Hoy se torea mejor que nunca. Es innegable, y para comprobar esa realidad basta con comparar filmaciones y fotografías de los años heroicos del toreo con la actualidad. La diferencia en todos los aspectos es abrumadora. Pero a poco que uno se fije en la base fundamental de la lidia, que es por supuesto el toro, llegará al convencimiento de que la espectacular evolución del toreo en sus vertientes técnica y artística ha sido posible gracias a una mayor racionalidad y armonía en la presentación, trapío y bravura del toro. Los tiempos pasados no fueron mejores sino distintos. Pero como contrapartida, la fiesta de los toros, como espectáculo, ha perdido mucho de su capital fundamental que es la emoción.
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