BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
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Tensión, espera y final feliz en la vuelta de Román

El valor y la fe del torero, también el buen bajío de un nudo de corbata, condujeron al triunfo / El interés que despierta Román en Valencia se confirmó con la presencia de medios valencianos en Toledo para dar información de su vuelta a los ruedos
José Luis Benlloch
domingo 08 de abril de 2018

Fotos: SASHA GUSOV

Román volvió ayer a los ruedos tras la cornada de las pasadas Fallas. Lo hizo con éxito final. Dos orejas y salida en hombros con sus compañeros, Eugenio de Mora y Juan del Álamo. Sucedió en Toledo en una tarde dura, fría e inclemente, en la que hubo que esperar al último momento para que se viese una excelente y diría que nueva versión del matador valenciano, que se mostró templado y torero, muy torero.

La corrida comenzó pronto. Estos días de compromiso van más allá de las dos horas de la plaza. En la habitación del hotel se sentía la tensión de las tardes difíciles. Solo las bromas del matador rompían el ambiente. Una frase, un guiño, una ocurrencia, Román daba confianza. Una cinta tensora en el pecho sujetaba los músculos heridos y disimulaba la cicatriz de Fallas. Era el único recuerdo visible. El resto, se supone, era procesión íntima, la que va por dentro. Grana y oro el vestido con bordados de corazones. Román está enamorado, apunta un amigo. No hay eco. Se calza la taleguilla con facilidad. Buena señal, te dices. No engordó un gramo en ese tiempo de descanso en que los toreros se ahorran los miedos. Román pide que le hagan otro nudo de la pañoleta: Lo quiero simétrico, dice. Eso se llama Windsor, le responde alguien. ¡Pues hacedme un nudo Windsor!, insiste. Manías de los toreros que hay que atender. Al final quedó el nudo como quería el matador y visto el desenlace de la tarde mucho me temo que será el nudo que le acompañe toda la temporada. Yo no me lo pensaría. Luego le ayudaron a ponerse la casaquilla, pidió el capote de paseo y la comitiva comenzó a abandonar la habitación. Fuera llovía, seguía lloviendo. Saliendo del hotel nadie podía asegurar que todos aquellos miedos previos fuesen a servir para algo. Sirvieron. Poco después escampaba y todos dijeron adelante -¡que salga el toro!- y el resultado, en la imperial Toledo, fue de puerta grande.

Hasta ese final feliz, Román tuvo que resistir una larga travesía. Le correspondió un toro duro y listo en primer lugar, serio y bien armado, que fue destemplándose según avanzaba la lidia y ponía en carne viva todas las dudas que asaltan las convalecencias de las cornadas. Luego llegó la lluvia, el frío, esa rasca que cala las taleguillas y endurece músculos e ideas, y hasta tuvo que resistir el triunfo de los compañeros que siempre presionan lo suyo. De Mora y Del Álamo tenían asegurada la puerta grande. Cuando saltó el sexto a la plaza la batalla de Román parecía perdida. Y más cuando el pupilo del Conde de Mayalde, negro y bien armado, se estrelló contra un burladero y salió tambaleándose. Se acabó pensamos. No perdió la fe Román, tampoco la templanza, y poco a poco fue creciendo el toro e inspirándose el torero. Aplicó los tiempos justos, recurrió a su valor, dejó ver una serenidad que no se le conocía y todos volvieron a creer en la faena y en Román. Todavía habría tiempo para triunfar y para sufrir. Un pinchazo y una voltereta que hizo temer lo peor, y una estocada, la estocada de la tarde, acabaron recompensándole todos los miedos y los suspenses que habían envuelto la tarde de la reaparición. Había valido la pena. Si yo fuese Román, que infortunadamente no lo soy, en la próxima tarde de compromiso, hoy mismo en Sevilla, pediría que me hiciesen el nudo Windsor.

TRES PUERTOS, TRES

Y es que la tarde de Toledo tiene hoy un punto y seguido de lo más trascendental, Sevilla. El valenciano debuta como matador de toros en la Maestranza. Primera corrida de la Feria de Abril. Una de las cartas clave que jugará este año para lanzar su temporada. Lo mucho que significa un triunfo en Sevilla lo saben los aficionados. Una ley de siempre del toreo asegura que las Fallas dan la alerta, Sevilla la categoría y Madrid el dinero. En las tres va a tener la palabra Román.

En Valencia ya se explicó. Las Fallas son el primer puerto del año, donde siempre las figuras y quienes aspiraban a serlo tenían/tienen que hacer el primer esfuerzo. En su ruedo juega un papel primordial el factor sorpresa y supone una especie de tráiler del año. Román lo pasó con nota alta, mostró progresos técnicos, pagó con sangre su arrojo y puso en alerta, era el objetivo, al toreo. Desde ese mismo día se sabe que hay un tipo joven que viene dispuesto a lo que sea y tiene cualidades para salirse con la suya.

La segunda gran parada del año es Sevilla. Hoy para Román. Desde siempre los triunfos en la Maestranza han dado categoría. Es público muy especial. Hoy lo comprobará el valenciano. Saben mucho de toros, siempre se dijo que si echabas una muleta al tendido la cogiese quien la cogiese, bajaba y pegaba pases. Además tienen un desarrollado sentido localista y nunca se rindieron con facilidad a los foráneos. De eso puede dar fe Ponce, al que le costó mucho convencerles y ni que decir el viejo Barrera, que después de cómo le trataron de novillero juró ser figura y no volver. Cumplió su palabra. También es cierto que su nieto, el actual Barrera, el mismo día de su debut como novillero abrió la Puerta del Príncipe.

La tercera pata del banco en la carrera de un torero es Madrid. Si no se triunfa siempre le faltará algo a la temporada. Eso es así cada año, incluso para los consagrados. Aquí es donde se sustancian los triunfos y sube la caché. En ese puerto, donde Román ha triunfado con reiteración, tiene este año tres actuaciones por San Isidro, más que nadie y más que en ninguna otra parte. La apuesta, decidida, personal e insistentemente por el propio Román, tiene la dificultad añadida de las divisas que ha elegido, Fuente Ymbro y Miura además de la de Juan Pedro Domecq. Que no se olvide del nudo Windsor. Todo es poco para tragos así.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 08/04/2018

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