Cuando esta Espina entre en imprenta, noventa bicornes entre toros y novillos ya habrán sido arrastrados desde el ruedo de Las Ventas hasta el desolladero. Sin embargo, este San Isidro todavía no ha lanzado a ningún torero hacia el estrellato. Los triunfos hasta ahora han sido pocos y previsibles. Y no cabe el recurso de achacarle esa contingencia a la exigencia del público venteño que, efectivamente, es duro y exige pero también sabe volcarse con entusiasmo cuando los toreros se esfuerzan frente a toros serios y con dificultades. Talavante, Fortes, David Mora y Roca Rey pueden dar fe de ello. Es en la falta de toros realmente encastados y en el tipo adecuado para embestir donde hay que buscar la razón de que el encargado de engrasar las bisagras de la puerta grande que desemboca frente a la calle de Alcalá esté disfrutando de una feria tranquila.
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