La Pincelada del Director

¡U-re-ña!

Paco Ureña. Torerazo. El tipo que parecía invencible las tardes en las que tocaban a épica. El irreductible. Entro y salgo de la enfermería, toreo herido pero no caído. Esa ha sido su filosofía de vida, resistir hasta la temeridad. Sin olvidar la pureza de su toreo. Un estilo desnudo de ornamentos...
José Luis Benlloch
lunes 17 de septiembre de 2018

Ureña. Torerazo. Héroe. El tipo que parecía invencible en las tardes en las que tocaban a épica. Y fueron muchas. La última mismamente. Ureña, el irreductible. Entro y salgo de la enfermería, toreo herido pero no caído, parecían sus divisas. Escribo con Madrid en la memoria, también con Valencia y ahora con este Albacete dramático que no vamos a olvidar nunca. Esas y muchas más, son tardes duras, durísimas, que jalonan su carrera. He venido a torear y toreo, mientras tenga fuerzas toreo, se mantenía en pie de guerra sin que nadie supiésemos nunca de dónde sacaba la fuerza ni cómo educó su mente para aquellos tragos que llegaron a parecer excesivos. Esa ha sido de siempre su filosofía de vida, resistir hasta la temeridad. Y no olvido la pureza de su toreo siguiendo los cánones de la mejor tauromaquia. Un estilo desnudo de ornamentos: las plantas firmes, el pecho por delante y ¡el sistema a la contra! Eso, además contra el sistema o con el sistema y las modas enfrente.

Entro y salgo de la enfermería, toreo herido pero no caído. Esa ha sido su filosofía de vida, resistir hasta la temeridad. Sin olvidar la pureza de su toreo. Un estilo desnudo de ornamentos…

No es queja ni lastimeo aprovechando el impacto. Ureña está en otro nivel de franqueza. Por eso arranca esta crónica con su nombre, U-re-ña, por haber sido la noticia dura, durísima, de la semana. Por su no rendirse ni en esas ni por esas. Él, tantas tardes protagonista gozoso, retador triunfante ante los pulsos más difíciles, acaparó esta vez, maldita sea, los titulares menos deseables. Ha sido una cornada fruto del más puro infortunio. Un derrote seco que debió perderse en la nada y dio de lleno en el ojo del murciano. Maldita suerte, aunque ahora, vistas las consecuencias, leídos los partes médicos, visto dónde llegó el pitón, no sé si maldecir la suerte o dar gracias a Dios. Son las cosas del toro, el peaje que espera agazapado tras cada paseíllo. Ya se sabe que la carga dramática de la corrida siempre está latente. Amenazante. Esa es su fuerza, el gran argumento del toreo, lo que le sitúa en un rango superior a cualquier otro espectáculo, por encima de cualquier arte escénica. Y por si alguien lo olvida, de tanto en tanto, demasiadas veces, surgen tardes como la de este viernes último, maldito y rojo, rojo sangre que nos recuerda la realidad de manera despiadada. Es el caso Ureña, cuando vivía sus momentos más felices, con el sabor del triunfo grande y reciente en su Murcia rendida, con el calor del amor cerca -“Me encuentro feliz, como nunca”, me dijo hace poco-, ha pagado un precio tremendo. Son las cosas que trae el toro, maldita sea, la otra cara de la gloria.

Nada nuevo. Eso es así desde siempre. Se sabe, se conoce el riesgo por mucho que muchos, demasiados y persistentes, se pierdan en diatribas y disquisiciones inútiles o estúpidas o que llegado los momentos fatídicos sorprenda. La Tauromaquia es una bomba, no siempre de precisión, a la espera de que el destino le libere de la espoleta y estalle. El riesgo vital es la esencia de la corrida, no hace falta recodarlo ni tampoco aborrecerla. Para que nadie lo olvide, cual monstruo dormido se despierta periódicamente. No sólo ha sido Ureña, esta semana la lista de bajas ha sido tremenda. Han caído Diego San Román en Nimes, Vicente Varela en Villacarrillo, el picador Juan Quinta en Aranda de Duero, Pepe Moral en Nimes cuando acariciaba un gran triunfo… El toreo es riesgo. ¿Alguien lo duda?…

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando