La Pincelada del Director
Talavante se hizo más grande en Madrid.Talavante se hizo más grande en Madrid.

Violencia de género… taurino, claro

Actualmente hay tardes en las que más que ejercer la autocrítica, necesaria, parece que nos regodeemos en las carencias y nos queramos autolesionar la estima y eso sí que no es sano
José Luis Benlloch
martes 22 de mayo de 2018

Resiste San Isidro. Resisten los aficionados. Hay buen nivel. Los compañeros del deporte llaman a eso regularidad y lo valoran mucho. Todos los días, acepto casi todos, pasa algo reseñable. Con una frecuencia infrecuente en estas ferias. Recuerdo: Javier Cortés, Román, un Fortes impasible, Ureña, Ferrera, Manzanares, no digamos ya Talavante, también Adame y el otro Adame, Castella, Roca, Curro Díaz, el joven Espada al que un premio parece haber perjudicado más que ayudado… todos firmaron pasajes de gran nivel en la plaza de más exigencia. Hubo toros cumbre de los que pueden optar a premios, el Hechizo de Fuente Ymbro, el Cuba II del Puerto, el Ombú de Juan Pedro… Resulta difícil encontrar esa regularidad en años anteriores aunque ya se sabe que en la coyuntura de precariedad que vivimos todo sabe a poco. También sabemos que la insatisfacción es consustancial al buen aficionado. No es nada desdeñable, bien llevada diría que ejerce de estímulo. Y no digo que estemos bien ni que disfrutemos de la feria ideal, la felicidad total no existe, eso sería babería y llevaría directamente a la decadencia y a la involución, pero no estamos tan mal como queremos zaherirnos. El caso es que todo lo valoraríamos más si echásemos la vista atrás. Comprobaríamos que avanzamos. Si ponemos el vídeo, se nos caerían encima los palos del sombrajo incluidos los de tardes referenciadas como históricas. La de las seis orejas de Miguelín-68 mismamente de la que estos días se han cumplido años. Veríamos que afortunadamente ya son historia, negra, aquellas ferias desesperantes, de escándalo diario, de toros devueltos y corridas remendadas, de tres y cuatro hierros, tiempos en los que el simple hecho de que una corrida no se cayese era noticia para celebrar. Que no se derrumbasen era un objetivo que por sí solo satisfacía. A ver si no se caen, decían los ganaderos y los matadores y no digamos los empresarios y hasta el público que, en su versión más generosa o necesitada, -¡qué remedio!- llegó a encomiar a los maestros por su capacidad de mantener en pie los toros inválidos y les llamaba maestros en la materia. Afortunadamente son tiempos pasados, que se superaron con esfuerzo e inversión, de tal manera que han desaparecido aquellos desplomes aunque, es evidente, no parece que lo valoremos mucho. Actualmente hay tardes en las que más que ejercer la autocrítica, necesaria, parece que nos regodeemos en las carencias y nos queramos autolesionar la estima y eso sí que no es sano. Es violencia de género… taurino, claro.

Hay tardes en las que más que ejercer la autocrítica parece que nos regodeemos en las carencias y nos queramos autolesionar la estima y eso sí que no es sano

Sin irnos muy lejos de la cuestión, otro tema de debate y actualidad estos días isidriles es la vara de medir del público y sus bandazos, un día muy sensible y otros directamente insensible, días muy libre y días secuestrado por los prejuicios de una minoría o enganchados a una euforia desmedida. Al punto que no se sabe muy bien si la plaza se transmuta en parlamento o es el parlamento lo que parece una plaza de toros, ya saben, el realismo de lo estable y lo constitucional frente al ruido del populismo y lo quimérico, el tocar las narices frente a la conveniencia general, la oposición bien hecha o el todo vale, todo consecuencia de una educación, en este caso taurina, muy deficiente. En realidad un lío.

Tema de debate isidril es la vara de medir del público y sus bandazos, un día muy sensible y otros directamente insensible, días muy libre y días secuestrado por los prejuicios de una minoría o enganchados a una euforia desmedida

Les pasa también a los mismísimos presidentes. Unos días están muy impresionables y otros parecen de cemento. Alguna vez tendrán que tomar medidas. A quien le corresponda, a quien le afecte. No se trata de cesar a nadie, solo de elegir a los cualificados y no se hace. Eso mismo, ese desmadre transportado al mundo del deporte, de nuevo recurro a él, sería insostenible. Ardería el mundo. Aquí no arde nada más allá de las gargantas de los aficionados o la indignación íntima y silenciosa de los perjudicados que callan por si mañana me los vuelvo a encontrar. No es nada personal, mis respetos, ni nada profesional, otros tantos respetos a su curro, pero ahí está su carencia, en la falta de profesionalidad en el palco, en la falta de formación, de experiencia, en las sobredosis de vanidad, en los egos exacerbados, se sube uno al palco y el día siguiente se lía el fular al cuello o la manta o se echa el suéter a los hombros y se cree llamado a salvar las esencias del toreo que desde luego es tarea de lo más encomiable pero a la vez, practicada desde la ignorancia, altamente peligrosa. Aquí vendría que ni pintado el símil de la metralleta en manos del mono y el mundo cuerpo a tierra. Y si no mento casos próximos y directos es por no tensionar pero haberlos haylos, aquí y acullá. No es fácil entender que en un mundo tan profesional y tan arriesgado se esté en manos, excepciones al margen, tan indoctas ni mucho menos que gente cualificada y contrastada en el palco por razones ajenas al toro un mal día los acaben orillando. Es la señal de la poca consideración que la Administración le tiene al toreo.

Lo mismo los presidentes: unos días muy impresionables y otros parecen de cemento. Falta profesionalidad, formación, experiencia, sobra vanidad… Es la señal de la poca consideración que la Administración le tiene al toreo

A estas alturas comienzo a perder la esperanza de que el toreo sepa defenderse de estas cuestiones que pueden parecer domésticas pero tienen una grave trascendencia. Debería, el toreo como grupo, entender que no solo se palma por la acción de los antis o la influencia grandilocuente de los lobbys, que cuestiones como las que nos ocupan, en forma de autoridad necia o facultativos emboscados, socavan el día a día, minan y minan en una labor de zapa. Y para no confundirse, nada que ver con los ataques de realismo de los fundamentalistas de tendido pidiendo a diario lo imposible porque esos han sido elementos consustanciales al toreo como lo fueron los anti antes de echar bombas, y hasta se aceptan.

POSDATA.- Junto a los momentos dulces o triunfales de este San Isidro también hubo que tragarse píldoras de lo más indigestas: corridas elefantiásicas, otras mansas de solemnidad, alguna muy vacía y otras muy desclasadas, incluidas las de Juan Pedro y Alcurrucén, triunfadoras el año pasado y decepcionantes este para evidenciar lo difícil de la cuestión.

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