La Pincelada del Director
Pamplona, 13 de julio de 2018Pamplona, 13 de julio de 2018

Roca y Padilla, la tormenta perfecta

El peruano cada día le pone más tierra de por medio a su generación. Ha pasado de ser galgo limpio y ambicioso a liebre a perseguir… A Padilla no quieran entenderlo, no apliquen la lógica ni medida estándar alguna. Eso lo hace un torero, o mejor lo hace Padilla, o es imposible
José Luis Benlloch
lunes 16 de julio de 2018

Entonado el Pobre de mí, queda el recuerdo de un San Fermín espléndido. Mucha gente en la plaza, mucha paz en la calle, pocos percances, en realidad una milagrosa normalidad en ambiente tan intenso, tan vivido, tan pasional, de tanto toro… y hubo dos toreros sobre todos, uno que llega y otro que se va, Roca y Padilla. Dos truenos con un pañuelico en el alma, dos tipos que ni nacidos con la marca San Fermín encajan mejor con el santo. El peruano reafirmó su deslumbrante momento. Podría decir pletórico momento, también gozoso por el gusto que da verle pisar la plaza con tanta disposición, por su impactante seguridad, sus andares dominguinescos, por su ver toro en cualquier parte e incluso ver muchos toros que otros no ven… Se podría hablar también de la plenitud de RR si eso no supusiese ponerle límite a su desarrollo. A mí y a cualquiera nos gustaría pensar que su plenitud está por llegar. ¡Y está por llegar!

Lo cierto es que cada día es más evidente que el peruano llegó para quedarse. Que cada día le pone más tierra de por medio a su generación. Ha pasado de ser galgo limpio y ambicioso a ser liebre a perseguir con más rapidez de lo que venía sucediendo en los tiempos actuales en los que se asegura/aseguramos, nada más contrario a la conveniencia del toreo, que los toreros necesitan tiempo para hacerse. Sentencia que aunque cierta no pasa de ser recurrente consuelo si se aspira a lo máximo. Los toreros lo que necesitan es novedad, ansia, valor, arrojo y arrebato, ya vendrán tiempos para otras mistificaciones. Y todo eso lo tiene Roca y en la medida que lo conserve seguirá creciendo y poniendo tierra de por medio a los de su tiempo, a los de tiempos anteriores y a los que asomen más tarde. Y así hasta que salga otro con novedad, ansia, valor, arrojo, arrebato… ¿Dónde está, por Dios? Hace falta. A los toros uno va a emocionarse y la emoción más directa es la que surge del riesgo, de lo que parece imposible, de lo que no se espera, de eso que te hace pensar que tú, en realidad ni tú ni nadie, no eres capaz de hacer. Luego hay otros caminos menos directos, los de cocción lenta, los de la inspiración, la estética… nada desdeñables pero con más curvas en las que salirte durante la gran carrera.

Roca Rey tiene novedad, ansia, valor, arrojo y arrebato. Ya vendrán tiempos para otras mistificaciones

El impacto Roca Rey no es maná llovido ni fruto del sistema ni del marketing, surge de dos factores, de las condiciones del torero y del beneplácito del público que está por encima de todo, incluidas las críticas, los dogmas y los sistemas. Bastó con ver cómo reaccionaba Pamplona para entender que Rocarrey, así, todo seguido, así le refieren las gentes, llega al alma de los públicos. Rescatar la atención de las peñas que a esas horas de la tarde están enfrascadas en la manduca y en esos colosales karaokes que se montan un toro sí y otro también, es tarea reservada solo para los elegidos. Lo logró una tarde y lo logró otra y en esa dinámica hay que pensar que más tardes que hubiese comparecido, más tardes les hubiese hurtado la merienda y los karaokes al mocerío. Y lo mejor, su impacto, está comprobado, va más allá de Pamplona, hace tiempo que el efecto RR tiene cualidades expansivas evidentes.

Lo de Padilla fue de lo más emotivo. Otro que llama directamente al corazón de las gentes. No se trata de nada nuevo en el caso del Ciclón, pero que siga siendo así tantos años después, tanta sangre después, tantos batacazos de por medio, le sigue confiriendo carácter de noticia y le sitúa directamente en el territorio de los héroes clásicos en tiempos actuales. ¡Una peana, por favor! Así que no quieran entenderlo, no apliquen la lógica ni medida estándar alguna. Eso lo hace un torero, o mejor lo hace Padilla, o es imposible. Realmente es cosa de locos. Su aspecto de corsario, aquellos toros/torazos circundando su figura, las sensaciones de lucha, sus imperfecciones técnicas, su prohibido rendirse que llevaba implícito cada lance y cada muletazo, te acongojaban. Los resultados eran evidentes. Veías levitar la plaza, escuchabas el rugido de la masa y había que convenir, bendita locura. Escondan los cánones, guarden su fervor por la exquisitez, ¡vivan los cojones! con perdón y sin perdón. ¡Vivan los cojones!, insisto, mañana ya tocará el arte que no crean que no es necesario ni que no se echa de menos, tanto o más, pero hoy tocan…

Con Padilla escondan los cánones, guarden su fervor por la exquisitez y ¡vivan los cojones! Mañana ya tocará el arte

Los sanfermines-18 tuvieron otros nombres y otros matices. El piso duro del ruedo mismamente, que tantas manos de los toros quebró y tanta urgencia merece; hubo orejas de más que aunque no contravinieron el prestigio de la plaza que siempre contará con el paraguas de Pamplona es así, sobrar, sobraron; hubo menos cánticos y desatenciones durante la lidia de los toros y se agradeció; y hubo tal velocidad en los encierros que muchos comienzan a creer que se ha perdido la esencia de los viejos tiempos y el tema merecería una reflexión. En cuanto al nivel ganadero, sin haber corridas o toros excepcionales, hubo una excelente media que encabezó el lote de Jandilla. Y hubo toreros que dieron la talla, Román y Ureña en los comienzos; Perera, que sigue sin espada; Emilio de Justo, Chacón, Pinar… ahí hay un cartel para cuando hagan falta toreros de una pieza, de pocos remilgos y mucho corazón, para entendernos, de los que no quieren perderse en las curvas de los mimos.

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