REPORTAJE

El toreo vuelve a las calles valencianas

Las peñas de la Comunidad Valenciana podrán aprovechar la infraestructura del festejo popular para organizar clases prácticas para los alumnos de las escuelas taurinas
José Ignacio Galcerá
lunes 16 de julio de 2018

El toreo recupera su sitio. Las calles de la Comunidad Valenciana, donde históricamente forjaron sus carreras tantos y tantos toreros de todos los rincones del país, volverán a ver torear. De este modo recupera un terreno que había perdido en los últimos años y que desde ya es una realidad gracias a un decreto del gobierno valenciano y del empeño de la Federación de Peñas de Bous al Carrer, que se había marcado en rojo el objetivo de rescatar una tradición que sirvió de vivero para muchos novilleros.

El viejo anhelo llega tras dos años de trabajo entre las peñas y la Administración, que ha incluido en el reglamento la celebración de clases prácticas en los recintos destinados al festejo popular. Dicha modalidad, que no estaba contemplada en el decreto actual, figura ya como legal y regulada, lo que permitirá que los organizadores de bous al carrer puedan aprovechar los permisos y la infraestructura para ofrecer a los alumnos de las escuelas taurinas la posibilidad de torear en la calle aunque sin dar muerte al animal. La medida, una excelente noticia para la Fiesta, supone un escaparate de auténtico lujo para los becerristas por ser un complemento a la gran labor que realizan las escuelas taurinas en su formación y aprendizaje y por ser, además, una ventana más de promoción y divulgación de la Tauromaquia que regresa a las calles de los pueblos, que siempre fueron el punto de partida de la afición de muchos jóvenes.

LA CALLE, EL ORIGEN DE TODO

Recuperada la tradición, es momento de echar la vista atrás y rememorar viejos tiempos. La Comunidad Valenciana siempre fue un vivero importante para los toreros de la tierra, pero también para muchos que llegaban de fuera en busca de oportunidades. Capas y maletillas llegados de todas partes del país acudían a los pueblos de Valencia en busca de una oportunidad. Las peñas y comisiones les brindaban a jóvenes hambrientos de triunfo la ocasión de torear. Uno de esos chavales que dejó su casa buscando la gloria fue Santiago López. De su Granada natal a Valencia. “En aquellos años los pueblos de la Comunidad Valenciana eran la mejor escuela que podía haber”, afirma Santiago López. “En todos los pueblos se llegaban a matar dos o tres novillos. De allí salieron varios toreros, entre ellos Ricardo de Fabra, que era muy conocido y que fue el que más popularidad alcanzó. Yo participé en bastantes festejos. Era una escuela buenísima”.

Santiago López: “En aquellos años los pueblos de la Comunidad Valenciana eran la mejor escuela que podía haber”

Las peñas eran las encargadas de contactar con los novilleros para que actuaran en sus pueblos y las buenas actuaciones daban el pasaporte para seguir toreando. “A medida que toreabas en algún pueblo y estabas bien, te ibas granjeando cierto nombre entre los aficionados y captando la atención. Si estabas bien, venían a buscarte. Siempre había ofrecimientos de las peñas de otros pueblos para torear, ellos eran los encargados de ponerse en contacto con nosotros”, señala Santiago López, que recuerda aquellos días llenos de ilusión. En algunos pueblos se celebraba primero la parte seria y luego el festejo popular, o al contrario, pero en todos, rememora, se vivía la Tauromaquia con enorme entusiasmo. Eran tiempos en los que apenas unos jóvenes aspirantes levantaban pasiones en cada localidad a la que acudían. También eran años de apreturas, de buscarse la vida. “Recuerdo un día en Artana, un pueblo de Castellón, al que fuimos a torear. Pero además de torear, también teníamos que vivir, claro, había que comer y estuvimos tres días comiendo, eso sí, solo comimos naranjas”, afirma entre risas antes de añadir la generosidad y el buen trato recibido en los pueblos. “Luego las peñas se comportaban muy bien con nosotros y nos daban una ayuda para subsistir”.

Torear en los pueblos suponía para muchos el primer contacto con el toro y también con el público. “Participar con público cambia mucho, es muy diferente a hacerlo en una ganadería a puerta cerrada que tenerlo que hacer delante de mucha gente. Ese paso, que parece pequeño, es fundamental para los toreros”. Con esta iniciativa, la calle servirá para reforzar y complementar la labor tan positiva que realizan las distintas escuelas taurinas en la formación de jóvenes valores. “Es una oportunidad extraordinaria porque van a tener la ocasión de darse a conocer ante mucha gente”. Igualmente, las clases prácticas, en opinión de Santiago López, “serán un foco para crear afición, hay mucha gente que quizá no haya visto torear en directo y tener la posibilidad de ver ahora a chavales torear un novillo en su pueblo, en las calles donde han nacido, va a ser un aliciente muy importante para que los más jóvenes se acerquen a la plaza y fomentar el toreo a pie”.

FABRA, UN ÍDOLO POPULAR

De aquella época en la que los pueblos eran la mejor escuela para aprender a torear surgió, por encima de todos, Ricardo de Fabra. Natural de Alcàsser y criado en Torrent, fue un auténtico ídolo para los aficionados de l´Horta Sud de Valencia. Su formación fue única y exclusivamente en las calles. “De hecho, antes de debutar como novillero solo hice un tentadero con Luis Miguel Dominguín en la ganadería de Atanasio Fernández. Solo uno”, recuerda. Cuando el aprendizaje se reducía a las vacas y becerros que se toreaban en los pueblos y no había escuelas oficiales, Ricardo de Fabra alcanzó gran fama. “En las calles era donde uno se hacía torero. El oficio se aprendía a base de palos, de cogidas, de volteretas. Se aprendía en la calle. Los chavales de ahora están muy espabilados, parecen figuras, torean perfecto, pero antiguamente era todo a base de palos. Ibas a un pueblo y salías de allí desnudo de las cogidas”, señala. Entre las vivencias de esos años, Ricardo de Fabra no podrá olvidar nunca la primera vez que toreó en público. “Fue en Real de Montroy y estuve más tiempo por el aire que en tierra”.

Tras aquel accidentado debut, su popularidad fue en aumento, tanto que si unas fiestas tenían que tener categoría no podían dejar de contar con Ricardo de Fabra. “Los clavarios de las fiestas me daban por entonces 12.000 ó 15.000 pesetas”, rememora antes de añadir: “En los pueblos llegué a torear unas 70 u 80 vacas, más o menos, cada vez que iba a torear era una fiesta enorme, venían a casa a buscarme y luego el alcalde me invitaba a cenar y al baile. A Montserrat tenía que ir todos los años, me reclamaban para sus fiestas y llegaba a torear dos tardes cada año. También toreé en Catadau, Llombay, Montroy, Real de Montroy, Turís, Alcàsser… Los festeros me decían: “Che, Ricardo, ¿no podrías venir a torear para ver si nos podemos salvar este año?” En Silla, por ejemplo, toreé un becerro y el primer televisor que tuve me lo regalaron allí después de torear”. Las anécdotas se agolpan. “Un día un amigo de Turís me llamó para torear porque su hija era festera. Me dijo que tenía que ir pero yo no tenía ningún vestido. Entonces él me dijo que me lo regalaba. Fui a Aparicio, un hombre que confeccionaba trajes cortos en Valencia, pero ese día no estuvo acertado. Me hizo el traje de 14.000 trozos, no lo dejó nada bien, un arreglo de aquí, otro de allá… aun así fui a torear feliz”, afirma entre risas.

Santiago López: “A medida que toreabas en algún pueblo y estabas bien, te ibas granjeando cierto nombre entre los aficionados y captando la atención. Si estabas bien, venían a buscarte”

Ricardo de Fabra recuerda con nostalgia aquellos años en los que asegura que el toreo se vivía con más fervor que en la actualidad. “Había más pasión, sin duda, la gente llenaba los cadafals, se montaban las plazas con carros, con madera. Cada vez que algún novillero iba a torear a algún pueblo suponía una fiesta enorme”, confiesa y prosigue: “Mi época era muy bonita porque en todos los pueblos de la provincia de Valencia se toreaban toros y vacas en la calle, se hacía también el festejo popular y, sobre todo, se celebraban sin los problemas que hay ahora con tanto papeleo. Es fundamental recuperar lo que fue aquello. Había un gran ambiente”. Al hilo de esta reflexión, el torero valenciano confiesa que la medida de volver a torear en las calles solo tiene tintes positivos. “Es importante para los chavales, para los pueblos y para los aficionados para que revivan el toreo como antiguamente. Puede generar mucha afición entre la juventud”.

Ricardo de Fabra: “En las calles era donde uno se hacía torero. El oficio se aprendía con las volteretas. Antiguamente era todo a base de palos. Ibas a un pueblo y salías de allí desnudo de las cogidas”

Además de suponer un impulso para la promoción de la Tauromaquia, la iniciativa servirá para dar a conocer a los becerristas. “Yo entré en Valencia en un festival después de tener mucha fama en la calle, donde tenía un gran ambiente. Tras ese festival, entré en la novillada de las Fallas. Éramos muchos toreros en aquella época: Santiago López, Fernando Conejero, Julián García, Vicente Luis Murcia, Enrique Patilla, José María Membrives, Alejo Oltra, Pepín Amorós… todos salimos de las calles”.

“HAY QUE SUMAR EN BENEFICIO DE LA FIESTA”

“Estamos muy contentos e ilusionados por esta iniciativa, es un paso muy importante que llega tras mucho esfuerzo y trabajo”. Son palabras de Vicente Nogueroles, presidente de la Federación de Peñas de Bous al Carrer de la Comunidad Valenciana, quien hace una valoración de la medida. “Aprovechando un escaparate único como son los 9.000 festejos que se dan al año en nuestras calles, la peña o comisión organizadora podrá utilizar la infraestructura del festejo popular para realizar clases prácticas para los chavales de las escuelas de nuestra comunidad o cualquier rincón de España”, explica.

Ricardo de Fabra: “Los clavarios de las fiestas me daban 12.000 ó 15.000 pesetas. Venían a casa a buscarme, luego el alcalde me invitaba a cenar y al baile. Cada vez que iba a torear a un pueblo era una fiesta enorme”

Pese a que históricamente muchos novilleros y matadores de toros forjaron sus primeros pasos en las calles, en el año 2007 se estimó eliminar del reglamento la posibilidad de torear en un recinto destinado al bou al carrer. “En aquel momento no entendimos aquella decisión, por eso hemos peleado estos dos años para recuperar esta tradición. Debemos aprovechar el entusiasmo de las peñas, que de esta manera podrán dar variedad a sus programaciones y ayudar al festejo mayor. Respetando la idiosincrasia y la filosofía del festejo popular y el de la plaza, creemos en la unión de ambos, los dos espectáculos tienen que estar unidos desde la base. Hay que sumar, no se puede dejar escapar ninguna oportunidad que vaya en beneficio de la Fiesta”.

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