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Arte y cultura

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 17 de marzo de 2018

Hay una confusión conceptual que nos lleva a un galimatías de cara a la sociedad. De forma habitual, igualamos cultura y arte para la Tauromaquia, de tal manera que ofrecemos el mensaje de que toda la Tauromaquia es arte y es cultura. No es así. Los toreros hablan de arte, de “su” arte, de la misma forma que hablan de su cultura y no es lo mismo. Toda tauromaquia es cultura por dos cuestiones, una, porque cultura es aquello que forma parte de los tiempos y del arraigo de un pueblo. Dos, porque existe una Ley que considera a la Tauromaquia Patrimonio Cultural de los españoles. Con una explicación: la Tauromaquia lo es todo, no solo el toreo a pie.

El arte, el arte de cada cual, la creatividad de cada cual, es otra cosa menos poderosa o extensa porque acude más a la creatividad individual. De tal forma que existen muchos pintores pero, de entre ellos, solo algunos serían artistas. Hay muchos escultores, pero no los mismos que artistas. Hay muchos escritores, pero no todos alcanzan a escribir literatura. Hay muchos toreros, pero no todos son artistas en el sentido expresivo y creativo del término. Y la categoría y el grado de artista no depende solo del que hace la obra, sino de la percepción del público. Sobre todo de esto último.

Y esa es la cuestión, que para unos públicos cualquier torero puede tener el nombre de artista, mientras que para otros solo lo tendrá Morante y algunos más. Ante tal disparad de percepciones, la historia luego instruye al tiempo, sitúa a la obra y al “artista”, y deja en el camino a los que sean para que perduren unos pocos. Esto es tan así como que no es lo mismo ser “figura de un momento” determinado que ser figura del toreo.

Dicho esto, sería bueno unificar mensajes sobre el concepto más real, más cierto y más legal que tenemos, el más protegible, el más indiscutible: la Tauromaquia, con mayúsculas, es cultura. Y cultura muy popular. Tan popular que cultura es la forma, en siglos, de criar y seleccionar toros de lidia (mejor decir de “lidia” que “bravos”, porque no todos los lidiados son bravos). Es cultura la forma de hacer vestidos de luces, son cultura todos los rituales de la propia corrida, es cultura el toro en la calle. Si lo que queremos es ceñirnos al arte, eso será después. Si hablamos de arte, resulta que estamos expulsando a la gran mayoría de nuestras actividades y tareas.

Hace poco se celebró ARCO en Madrid, que es como la máxima superficie del supuesto arte internacional. Créanme que de todo lo expuesto y vendido, que es mucho, lo expuesto y lo facturado, de arte no hay casi nada. Es un mercado más de ocurrencias que de otra cosa, con el hierro del “arte”, porque el “arte” es cool. En caso de la cultura, jamás puede suceder eso. Existe la Cultura, no la Cooltura. A la gente de moda “cool”, le encanta la cooltura. Nosotros, desde siglos, no somos nada cool, somos cultura y, a veces, y esto es opinión, hay entre nosotros algún artista de una expresión o de una trayectoria histórica.

Tiempos atrás se hablaba del “arte de torear” y del “arte de lidiar”, expresiones del XIX, referidas sin duda a la “capacidad de …”, a la “sabiduría de…”, a “las reglas de…”. Pero no a la creatividad. El arte nace de la creatividad de un individuo. Picasso. Lorca. Cervantes. Rubén Darío. Estos nombres, con el tiempo, aportaron su obra al contexto de la cultura, al contenido de la cultura. La cultura les recogió en su acervo. Sucede igual con los toreros. La cuestión es que somos, seguro y de forma indiscutible, cultura, y como tal las administraciones y las instituciones deben tratarnos. Que no lo hacen.

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