La revolera

Cuéntemelo, don Simón (*)

Paco Mora
domingo 07 de octubre de 2018

(*) Iba a titular La Cagaste Burt Lancaster, pero usted no merece algo tan burdo, como tampoco lo merece la ganadería objeto de esta carta.

Señor Casas (Simón); lo mismo que ayer ensalcé su valor para denunciar una de las lacras actuales más perniciosas para la Fiesta, que no es otra que esa especie de mafia que mantiene el toreo en manos de un pequeño grupo de “empresarios-apoderados-ganaderos” que la vampirizan y deciden quien torea o se queda sentado, independientemente de lo que se haga en la arena, que es donde se debe resolver la carrera de cualquier hombre que tiene el valor de encauzar su vida por el camino del arte del toreo, hoy no tengo más remedio que hacerle una pregunta, posiblemente incómoda para usted.

Me gustaría, si le fuera posible, y atendiendo la buena fe y el afán de saber que me guía para hacérsela, que me respondiera públicamente. Usted sabe que, como para todo el que tiene algo que decir en el mundo del toreo, estas páginas estan abiertas y puede explicarse sin cortapisas. Ahí va la pregunta: ¿Qué criterios ha utilizado para clasificar las ganaderías destinadas al gran bombo del próximo San Isidro en tres grupos; A, B y C? En los que, según he creído entender a través de sus declaraciones, estarían, en el “A” las figuras consagradas, en el “B” los mediopensionistas y en el “C” los que quedaran en el colador después de terminada la selección. Corríjame si me equivoco, por favor.

Y le hago la pregunta porque me ha quedado cierta desazón al leer en el grupo segundo el nombre de una ganadería, que, cuando termine este año habrá lidiado cinco tardes en Las Ventas (digo yo que por algo será), y que sin ir más lejos hace apenas una semana lidio seis toros de bandera en una plaza andaluza con la que los tres toreros (la flor y nata del escalafón superior) obtuvieron notables éxitos. O sea, que no es un hierro que cría fieras corrupias como para englobarlo entre esos de los que los que llevan público a las taquillas no quieren ni oír hablar. Si me dice usted que el nombre de esa ganadería se ha colado ahí por descuido, punto redondo y me quita de encima el peso de la duda.

De todas formas, de aquí a mayo del 2.019 tiene que llover mucho todavía y siempre que llueve escampa. No es tarea fácil montar el bombo para treinta corridas de toros. Y el serial es muy largo y luego vienen las cornadas, las sustituciones y los bailes de corrales, Así como el choque de intereses que usted, con toda razón, denunciaba hace pocos días. Su intento de sanear el ambiente enrarecido del toreo actual como negocio, es precisamente uno de los motivos de que me hayan extrañado tanto algunos puntos de su clasificación a priori del ganado que habrá de lidiarse en el San Isidro del Bombo. Que no seré yo quien lamente que lleguen al toreo nuevas fórmulas que le sacudan el polvo de los vicios, estratagemas e intereses más o menos bastardos que lleva agazapados en su interior el espectáculo taurino. Algunos relativamente novedosos y otros desde hace siglos.

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