La revolera

Cada palo que aguante su vela

Paco Mora
miércoles 28 de marzo de 2018

Estoy leyendo una biografía de Iván Fandiño, de la que es autor Néstor García, que fue su apoderado y vivió codo con codo con él su lucha por alcanzar la gloria del toreo. Y con tesón y dedicación, puesto que el de Iván fue un empeño difícil, en cuyo camino hubo más espinas que rosas, quizá por esas cosas que ocurren en el toreo, como en todas las profesiones artísticas o no, en las que el dinero tiene tanta importancia. Se da el caso de que con la desaparición de Fandiño, Néstor no solo ha perdido a su torero sino también quizás a su mejor amigo.

Solo así se puede comprender que al biógrafo se le calentara el ordenador y lo que quería ser un merecido homenaje se haya convertido en un ajuste de cuentas, en el que reparte estopa a diestro y siniestro, en ocasiones con extremada crueldad, contra todo aquel que considera que puso algún obstáculo en su camino. Incluso, en ocasiones, aprovecha algún pequeño incidente con escasa entidad para cambiar el concepto que un hombre tiene de otro, como por ejemplo que un ganadero decida llevar al taxidermista la cabeza de un toro de bandera para conservarlo como recuerdo de la bravura de su hierro.

Otras pequeñeces por el estilo le quitan valor a los varapalos que dedica a personas y situaciones que quizá merecen su crítica, aunque quienes hemos echado canas cerca del mundillo del toreo sabemos que suele producir elementos de una avaricia y un egoísmo sin límites, pero también personajes de auténtica categoría humana y profesional. Para muy pocos toreros la senda del triunfo fue un camino de flores. Todos tuvieron que sufrir informalidades, desprecios y desengaños hasta conseguir la categoría a que aspiraban. Pero es que el apoderado en cuestión da la impresión que “se la tiene guardada” a todo aquel que no le tendió una alfombra de terciopelo a los pies, a su paso por los vericuetos del negocio taurino. Lo cual refleja una especie de bisoñez y escaso sentido de la realidad. Arremete incluso contra aquellos miembros de la cuadrilla de su poderdante, que en un momento determinado decidieron cambiar de matador.

Conste que Néstor García me cayó siempre bien porque conocía de su lucha y su afecto a Iván, que tuve por un buen torero y una persona educada y respetuosa. ¡Pero es que el bueno de Néstor ha vapuleado a algunas personas que conozco y sé que no se lo merecen, y eso me subleva y me entristece! ¿Qué le vamos a hacer?

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