La espina

El pasado nunca muere

Paco Mora
domingo 18 de marzo de 2018

Hubo un tiempo en el que la plaza de toros de la calle de Xàtiva de Valencia fue un auténtico vía crucis para empresarios y ganaderos. El baile de corrales se convirtió en algo endémico en dicho tauródromo. No se trataba de rigurosidad por parte del equipo veterinario, no; era simplemente un desmesurado afán de protagonismo lo que le impulsaba a rechazar un toro tras otro, sin el mínimo criterio en lo que afectaba al trapío y la presentación de las corridas. El diálogo con los veterinarios era imposible, y había días en los que una hora antes de la anunciada para el comienzo del espectáculo, todavía no se sabía si se celebraría o sería suspendido por falta de toros. Los camiones viajaban como lanzaderas del campo a la plaza y viceversa, pese a lo cual, en ocasiones, la suspensión sorprendía a los aficionados con las entradas en la mano en la puerta del coso de Monleón.

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