La Pincelada del Director

Sevilla, de romperte la camisa a rasgarte las vestiduras

El Juli, única Puerta del Príncipe, vive su plenitud. La belleza de su toreo brota de la fuerza de su concepto lidiador
José Luis Benlloch
martes 24 de abril de 2018

Arrastrado el último miura de la Feria, esa es la tradición, tocan los balances. Sevilla 2018 ha tenido dientes de sierra muy pronunciados, pasó de las cimas a las simas, de la euforia a la desesperación con preocupante facilidad. Un día te podías romper la camisa de puro gozo y otras rasgarte las vestiduras de la desesperación. En ocasiones por culpa de los hombres, es decir, por motivos evitables o eso parecía, en otras porque las musas toreras andaban extraviadas y sin rumbo o simplemente fuimos víctimas de la propia condición del toreo, siempre tan imprevisible y tan ingobernable. El caballo de batalla principal han sido los toros. Los hubo extraordinarios, como dicen los taurinos, con mucho énfasis, con la a muy arrastrada ¡extraordinaaaarios! o y los hubo directamente infumables. Incomprensiblemente infumables. Porque si en la primera parte teníamos el argumento exculpatorio de que salían grandones y feos, por tanto poco sevillanos, cuando llegaron las corridas bonitas y parejas no evitamos grandes decepciones, fue el caso de los jandillas o los juampedros, preciosos pero vacíos. Garcigrande, Cuvillo y Fuente Ymbro, que soltó toros muy buenos y también toros duros, fueron las mejor libradas. En los tres casos hubo toros de mucha categoría. Dos y hasta tres en cada tarde, que si no perdemos el sentido de la realidad, son muchos. Que en una corrida haya dos, tres, toros cumbres es mucho; que en cada corrida haya habido algún toro y los hubo, que se fuese inédito al desolladero porque no encontró quien le expusiese y le plantase cara, es un despilfarro en estos tiempos y una gran pena. Lo dicho, en las tres corridas hubo toros para apostar que se quedaron sin apuesta.

Garcigrande, Cuvillo y Fuente Ymbro soltaron dos y hasta tres grandes toros cada tarde, que si no perdemos el sentido de la realidad son muchos y alguno hubo que se fue inédito al desolladero…

En lo que respecta a los toreros, los grandes triunfadores fueron los consagrados, las figuras, Juli sobre todos, no se atufe nadie, Manzanares, Talavante… obligación tenían. Ellos marcaron el techo artístico. Cada uno por su palo, con sus armas: pasión, elegancia y misterio por orden de aparición. El madrileño, única Puerta del Príncipe, vive su plenitud. La belleza de su toreo brota de la fuerza de su concepto lidiador, dije en Las Provincias. No es un estilista pero es técnicamente perfecto, tremendamente ambicioso, un tipo responsabilizado en su papel de figura máxima, sabedor que puede exigir por lo que vale y vale lo que hace y a ello se aplica. En Sevilla, primera cita fuerte en una temporada muy especial para él, se cumplen veinte años en la máxima categoría, salió bravo y furioso como un toro cuando los toros salían bravos y furiosos si me permiten una leve concesión a la nostalgia. Lo hizo los dos días, en los cuatro toros, de tal manera que no desaprovechó una sola embestida. Con los garcigrandes tocó la gloria, con los cuvillos, igualmente a gran nivel, saboreó la incomprensión de un presidente que no le entendió o, sencillamente, no se fió del gusto del público que pedía la oreja.

En la feria respondieron también con mucho carácter Garrido, Padilla, Fandi, Escribano, Curro Díaz… y se reveló y rebeló Pablo Aguado, que se ha ganado el derecho a nuevos retos. Es de los que valen la pena.

Y un párrafo final para la miurada. Corrida leal a la casa, muy bien presentada, nada fácil, con algún toro que dejó resquicios para el triunfo y dos toreros que lo buscaron con fe, con la de Miura o tienes fe o te empieza faltando algo. Pepe Moral, que ya había dado muestras de su buen momento, le cortó dos orejas, que son palabras mayores.

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