La página de Manolo Molés

Las reglas del toreo

Manolo Molés
domingo 15 de julio de 2018

Yo lo confieso siempre. Para mí hay tres Antonios que marcan mi pasión por la Tauromaquia. Estos Antonios son: Ordóñez, Bienvenida y Antoñete. A partir de ahí, el máximo respeto a todos los demás, porque hay grandes toreros y hasta grandes héroes. Por ejemplo, y nunca sale en los cuadros de honor, ahí aparece un tal Francisco Ruiz Miguel, al que le vi cortar un rabo a un miura en Sevilla y luego salir triunfante en una carrera en la que toreó y mató lo que ahora no aguantaría ningún cuerpo sin reventar. Hay muchos toreros importantes en la larga historia de los últimos cincuenta años. Ese Viti, ese Puerta, ese Litri, ese Aparicio, ese Mondeño (torerazo, gay, fraile y residente en París)… Muchos toreros de época. Ahí está Paco Camino, “El niño sabio de Camas”, ojo a su capote -tampoco olvidemos a su amigo Diego Puerta-, su enorme torería con la muleta y su espada perfecta. Esa foto de Cuevas está ahí para cantar al verdadero y limpio volapié. Esa espada y esa raza de Jaime Ostos, cosido a cornadas y gestos de torero bravo. Ese Andrés Vázquez por las capeas y por las ferias grandes abriendo triunfos en Madrid con lo que le echen. Hay muchos toreros grandes. Espartaco, Paco Ojeda, Dámaso, Paquirri y un larguísimo etcétera. Hasta llegar a los noventa. Ahí revienta Enrique Ponce. Pocos recuerdan que en abril de 1991 (sí, el año del César) mató un corridón de Cuadri antes de San Isidro con un (casi) desconocido colombiano llamado César Rincón y un Ponce que todavía no había roto en figura grande. Ese año el colombiano reventó cuatro puertas grandes. Una de ellas mano a mano (en la corrida de Beneficencia) con Ortega Cano. Tres orejas para cada uno con toros de Samuel Flores.

LA SUERTE ES DECISIVA EN EL TOREO… PARA BIEN Y PARA MAL

La historia grande del toreo continúa con muchos más nombres. Pero un día, a Chenel, a un servidor y a veintitantos mil más en Las Ventas de Madrid nos entró el temblor de la épica viendo a un chaval de Galapagar llamado José Tomás robarle al imposible cuatro naturales impresionantes.

No se pueden saltar las reglas que dan misterio, justicia y verdad al toreo. Un
día quitamos el sorteo, o lo maquillamos, y a partir de ahí otro misterio menos.
Así va perdiendo la Fiesta eslabones de seriedad histórica

Y ahí creció un grandísimo torero, un figurón que puso a cavilar a los tres tenores y al de la banda de música. 1997, 1998 y 1999 fueron años espectaculares de José Tomás, valor, personalidad, triunfos y máxima figura del toreo. Solo se le escapó vivo (profesionalmente) Ponce, que no sucumbió al terremoto José Tomás. Luego vino la retirada. Nunca ya mejoraría sus años perfectos, aunque hubo tardes inolvidables. Luego la burbuja se hinchó. Se deja ver muy de tarde en tarde y eso funciona y multiplica su cartel y su morbo. Más aún tras la tremenda cornada que sufrió en México. Y ahora de vez en cuando aparece en silencio y llega la conmoción. Mide sus escasas apariciones y es como si de cuando en cuando pusieran caviar en la mesa de los toros. Caviar caro, caviar rentable, caviar imposible de analizar. Lo de Algeciras ahí está. Reventón. Todos los ricos de veraneo, aficionados que hacen un esfuerzo, la plaza llena. Estupendo. Mano a mano con Miguel Ángel Perera. Vale. Pero lo que no vale es: “Yo me traigo cuatro cuvillos y el compañero cuatro jandillas”. La Fiesta es un misterio y un sorteo de suerte o desgracia. Todo es suerte, o lo contrario, en la Fiesta. La suerte de lidiar, la suerte de picar, la suerte de quites, la suerte en el sorteo, la suerte en el último tercio, la suerte de matar… Y así podríamos desmenuzar todas las suertes de un oficio donde la suerte es decisiva para bien y para mal. Y obligatoria. Y ni es reglamentario ni es ejemplar lo de “yo me traigo cuatro cuvillos y los cuatro son para mí; tres y el sobrero”. No se pueden saltar, ni se deben saltar, las reglas que dan misterio, justicia y verdad a esta Fiesta. Mala cosa. Un día quitamos el sorteo, o lo maquillamos, y a partir de ahí otro misterio menos. Y lo ha consentido. Así va perdiendo la Fiesta eslabones de seriedad histórica.

SOLO LA SERIEDAD ES EL FUTURO, NO DEMOS CARTAS AL ENEMIGO

Luego, quien tuvo retuvo. Y JT hizo cosas muy bellas y toreras con su primer cuvillo, al que más cuajó. En los otros dos los momentos claves estuvieron más dispersos. Y dos cosas que no me agradan. Una: que aquello de Algeciras, junto a gente normal, se convirtiera en una orgía de ricos que presumían de haber pagado un dineral para encontrar una buena entrada; y dos: que a más de no sortear con la normalidad reglamentaria, la excitación emocional estuviera por encima de la razón taurina. Tomás dejó muletazos y lances de gran belleza porque tiene torería y personalidad y yo no olvidaré nunca su etapa competitiva con otras figuras a pecho descubierto. Ahí fue muy grande. Pero estas galas irritan al buen aficionado cuando ves o lees crónicas que dicen, porque es verdad: “Mató de estocada muy trasera y caída, lo cual no impidió que le otorgaran las dos orejas”. ¿Esto qué es? Las figuras sortean todas. Los Rafaelillos de turno matan miuras y cuadris y si la espada no está en el hoyo de las agujas como mucho escuchan palmas. Estos desequilibrios son los que no aguanto. Estos y otros. Ni yo ni cualquier aficionado normal. Me molesta la historieta, la multiplicación de la realidad y los trucos no permitidos en la Fiesta. Por lo demás, larga vida a JT. Si me preguntan por mis seis toreros preferidos, JT está ahí. Pero no en estos banquetes sino en tiempos en los que pasó por encima de casi todos. Con uno no pudo: Ponce. Y no deben de ser ni amigos. Mira, ese sería un buen mano a mano. Pero con sorteo. Y te repito: está entre los seis que más me han gustado y he disfrutado. Que quede claro. Que la luz del enorme foco tomasista no ensombrezca la seria, honda, profesional y triunfal actuación de Miguel Ángel Perera. No fue el convidado de piedra, ni mucho menos. Ni desentonó ni estuvo por debajo. Creció esa tarde y se dio el gusto de ese mano a mano con la leyenda. Y ahora, cuando todo vuelva a la normalidad, cuando las tardes de toros cumplan todos los requisitos que hacen grande e imprevisible este espectáculo, si algún día se vuelven a cometer atropellos de ventajas, que sea para que Javier Castaño mate una de Cuvillo, para que Octavio Chacón mate una de Zalduendo, etc. Y que no sorteen… se armaría la de San Quintín. Te digo una última cosa: en el toreo, la misma ley ha de ser para todos. Luego las figuras tendrán las corridas más agradables. Eso es legal. No sé si del todo lógico. Pero es legal. Lo ilegal es convertir las suertes del toreo (intocables) en un capricho o en un trágala. No demos cartas al enemigo. Solo la seriedad es el futuro. Y eso está reglamentado. Cúmplase. Pero para todos.

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