La Pincelada del Director

Bilbao en la encrucijada, cuidado con los empujones

La feria acabó siendo un tobogán vertiginoso de amores y desamores, de caminos encontrados, un serial capicúa, muy bien al principio y muy bien al final con un interregno negro marcado por el juego de unas corridas que no dieron la talla a que obligaba su prestigio
José Luis Benlloch
lunes 27 de agosto de 2018

Bilbao ha sido el tema de la semana. En la plaza, en las tertulias, en las redes, en los despachos. Bilbao es mucho Bilbao. Llegado agosto no hay otra feria que decida más. Ni que se discuta ni atraiga más. Ni plaza que ahora mismo apetezca más en las altas instancias del toreo. Ojo al cristo, cuidado con los empujones. Volvamos al ruedo, los triunfos en esa Vista Alegre cotizan alto. Y al revés. Los toreros lo saben y estrujan el amor propio. Es una responsabilidad asumida. Nadie quiere irse de vacío. A Bilbao no se va a pasar el tiempo y si alguno tiene la tentación o no le llega la gasolina, lo paga. Nadie sale indemne. Triunfo o bache. En este sistema o en el otro o en el de más allá. Una pájara en ese puerto cuenta y pasa factura. En justa correspondencia, un tirón te saca del pelotón y te lleva a la cumbre. Ahí está la resonancia del triunfo alcanzado por Roca Rey, cada vez más encaramado a lo más alto de los altares. Cada día mejor torero y cada día más discutido, que es la mejor demostración de su ascensión. Ya son ganas de negar la evidencia, pero no es novedad. ¿Torear derecho, despacio, largo y seguido y además pasártelos muy cerca, es malo o populista?… ¡Vamos, hombre, con los doctos! Otro tanto se podría decir de la gran tarde de Urdiales, que ha reavivado las devociones de propios y ajenos con una fórmula muy de siempre, naturalidad y buen gusto. Torería. Sin esfuerzo aparente. No sobra lo de aparente a riesgo de quitarle importancia a la naturalidad. Los dos, Roca y Urdiales, ¡viva la diversidad!, tan distintos en sus estilos, en sus trayectorias, tan alejados en el tiempo también, una generación les separa, salieron triunfantes y lanzaron a los cielos una Aste Nagusia que estaba sufriendo en exceso por lo malas que habían sido las malas tardes, por lo seguidas y por lo mucho que se necesitaba una feria triunfal que ganase cuota de futuro.

Roca Rey es cada día mejor torero y cada día más discutido, que es la mejor demostración de su ascensión. ¿Torear derecho, despacio, largo y seguido y además pasártelos muy cerca, es malo o populista?… ¡Vamos, hombre!

No fueron los únicos que triunfaron. En los comienzos del serial Álvaro Lorenzo, Fortes y Román, estos dos sin cortar oreja, esa es la fuerza de Bilbao, salieron fortalecidos para lo que queda de año y para el que viene y dieron lustre a una feria que acabó siendo un tobogán vertiginoso de amores y desamores, de pasiones desatadas y caminos encontrados, un serial capicúa, muy bien al principio y muy bien al final con un interregno marcado por el juego de unas corridas que no dieron la talla que hacía imaginar su prestigio, historia y precio. Tres fiascos ganaderos continuados son muchos, tres tardes tan negras sobre todo si llegan tan seguidas, con motivos tan incontrolables, ¿qué hacer?…, te empujan a la desesperación y eso es lo que pasó.

Urdiales ha reavivado las devociones de propios y ajenos con una fórmula muy de siempre, naturalidad y buen gusto. Torería. Sin esfuerzo aparente. No sobra lo de aparente a riesgo de quitarle importancia a la naturalidad

Luego se hizo la luz. Llegó Roca contra viento y marea, subido en esa tormenta que parece desencadenar él mismo cada tarde para todo seguido ignorarla y domeñarla a golpe de corazón. Lo intentó el primer día y sólo el mal uso de la espada en tipo tan seguro y contundente con los aceros le privó de sustanciar el triunfo en orejas. A propósito, la espada del peruano es de las más puras del momento: se perfila en corto, la muleta al hocico -no confundir con taparle la cara al toro-, ataca por derecho, arrastra la pierna izquierda, sin saltos ni martingalas, sin salirse de la rectitud, y no son pocas las veces que antes de cruzar la aduana el toro lleva la espada en lo alto. Con esa fórmula puede que los pinche pero no es lo lógico y hasta estaría disculpado. Es lo que debió pensar Matías, Matías González es Bilbao, cuando tras aquel agarrón, un baile dramático y poderoso de RR con el último toro de su feria, sacó los dos pañuelos en vuelo sincronizado que dinamitaron lo que había sido hasta ahora un axioma: en Bilbao, con pinchazo no hay paraíso. Pues esta vez lo hubo. Era justo, necesario y conveniente. Y el día siguiente lo mismo con Urdiales. No estoy tan seguro de que acertase devolviendo el toro quinto de Alcurrucén por haberse partido el pitón en la plaza -el pitón es la punta-, sobre todo por lo que perdimos con el cambio con aquel toraco, más berrendo que girón, que hizo insuficiente la ciencia de Juli, que se recomió sus entrañas de torero por no poder ir más allá en su intento de imponer sus reales en Bilbao. Otro tanto le pasó a Ponce con la espada y con sus toros, panda de esaboríos, el de Chiva también es Bilbao, diría que más que nadie, eso se nota en la taquilla, en el ambiente, en la acogida y en la respuesta del mismo Ponce. Un caso el suyo. Un ejemplo. Lo mismo que Juli. Veteranía sostenida y justificada. Los toreros no se van, a los toreros los echan y por ahora no ha nacido quien les empuje a estos. Y para cerrar, otra tarde que cumplió con el guion: miuras con tres tíos dispuestos a jugarse la vida, Chacón, Moral y Leal, y vaya si se la jugaron. Lo de Juan fue un acto de heroísmo merecedor de la mejor suerte. Ya le tienen que atender ¡coño! o es que no hay corazón. Los tres salieron reafirmados de Bilbao.

El de Chiva es Bilbao, diría que más que nadie, eso se nota en la taquilla, en el ambiente, en la acogida… Un caso el suyo. Lo mismo que Juli. Veteranía justificada. Los toreros no se van, a los toreros los echan y por ahora no ha nacido quien les empuje a estos

Se acabó la Aste Nagusia 2018 y Bilbao sigue siendo mucho Bilbao y debe seguir siéndolo a riesgo de una pérdida irreparable. Así que sería bueno aparcar diferencias más allá de la búsqueda de un buen futuro que en gran medida se va a dilucidar este invierno con un cambio de modelo en la gestión. En realidad se trata de una espantada, una más, de la administración que, ya sabemos: o hay moneda o se aparta. No es una buena noticia pero parece decidido. Ahora toca que acierten con las personas, con los compromisos de promoción, con los tiempos, también con mecanismos de control… No va a ser fácil. En este mundo del toro ninguna concesión, está más que demostrado y sufrido, ninguna concesión es fácil, así que se avecinan tiempos de más controversia. Solo queda que acierten.

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