LA CRÓNICA DE BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
Valencia - Novillada Picada - Sábado 12 de mayo de 2018Valencia - Novillada Picada - Sábado 12 de mayo de 2018

La festividad de la Virgen merecía más lujo

Cristian Climent corta la única oreja de una tarde que tendió a los grises
José Luis Benlloch
domingo 13 de mayo de 2018

Si el toreo fuese cuestión de números, bastaría con decir que Cristian Climent, novillero de la tierra, curtido en muchas ferias, cortó la única oreja de la tarde. Fue en la novillada de la patrona, fecha para la que por mucho que hayan cambiado los tiempos, usos y costumbres, uno siempre reivindicaría carteles de máximo rango. Bajo ese espíritu hay registradas tardes memorables en la historia de la plaza, las últimas aquellas corridas a la usanza valenciana de principios de este siglo que suponían, torería aparte, una manera deliciosa y educada de reclamar la personalidad y cultura de la tierra. Pero los tiempos cambian, hay que aceptarlo y a estas alturas abrir la crónica de la novillada con esas reflexiones puede entenderse como una manifestación de nostalgia cuando en realidad no es más que una reivindicación de la categoría de la plaza por no decir, en realidad no entiendo de números, una manera de apuntar un camino para su viabilidad económica. Valencia es plaza por su idiosincrasia de grandes acontecimientos y todo lo que sea apartarse de esa línea es caminar hacia ninguna parte.

En cuanto a la novillada de ayer hubo más cosas de las que señalaban las sensaciones finales. De lo bueno sucedido entresaco el buen toreo de Cristian, muy afortunado en el sorteo e incluyo su manejo de la capichuela. La gran calidad del primer novillo de la tarde y la templanza de Ochoa en el que cerraba plaza, eso sin negar la ilusión con pocos frutos del maño Jorge Isiegas. Y si no hubo más fue por el empeño de los chicos, ese es un mal general, de aplicar a todos los novillos la misma técnica. Todos buscan la misma faena, la muleta adelante, abajo y atrás. Nadie o casi nadie y casi nunca se fija en la partitura que tienen delante, que puede que pida tempo pausado, o más ritmo o más percusión, en realidad más matices, traducido al toreo la muleta más adelante, más retrasadilla, más aliviada, sin toques cuando no son necesarios, los toques siempre son recurso y defensa y ayer más de una vez volvieron locos a los novillos mandándolos para acá y para allá sin necesidad.

Los novillos de Gómez de Morales, divisa debutante en esta plaza, no fueron bonitos. Detalle que cuenta aunque no sea definitivo. Prueba de ello es que el primero de la tarde, feúcho de hechuras y de escaso cuello, resultó extraordinario, mientras que el segundo, bajo y bien hecho, torillo de los que enamoran en los sorteos, directamente no embistió. Fue bueno el tercero, con más cuajo de toro, en el que se vino a demostrar lo que puede pasar si uno no tiene en cuenta la partitura a interpretar. Su matador, con la mejor de las intenciones entiendo, le puso la muleta adelante, abajo y seguido, y en dos series dio al traste con todo lo que prometía su colaborador. El cuarto fue otro buen novillo, lo demostró de salida tomando con franqueza los vuelos del capote de Cristian, que tan a gusto como se encontraba prolongó el recibo hasta el exceso, a riesgo de caer en el abuso, nada que disminuyese la buena calidad del de Gómez de Morales en el tercio final en el que tomó la muleta con gran nobleza. Se acabó demasiado pronto el quinto aunque nunca sabremos si el haberlo llevado prácticamente de primeras a terrenos de chiqueros ayudó a ello o hubiese dado igual en qué terreno le planteasen la faena. Y el sexto quiso más que pudo, se lastimó en un giro apenas pisó la arena y aún así acabó embistiendo con dulzura, fundamentalmente porque Ochoa lo toreó como pedía, con la misma dulzura, con mimo, sin tirones ni prisas, de tal manera que cuando lo templaba con esas condiciones persiguió el engaño y lució su toreo.

Cristian tuvo una de sus mejores tardes en Valencia, bien es cierto que con menos vibración que en sus principios. Con la capa, queda dicho, que en los dos toreó con reunión y buen compás, y sus faenas, especialmente cuando manejó la derecha, tuvieron nivel. Eso lo detectó el público, que reaccionó con fuerza cuando se centró. La demora con la espada le dejó sin premio en su primero. Insistió por el mismo palo frente al cuarto, al que esta vez remató con la contundencia necesaria para cortar una oreja.

Ochoa se mostró como un torero de buen gusto al que no le deben sentar bien las urgencias de triunfo. Lo mejor de él surgió cuando encontró la pausa y dejó fluir el buen toreo. En su primero ya reseñé que lo acabó en dos series y en su segundo dejó ver el buen concepto que lleva dentro.

Isiegas no tuvo opciones, su primero, seguramente por falta de poderes, se defendió desde el principio; y su segundo queda dicho que amarró al suelo en cuanto detectó los terrenos de chiqueros.

Todo lo dicho se resume con la siguiente reseña: Novillos de Gómez de Morales, desiguales de juego. Destacó, por encima de todos, el primero. Cristian Climent, saludos tras aviso y oreja tras aviso; Jorge Isiegas, silencio y silencio tras aviso; Carlos Ochoa, silencio y ovación con saludos. Casi un tercio. Al término del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del torero valenciano Manuel Granero.

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