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Carlos Ruiz Villasuso
sábado 01 de septiembre de 2018

Hay un target en los que tengo escaso mercado. El de los presidentes, autoridades y demás de las plazas de toros. En las propiedades de las plazas tampoco me hacen la ola, en el banco se meten debajo de la mesa al verme, la que no huía ahora sí… en realidad mi target es apocalíptico. Cada vez que digo o escribo que tal actitud de un presidente en Madrid, en Bilbao, en tantas y tantas plazas, me suena a una cuestión medieval, en las redes piden mi cabeza y solo tengo una. Y la aprecio. Pero siempre mantendré que el elitismo absurdo de conceder la autoridad de decisión cultural de premio sobre la obra de un artista, el torero, a una sola persona, es una cuestión de la Baja Edad Media.

He visto decisiones humillantes para el público, para el toro, para el torero. La obra cultural del toreo pasa por tal o cual reglamento que concede autoridad de juicio final a un solo señor. No me importa quién sea. Si es el mismo Dios, sigue siendo una mamarrachada, si es mi señora madre (q.e.p.d.) sería la misma cacicada. El mal menor de las decisiones erradas son las decisiones por mayoría. Y lo digo a sabiendas que la mayoría que lee (de una inmensa minoría que por lo menos lee) elije ese horror del código Da Vinci y no a Mario Benedetti. Dicen que eso es la democracia. Pero no estoy de acuerdo, en absoluto, con lo que todas las asociaciones del sector han hecho para recusar a la presidenta de La Malagueta. No lo estoy.

Este arte es presidencialista y administrativo y eso no es arte ni es cultura sino celo autoritario. No me gustan muchas de las decisiones y actitudes de Ana María Romero y lucharé contra ellas. Pero, precisamente por ello, quiero que cambie el sistema que elimine el arbitrio. No al árbitro que me pita mal sino al sistema que permite que me piten mal

Es más, han podido crear un problema de proporciones bíblicas. Bastaba con que ella, la presidenta, se pusiera en contacto con el sector de corriente feminista (a ver si se enteran antes de dar un paso de lo que pasa en este país) que incluye a todos los sectores de mediáticos y de poder, para formarles un lío con regalo del kit del ahorcado. Al toreo. Machismo de libro. ¿Argumentos? Bastaba con que la presidenta documentara en un plis plas las cacicadas de presidentes hombres en plazas de mayor peso: Madrid, Bilbao, Donosti… para argumentar, no sin razón, que contra esos caballeros, los toreros, los empresarios, los ganaderos, etc.., no dicen nada. Se callan (vergonzosamente, por cierto). Pero sí lo dicen todo contra una presidenta. Solo con este argumento, razones al margen, la cagada de los lumbreras habría sido universal. Con el verano buscando carnaza, se han salvado por decoro. De ella.

Pero no es ese mi argumento. El mío afirma que es discriminatorio, sí, pero no por razón de sexo sino por razón de coherencia, pues hay más lugares y desde hace más tiempo, donde el palco manda y hace lo que la señora hace en Málaga. Lo mismo. Y los mismos profesionales no han tenido el mismo criterio, actitud y cojones, hablando en plata, para recusar y poner a presidentes de Madrid donde tienen que estar, en su casa. Ni se sonrojan con ver en Bilbao un presidente que lleva más tiempo ahí que la bandera, cuyo historial de lamentaciones contra el toreo llena varios libros. Y muchos más. No. Ahí hay una sumisión excelsa. Nos digan por qué. Porque sin duda alguna ha de haber un porqué para que, en un lado sea negro y en otro blanco. Y si quieren hablamos de esas razones: las mismas porque las que nadie tiene lo que hay que tener para decir que muchas propiedades de las plazas están robando y desvalijando al toreo. No se dice, no sea que vaya a pasar algo.

El problema no es una u otra cacicada. El problema es que lo que hace una presidenta o un presidente, lo pueden hacer por autoridad concedida por una norma. Por tanto, si se quitan de en medio a una presidenta, puede sustituirla otra y otro aun más caciquil. ¿Se enteran o no se enteran?, coño. Cambien este sistema de cultura presidencialista, sean coherentes. Pero claro, cuando pasa algo en Madrid o en Bilbao, los palos que los dé Villasuso u otro de la prensa y que nos partan la cara porque, además, resulta que estamos coludidos con los del poder. Pues ya ven que no.

No me gustan tantas y tantas decisiones presidenciales. Este arte es presidencialista y administrativo y eso no es arte ni es cultura sino celo autoritario. No me gustan muchas de las decisiones y actitudes de Ana María Romero y lucharé contra ellas. Pero, precisamente por ello, quiero que cambie el sistema que elimine el arbitrio. No al árbitro que me pita mal sino al sistema que permite que me piten mal. En cuanto a la mención que se hace de sus hermanos, profesionales del periodismo, prefiero no escribir nada. No por corporativismo. Hacía tiempo que algo escrito no me provocaba tanta náusea.

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