La Pincelada del Director

No olvidar, no olvidar, no olvidar

José Luis Benlloch
lunes 15 de octubre de 2018

Otra semana para tomar nota. Muchas. Juncal en la memoria. La primera, el festival de Valencia como ejemplo de lo que podría ser el toreo apenas se hiciesen las cosas con sentimiento y unidad -sin olvidar la inteligencia-, pero los hay que se rebelan contra cualquier avance, es como si su hábitat natural fuese la decadencia, el conformismo y el yo, yo y yo, sin querer entender que la Fundación es ahora mismo la única herramienta de defensa y ataque que tiene la Tauromaquia, la única. ¿Qué podría ser mejor?… pues mejórenla, pero súmense. Tampoco se puede obviar el descalzaperros del palco en Zaragoza, una locura, a la vista está, contagiosa y resistente a los años, capaz de cercenar una tarde de toros desde la ignorancia o la mala leche que a estas alturas quién sabe, y con una larga lista de ofendidos y damnificados en la faltriquera del usía, Fandi, Ponce, Ferrera… y sobre todo las diez mil almas a las que un señor en modo efigie recién comida ignora cada vez que viene al caso. Es una burla en beneficio de no se sabe quién o qué, ¿su vanidad acaso? Al menos asumiesen responsabilidades, en cualquier actividad de la vida si te equivocas, pagas.

Sigan anotando, ahora la sabiduría suprema, la de Ponce, claro, sabiduría y agallas, para qué andarse con remilgos, sin agallas no hay cabeza ni talento, desde siempre se le ha llamado cojones, pues eso, los cojones de Ponce, que ponen en marcha su cabeza. Dirán otros, la cabeza que pone en marcha los bemoles. Podría servirme pero no, primero los bemoles y el carácter y la vergüenza y la responsabilidad de sentirse grande, y la generosidad que lleva implícita el cargo. Ahí quedó su paso por Zaragoza y la manera de encarar un imposible, que el toro del Puerto sacase lo que de bueno tenía en el fondo de su desaforada anatomía, seiscientos kilos de manso y sólo en un pliegue de sus entrañas la humillación que le inculcaron sus criadores y que el de Chiva encontró para montar la mundial mientras el presidente, en la inopia, parecía hacer la digestión de no se sabe qué, de la necedad seguramente. No importa, aunque a Ponce me consta que sí, lo hecho hecho está y esa faena es una de esas cotas a las que pueden llegar muy pocos o ninguno, es la cara lidiadora, una más, de ese Ponce capaz de mimar al templado, medir al rajado, poderle al bravo y/o inventarse cada vez que sea necesario al primero que salga por los chiqueros. Es la diferencia. En el mismo apartado hay que poner a Juli, el otro, responsabilidad de figura grande, ciencia y agallas, se anunció por gusto con seis toros, que siempre son muchos, y acabó la tarde con la sensación de que hubo más torero que toros. Ni se entregó ni se ahogó.

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