Leer una noticia

Previsible

Carlos Ruiz Villasuso
viernes 30 de marzo de 2018

Si es cierto que hemos hecho un toreo previsible es entre otras cosas, porque hemos hecho un toro previsible. La cuestión está en cómo se hizo el toro previsible y si es posible hacer más imprevisible al toro. Hay una forma de lidiar por tercios reglamentados que delimitan quites, puyazos, pares de banderillas, con una exactitud tan matemática en la norma que ya sabemos de qué se trata. De qué se trata al salir el toro, que ha de ir una o dos veces al caballo, que el quite corresponde a tal o cual, que casi nunca se hace, que son mínimo cuatro palos…. Un neófito que acuda a diez corridas de toros aprende esa matemática de tal forma que se puede convertir en un reclamador de la misma. Que falta un palo que está en el suelo, etc… Fabricamos un excelente aficionado.

Las faenas de muleta, si somos sinceros, sabemos ya casi al dedillo cómo las empieza un torero u otro. Sabemos que si el toro tiene inercia, pues de una forma, sabemos que si se para, pues el torero se pega “el arrimón”, mal llamado “efecto Ojeda”, porque el genio de Sanlúcar lo hacía al inicio, y no con el toro gastado y ya parado. Normalmente, el defecto de la espada errada viene de ese toro gastado al que no le queda ni ápice de alma para la última embestida. Hay que gastar sí o sí los diez minutos de norma. No importa la condición del toro, ni su bravura o su no bravura, su ímpetu, sus fuerzas. Hay que gastar los diez minutos.

Y en esos diez minutos, un neófito que vea diez corridas, aprenderá a censurar y valorar negativamente que un toro pise la muleta y desarme al torero. Un enganchón… defectos que lo son visualmente cuando el toreo, si es que es cultura, si es que es arte (vamos a ser sinceros), lo es en una obra donde cuenta tanto o más la intención que el trazo en sí. Y eso no se aprende en diez corridas. Eso sale del alma visual del aficionado o no sale. Chanelar de toros no está a mano de todos. Jamás le decimos al que nos escucha o ve una corrida que Velázquez sufrió mil “enganchones” al pintar Las Meninas. Paraba, rectificaba el color, el mal trazo, el mal dibujo… Pero eso en el toreo es imposible. Un cuadro no pega cornadas al pintarlo.

Ser aficionado a los toros, metido en la cuadrícula de lo previsible, es ser un observador de “defectos” y de “virtudes” que, además, tienen hoy la narrativa de lupa de aumento hacia el toro. Si tranquea o no. Si mete la cara abajo o no. Si además de meterla embiste con el pitón de dentro. Si, si, si… Y si hace eso, además, y el torero anda el hombre con sus “previsibilidades”, tenga el lector que, a buen seguro, el que tiene la culpa es el toro. Tanto es así que ya es aceptada esa barbaridad neonarrativa que dice que un torero, en el papanatismo que ya nos invade por doquier, “se ha inventado una faena”, o, peor, “se ha inventado un toro”. ¿Inventarse una faena? Pero, ¿quién se inventa un toro?… Yo creía que se inventaba la rueda, o la electricidad, pero una vez, no mil inventos de mil ruedas.

¿Podemos hacer imprevisible al toro? Claro. Primero porque lo ha de ser por naturaleza. Lo que sucede es que en la narrativa actual, se trata de adelantar sin fallar. El toro es así y por tanto hará asá. Y resulta que llegan dos ganaderías, la de Cuvillo (en manos de Álvaro) y la de Domingo Hernández, cuya máxima virtud (sobre todo en la segunda) es que no siguen esos parámetros de previsibilidad. Ejemplo. Toro de Ponce, cuarto, primer día. Un toro se frena sin pasar en el capote. No tiene celo en los primeros tercios. Ya va a ser malo. Se inventó el toro Ponce. No es cierto. Esta ganadería tiene toros de caligrafías tan escondidas que desnudan esa narrativa de la predicción.

Y hoy en día, el torero no tiene la culpa nunca (en realidad nadie es culpable porque el toreo es imperfección absoluta), el narrador, por supuesto que no, y entonces será el empedrado, que es el toro. Toro de Ponce de Juan Pedro: se va a acabar. Pues, joder, si duró y de qué forma. Pero entonces, se ha inventado un toro. No es cierto. Lo que sucede es que un grandísimo torero saca partido a las grandes virtudes del toro pero, en lugar de la narrativa positiva que no acose al toro, preferimos decir en narrativa negativa que lo mantuvo en pie y se lo inventó. . . Solo cuando un toro se comporta como tenemos admitida en la mente estática y previsible que ha de comportaste un toro, se le valora. Y entonces, se le da la vuelta al ruedo, como en Fallas al toro de Victoriano del Río.

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando