Nada recuerda más el paisaje humano que una estación. De las de viajar. Ya no sacan las novias ni las madres el pañuelo para despedir a ese brazo de leva militar que asoma con dos tallas más que el recluta, por la ventana del tren. Hoy ruboriza y hasta extraña esa despedida afectiva en una estación. Se viaja demasiado. O el viaje no tiene esa excepcionalidad de entonces. Vamos acá y allá sin ir hacia ninguna parte, creo. Pero las estaciones tienen ese paisaje humano de la despedida retratado en su memoria de estación. Se iban, nos vamos. Nos despedimos, Padilla.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2142
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2142 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2142 para Android