La revolera

Morante & José Tomás

Paco Mora
viernes 11 de mayo de 2018

No hay ni una localidad para ver este sábado a Morante de la Puebla en Jerez de la Frontera, y lo mismo ocurre con la enésima reaparición de José Tomás en Algeciras, cuando aún falta más de un mes para el acontecimiento. Al margen de las consideraciones a que hubiere lugar, lo que queda claro es que hoy por hoy los dos toreros más taquilleros que se visten de luces son el de Galapagar y el de La Puebla. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Y resulta curiosa la coincidencia, porque invita a un análisis desapasionado de la realidad en que se desenvuelve la fiesta de los toros actualmente.

Algo debe tener al agua cuando la bendicen. Generalmente los públicos se apasionan en mayor medida con los toreros valientes y de acusada personalidad que se juegan la vida cada tarde. Belmonte, Manolete, Litri (padre), El Cordobés y después José Tomás, son ejemplos de los que podemos dar fe quienes ya tenemos más pasado que futuro. Y eso es así, aunque junto a la leyenda de la mayor parte de ellos haya cabalgado la sospecha del toro pequeño y hasta “afeitado”, siempre de determinados hierros que les eran propicios, y en algunos casos, como en el del fenómeno de la sierra madrileña, llevando sus toros del ramal, de distinta ganadería a los de sus compañeros de cartel. Y sin embargo la gente se precipita a sacar su boleto, sin importarle que su dinero sirva para hacerlo más rico todavía y solidificar cada día más su mito. De todos modos, JT está donde han estado siempre los toreros de su corte.

Pero en la actualidad, lo sorprendente viene por caminos distintos que nos deben hacer pensar. Porque Morante no es un legionario, ni fundamenta su atracción taquillera en el “yo me arrimo y salga el sol por Antequera”. El cigarrero es torero de un arte exquisito y su éxito popular no se basa en el sobresalto ni en arrollar la razón en pos del éxito. Morante trasmite emoción estética, arte, torería, elegancia y armonía, que fueron siempre armas que subyugaron a las minorías entendidas pero no al gran público. Estamos ante un torero singular, que cimenta su atractivo popular en la sensibilidad de los aficionados y espectadores que llenan las plazas al conjuro de su nombre. Retirémonos a deliberar.

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