La revolera

Ese es el camino

Paco Mora
viernes 23 de febrero de 2018

Román, el rubicundo y simpático torero valenciano que, como dijo Benlloch la pasada semana en la correspondiente edición de Aplausos es “un loco muy cuerdo”, está dispuesto a matar en San Isidro, si así se lo ofrece la empresa, toros de Fuente Ymbro, Miura o Cuadri, sin despreciar por supuesto la posibilidad de lidiar juampedros u otros hierros de los que acaparan las figuras, porque a nadie le amarga un dulce. El de Valencia no busca subterfugios, ese va por derecho y se me antoja que necesita pocos consejos para entender por dónde van los gustos de los públicos. Y sabe que están hasta el gorro del “monoencaste” y se decantan por que todo el escalafón, incluidos los que lo lideran, se abran a todos los productos de la ganadería brava española. Y es que Román, además de una cabeza bastante más torera de lo que algunos creían, tiene bragueta para jugársela con lo que salga de los chiqueros. Al rubio de la sonrisa perenne le está resultando duro y difícil coger los primeros vagones del tren del toreo, al que se subió siendo casi un niño, y está dispuesto a conseguirlo lidiando todo lo que le echen. No le vuelve la espalda a nada, con tal de que tenga, además de pitones, orejas y rabos, convencido de que le se les pueden cortar.

Curro Díaz me consta que ha optado por lo de Alcurrucen para su inclusión en los carteles del Santo Labrador que sesteaba mientras las mulas araban solas, que es otro hierro por el que no se daban bofetadas los “primus inter pares” pero que, como atraviesa un momento magnífico y es un hierro que catapulta cada año un torero hacia la cabeza del escalafón, ya no le hacen ascos. Que se lo pregunten a Castella y a Marín. Curro quiere comenzar la temporada sin buscar alivios (ya lo ha demostrado en Vistalegre con los “victorinos”), porque ha comprobado que los triunfos con los hierros más encastados son también los de mayor repercusión en el resultado de la temporada. Los aficionados cada día valoran más a los toreros que se ponen delante del toro-toro con motor y casta. Ojo al parche los que duermen en sábanas de seda, lidiando lo más dulce del campo bravo año tras año.

Se está abriendo paso la idea de que el sol sale para todos, y no solo para media docena de privilegiados.

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