La revolera

No se equivocó la paloma

Paco Mora
sábado 29 de septiembre de 2018

A la paloma de Las Ventas algún pájaro aficionado de los que revolotean habitualmente por los alrededores le había hablado de Talavante, y ella como quien no quiere la cosa se puso a merodear alrededor del torero extremeño mientras lidiaba a su primer toro. Y no se equivocó la paloma. Su curiosidad quedó más que satisfecha, puesto que Tala ofreció con el de Victoriano una faena genialoide con un toreo de muñecas de algodón, quietud manos, bajas y temple de ese que no se compra dosificado en farmacia alguna. Una auténtica justificación de para que había decidido anunciarse dos tardes en el otoño madrileño.

En el cuarto toro se equivocó la paloma, casi tanto como el “usía”, que en esta ocasión sí que debió pasarse el reglamento por el forro, y en beneficio del espectáculo, de los más de veinte mil espectadores ilusionados que se sentaban en los tendidos venteños, y por supuesto de un Talavante en racha, debió cambiar el “victoriano”, que bien se vio que no servía ni para tacos de escopeta. Pero el hombre se enrocó en mantenella y no enmendalla y estuvo a punto de cargarse la corrida.

A partir de ahí, aquello fue “Tarde de Toros” de Ladislao Vadja con un torero en la enfermería, el consagrado triunfador sin trofeos, por un puñetero pinchazo a destiempo, y el nuevo novísimo con la suerte del neófito, que se llevó el lote pero supo estar a la altura de las circunstancias y de sus perspectivas de futuro, y fue el único que tocó pelo. A Pablo Aguado, lo dicho, había venido Dios a verlo. A lo mejor en forma de paloma -¡quien sabe!- y supo aprovechar la visita con entrega y torería.

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