbolistas que para el Real Madrid o el Barcelona no funcionan pero para otros equipos sí y además se convierten en grandes estrellas.

“Se ha llegado a un punto en el que ves torear a los caballos y parece hasta sencillo de hacer. Hay que tener mucho cuidado en que no se pierda la emoción”

-¿El gran avance del rejoneo pasa por los caballos?
-Sí, sin lugar a dudas. Por los caballos y por la equitación. Eso es lo que hace evolucionar. También el toro, que es una parte importante, se necesita un animal con ritmo, que embista recto, pero el caballo es el capote y la muleta y pone los movimientos, la estética, el temple… eso se consigue con mucha calidad genética y mucha equitación.

-Parece complicado evolucionar el caballo de hoy en día.
-La perfección es inexistente. Todos la buscamos y nadie la alcanza. Aun así, se ha llegado a un punto en el que ves torear a los caballos y parece hasta sencillo de hacer. Un amigo extranjero me decía que hablaba con amigos suyos de China y que veían la corrida de rejones como un espectáculo preparado, que el caballo iba jugando con el toro. En ocasiones, de tan armónico y estético que es este espectáculo, se transmite esa sensación. Siempre he defendido que tenemos que tener mucho cuidado en que no se pierda la esencia del espectáculo, que se siga viendo el peligro, pero es verdad que en el toreo a caballo tenemos un matiz diferente del toreo a pie.

-¿A qué se refiere?
-Los toreros pueden pegarse un arrimón en cualquier momento, jugarse la vida e incluso dejarse pegar una voltereta y el público lo va a valorar como un gesto heroico. En nuestro caso, cuando nos equivocamos y exponemos al caballo ante el toro el público se pone en nuestra contra. El público quiere ver arte sabiendo que existe el riesgo pero siendo conscientes de que hay un alto porcentaje de salir airoso. Se ha evolucionado hacia la parte más estética del espectáculo.

-¿Esa pérdida de emoción viene dada también por el monoencaste que existe en las corridas de rejones?
-La variedad siempre genera espectáculo. Pero dentro de un mismo encaste hay diferencias entre ganaderías. Unas apuestan por el toro con temple y ritmo y otras por un animal más encastado. A lo largo del año salen toros a los que hay que ponerles mucho de tu parte porque tienen un exceso de nobleza y no transmiten mucho y otros, como el que me salió en la Vendimia de Nimes, que me hizo sufrir y se hizo el dueño de la plaza. A ese hay que exponerle y tirar de técnica pero transmitía mucho al público. Luego hay toros que dejan al caballo psicológicamente destrozado.

“Últimamente me ocurre con los caballos lo que a las canteras del Real Madrid o el Barcelona. Hay quienes no funcionan para estos equipos pero en otros se convierten en grandes estrellas”

-Explique eso.
-Ocurre con el toro de Saltillo por ejemplo. Tiene una embestida extraordinaria, con una despaciosidad especial, pero hay un porcentaje alto de toros de este encaste que te esperan, que se ponen por delante del caballo, que cambian el ritmo… y aunque triunfes con ellos o hagas una faena importante te provocan un dolor sentimental. En ocasiones con el de Saltillo piensas: “El cuadro que traía yo de casa pintado me lo ha destrozado, me lo ha arañado, me lo ha roto por todos los lados”. Sin llegar a tropezarme el caballo, tengo la sensación de que el caballo no obedece y como artista crees que te han destrozado la obra y que le has fallado al caballo porque nada había salido como le habías contado.

-¿Todo eso lo puede llegar a provocar un toro?
-Lo provoca. A mí, como rejoneador, el toro complicado me plantea problemas y los asimilo. Ha sido malo y punto, mañana saldrá uno mejor. Pero al caballo no le puedes explicar eso. El caballo tiene la sensación de que le has roto toda su armonía, que todo lo que le has enseñado no le sirve y ya no le puedes contar la misma historia que le habías contado porque no ha salido como le habías dicho. Al caballo lo matas psicológicamente. A un caballo tan importante como Caviar recuerdo que un toro de Passanha en Lisboa le rompió todos sus moldes, psicológicamente lo venció y no lo tropezó en ningún momento pero acabó con su carrera. A partir de ahí ha toreado muchas corridas pero yo siento que no he sido capaz de reconducirlo, de convencerlo de nuevo y de borrar esos recuerdos.

-Volviendo a su temporada, ¿qué tardes destaca del año?
-Una faena en Nimes, otra en Bilbao, aunque no la rematé con el rejón de muerte. En Salamanca recuerdo que cuajé un toro muy a gusto con Berlín. En Istres, mano a mano con Lea Vicens, con una corrida extraordinaria de Capea que fue un espectáculo. Es de las tardes que guardo con más cariño. Fue redonda de principio a fin.

-¿Compensa hacer una temporada tan larga en América por perderse plazas como Valencia, Sevilla o Arles?
-No es que compense o no compense. Es una cuestión de compromiso. México me ha dado mucho, me atrevo a decir que ha sido el 50% de mi trayectoria y le debo gratitud y entrega. Desde hace muchos años mi planteamiento ha sido este y no me planteo si vale la pena o no. Además, el tema logístico en cuanto al transporte de los caballos es complicado e ir a plazas como Valencia en Fallas o Sevilla supondría dejar de torear un mes en América y eso sería demasiado y quedaría reducida la temporada americana a muy poquito.

Texto: JOSÉ IGNACIO GALCERÁ // Fotos: ARJONA y GLEZ. ARJONA

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