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El Día Mundial de la Dehesa

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 14 de octubre de 2018

Cada 4 de octubre se celebra el Día Mundial de los Animales, que se expresa en informaciones, declaraciones y exposiciones de todo tipo. Desde las más coherentes, hasta las estupideces más descabelladas y anti ecológicas que podamos imaginar. Aprovecha la fecha Greenpeace, esa ONG multimillonaria, apósito de la más multimillonaria WWF que es España; ¡oh cielos!, el galápago europeo, la focha moruna, la cerceta pardilla, el avetoro común y el torillo andaluz están en “peligro crítico” por la destrucción de los humedales españoles. Una lástima, sí. Todo peligro de extinción es una destrucción que no se puede tolerar. Pero lo que no podemos tolerar es la hipocresía ecológica.

España es el tercer país con más zonas de humedales, imprescindibles, entre otras cosas, para el paso/descanso de las aves migratorias hacia el sur del planeta. Tiene, cómo no, su Día Mundial, el 2 de febrero. Su decrecimiento es del 1,5. Una preocupación, sin duda. Pero, ¿y la dehesa? Estamos hablando de un ecosistema único en el mundo, de tres millones y medio de hectáreas.

Es el cultivo de mayor valor medioambiental y sostenible de la tierra, produce agua, alimentos de calidad y equilibrio ecológico. Un hábitat de árboles centenarios, de especies en peligro de extinción como el águila o el lince, donde se pueden encontrar en torno a 60 especies de aves nidificantes, más de 20 de mamíferos, y otras tantas de reptiles y anfibios. Está considerada Sistema de Alto Valor Natural por la Unión Europea.

Dado su gran valor ecológico, económico y social, su gran extensión y las amenazas que la acechan, buena parte de esa superficie cuenta con algún grado de protección, como Parques Naturales, Parques Nacionales, Reserva de la Biosfera, zona ZEPA, LIC, Red Natura, Zona Starlight, Geoparque, e incluso ahora plantean su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. Y sabemos que la dehesa, en un alto porcentaje de responsabilidad ecológica, es el toro.

Bien, pues la Dehesa se muere. Cada año se muere una encina por hectárea y en zonas como las del Andévalo (Huelva) se han tenido que arrancar 470.000 en la última década. La Fundación Savia afirma que, de no tomar medidas excepcionales, la dehesa no existirá en unos cincuenta o sesenta años. Quedarán en pie las manejadas por los ganaderos de lidia, hasta que aguanten. La llamada “seca”, las erradas (quizá de forma intencionada) políticas de Bruselas sobre ayudas a pastos, el cambio en el manejo y explotación hacia la masificación de cabezas y hacia lo extensivo, la idea de que invertir en una tierra de difícil rentabilidad, la está matando a gran velocidad.

Para mantener una dehesa en buen estado es necesario controlar la carga ganadera, el control diario de los pastos, la rotación de animales, la regeneración de los árboles que se están muriendo y su poda correspondiente. Una gestión diaria que supone una serie de gastos que terminan por no hacerla rentable. Además, el precio del ganado se mantiene o incluso es inferior al de hace una década, sin embargo, los gastos son superiores.

Greenpeace, con presencia en el Ministerio de Agricultura, no dice nada. Conoce perfectamente la dehesa porque la ha analizado, pero no parece interesarle. Yo acuso alto y claro que hay un interés en su desaparición. Pregúntese el lector por qué si no, en medio de una alarma social mundial sobre la sequía, la desertización que amenaza al sur de Europa, un ecosistema del que depende la calidad del agua, la extinción de especies y la elaboración de alimentos, no cuenta en las alarmas de las grandes ONG ecologistas y/o animalistas.

Yo digo que la muerte de la dehesa es un objetivo económico que pasa por la corriente de desertización de los territorios sin alternativas de producción que, en décadas, serán zonas donde veremos una producción radicalmente distinta y apropiada a ciertos intereses.

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