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Una bestia humana

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 11 de marzo de 2018

Es ese sentimiento de culpa el que nos achica, el de ser culpable de los años y de los siglos que no hemos vivido. Seguimos siendo fachas, machistas, bestias, maltratadores, antidemócratas, franquistas, intolerantes. Eso seguimos siendo porque cada día que nos sucede, nos adoctrinan en nuestra culpa peremne y nos mandan confesar a coro que somos culpables de todo eso que ya no somos. Llevamos en el bolsillo el libro de instrucciones en donde están descritas todas las formas en todos los idiomas de pedir disculpas por ser todo eso que no somos. Sigo siendo orteguista hasta la médula (Ortega y Gasset) y creo a pies juntillas que lo que nos sucede como sociedad española es idéntico a lo que nos sucede como aficionados a los toros.

Que llevamos a cuestas la cruz más estúpida, por la memoria de nuestros abuelos y por el deseo del futuro de nuestros hijos: ese estigma de ser culpables de todo eso que nos dicen Colau, Iglesias, Pedrito Sánchez, animalistas, mascotistas, imbecilistas y ciclistas de salón, que rima. Esa forma de alimentar día a día los miles de odios de entre los miles de pueblos, en lugar de ser un pueblo. Este guerracivilismo que no se termina jamás. Este franquismo o fascismo fantasmagórico que jamás se acaba, ese quitar nombres para poner otros, esa obsesión por los huesos de Lorca en una cuneta, sin que importe leer a Lorca.

Han logrado que nos excusemos de nuestras virtudes y grandezas. Escondemos la “ñ” de ser español porque no tenemos la gracia de ser finlandeses o suecos, donde dicen que se vive del copón. Y una mierda. Esconden muchos la “t” de Tauromaquia y la dejan en el armario al salir de casa, porque no tienen lo que hay que tener para decir que son de la Tauromaquia. Nos dan lecciones de moral, de democracia, de ética, tipos cuya cobardía humana necesitará de mil ruedos para darle cabida, como Puigdemont. La capital de Europa, Bélgica, nos trata como nuevos inquisidores. Suiza, tierra donde los ladrones esconden sus tesoros, da inmunidad a la Gabriel. Porque aún somos ese país del bestiario del sur.

Guardiola y Xavi trabajan para estados medievales sin derechos humanos, donde aún se lapida a la gente, donde el trabajador ni siquiera es ciudadano de derechos, donde ser violada una mujer es un acto de macho alfa. Y resulta que nosotros somos los machos alfas y bárbaros por haber nacido donde fuimos paridos y por no habernos parido esos otros dueños de la moral, la ética y la libertad. Reniego de todo ello y me declaro lo que soy: animal, ser humano y español. Y apegado con todo lo que mejor pueda pegarme a la Tauromaquia: mi inteligencia y sensibilidad. Y reclamo el legítimo, histórico, honesto y justo derecho a una buena ostia.

No voy a sobornar un día más a mis sentimientos para que callen. No haré patéticos intentos que hacen mis políticos para camuflar la “ñ”. No fingiré domingos sin toros. Doy gracias a la vida por no ser finlandés o alemán. Mi europeísmo es mucho después de la prioridad anímica de un plato de jamón. No me avergüenzo si mis abuelos hubieron de vivir cara al sol, porque nadie les permitió otro son para sobrevivir. No siento rencor hacia quienes tienen más, ni caridad hacia quien tienen menos si ellos se buscaron esas cuentas de forma honesta y en igualdad de condiciones. Soy solidario con otro animal humano por encima de todo y de todos y de patrias y de economías. Dejo libre a cada cual ser adepto incluso a lo más estúpido y solo pido lo mismo.

Soy animal humano. Bestia humana. Partidario de los poetas y sus versos y no de sus tumbas. No sé rezar, pero presiento que rezar debe ser algo parecido a releerlos cada día para que siempre vivan. Sé distinguir, de forma perfecta, caca, culo, pis y una ostia. No trago con la “cooltura” y me aferro a la cultura. Me dan igual el Cain y el Abel que revive el populismo y su moral de casquería porque su alimento es que sigamos a garrote entre nosotros, fomentando el frentismo. Soy y seré con orgullo bestialmente humano. Desprecio la oportunidad que me dan cada día para escupir sobre lo que soy. Acá nací y acá defiendo a espada mis derechos con olor a tierra. No somos ese país que nos dicen nuestros líderes cada día. Somos otra verdad. Créanme. Y la verdad, lejos de ser una moral, tiene el valor clínico de lo infalible.

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