La Revolera

Todos los hermanos eran valientes

Paco Mora
sábado 19 de mayo de 2018

“Todos los hermanos eran valientes” fue una película de mi primera juventud, protagonizada por Robert Taylor. Titulo que bien se podría aplicar hoy a la saga torera de los Adame, el mayor de los cuales, Joselito, ha cortado esta tarde en Las Ventas una oreja de peso a un toro de Alcurrucen con las complicaciones propias de la bravura, que ha sabido resolver el azteca con solvencia y decisión. Trofeo valorado por la protesta de esa minoría de espectadores que va a la plaza de la madrileña Calle de Alcalá a armar bulla, que hizo acto de presencia ya ayer en la decima de abono, y parece que vino para quedarse durante todo lo que queda del ciclo isidril.

El linarense Curro Díaz ha demostrado esta tarde que, además de su gran clase y atractiva y archidemostrada torería, es un torero con mucha bragueta, pues después de un tantarantán para asustar al más pintado que le propino el que abrió plaza, un ejemplar de bella estampa, singular trapío y buidos y ofensivos pitones, se levanto y volvió a la cara del burel como aquel que ante el terremoto de San Francisco reacciona diciendo; “No deis portazos por favor”. Despenado el cinqueño Curro Díaz agradeció desde los medios una atronadora ovación. Se enfrento el del “pueblo andaluz y minero” a su segundo, haciendo alarde una vez mas de su magnífica colocación y el buen trazo y la hondura de su muleta. Pero aquello era luchar contra los elementos y cuando uno no quiere dos no riñen. No ha perdido Curro ni un adarme de su crédito en la primera plaza del mundo, que sigue a la espera de su triunfo definitivo que lo consagre como una de las muletas más importantes del toreo actual.

Juan del Álamo pugno con su lote en busca del triunfo. Los hados le fueron adversos pero demostró que hay en su toreo fondo de armario para muchas y mejores tardes. La corrida de Alcurrucen tuvo de todo menos falta de interés, ya que mantuvo en vilo a los tendidos durante las más de dos horas que duró el espectáculo. Nadie bostezó ni comió pipas ni cacahuetes. Lo que ocurría en la arena reclamaba la máxima atención. Y eso solo ocurre cuando se lidian toros-toros.

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando