ENTREVISTA CON JOSÉ LUIS BENLLOCH

López Gibaja, 25 años de un sueño

Celebran un cuarto de siglo como ganaderos de bravo. Antonio llega a la entrevista con un jeep desmilitarizado que utiliza para bregar con el ganado y da un toque cinematográfico a las escenas de campo. Los López Gibaja son una familia madrileña de Alcobendas, donde los abuelos de Antonio, labradores…
José Luis Benlloch
lunes 15 de octubre de 2018

Oliva de Plasencia, Cáceres. Las calles se retuercen con encanto abriendo paso al coche. Se siente la paz urbana tan añorada en las grandes urbes. Una carreterilla lleva a las ruinas romanas del Arco de Cáparra, esa es la dirección que nos indican.

-¿Los Baldíos, por favor?….

-Todo seguido. No hay equívoco.

Y no lo hubo. Poco después dos pilarones de granito marcan la entrada. Ganadería de Antonio López Gibaja seguido de la reseña completa de la misma, el hierro, la antigüedad, la divisa… todo esculpido en piedra, nos sitúa definitivamente. Un cuidado carril nos conduce a un segundo pórtico. ¡Oooh…! No he visto cosa parecida. Cuatro monumentales columnas de granito, recias y magníficas, unidas por unas rejas de hierro forjado, frenan y atraen a la vez. La fastuosa columnata franquea la entrada final a Los Baldíos, finca de antigua tradición en la cría del bravo. Semejante pórtico en medio de la rusticidad campera de la zona no tiene por menos que sorprender al recién llegado. Cuatro columnas rematadas con vistosos capiteles y otras tantas cabezas de toros esculpidas para la ocasión, en realidad dos toros y dos cabestros fundidos en bronce, obra del abulense Nacho Martín, de impresionante trapío, advierten de la singularidad del lugar.

Los Baldíos perteneció hasta 1996 a Luciano Cobaleda, ganadero de los célebres patas blancas y desde tiempo inmemorial está partida en dos por el Camino de Santiago, que transcurre entre sus cercados y conduce a los peregrinos a la mismísima plaza compostelana del Obradoiro

Este año en Los Baldíos están de celebración. El patriarca de la casa cumple veinticinco años en la apasionante aventura de criar toros bravos. Hemos quedado con Antonio López Rivas, su hijo, desde 2009 responsable principal de la aventura, que nos recibe solícito. Llega con un jeep desmilitarizado, tiene una colección, que utiliza para bregar con el bravo y da un toque cinematográfico a las escenas de campo. Los López Gibaja son una familia madrileña, de Alcobendas, donde los abuelos de Antonio, labradores, tenían ganado manso y de labor. Del manso, cuando llegó el momento oportuno, pasaron a criar caballos cartujanos, ilusión en la que continúan dedicados con gran reconocimiento en el sector. Él mismo es juez internacional de Caballos de Pura Raza Española, PRE. Y sin dejar los pura sangre arrancaron con el bravo y en ello continúan. Veinticinco años ya dedicados a esa quimera: que embistan bravos y nobles, la cuadratura del círculo.

Los Baldíos tiene su punto de contradicción con su denominación. Y es que no cabe tierra menos baldía ni mayor aprovechamiento del territorio, doscientas cincuenta hectáreas, cuidadas, equipadas, cultivadas y gestionadas ganaderamente al máximo nivel. No hay un palmo de territorio desaprovechado. La prueba más evidente durante esta visita son los herbazales que verdean todos los cercados y sobre todo los lomos de las vacas, lustrosas y gordas como cochinos que se mueven parsimoniosas y hartas ante nuestra presencia. La historia ganadera de estos predios va mucho más allá de los López Gibaja aunque hayan sido ellos quienes los hayan puesto en el punto actual. Los Baldíos perteneció hasta 1996 a Luciano Cobaleda, ganadero de los célebres patas blancas, y desde tiempo inmemorial está partida en dos por el camino de Santiago, que transcurre entre sus cercados y conduce a los peregrinos a la cita con el apóstol. Unos mojones con la concha del peregrino y flechas amarillas jalonan el camino y acreditan que estamos en la Vía de la Plata, la que lleva hasta la mismísima plaza compostelana del Obradoiro.

En manos de los López Gibaja, Los Baldíos fueron sometidos a una transformación radical. Los nuevos ganaderos trajeron la luz y el agua, dicho sea coloquialmente, que son los primeros lujos de una finca ganadera, lujos imprescindibles, cabría añadir, que la ponen en valor. En realidad implantaron la infraestructura necesaria para asegurar algo tan fundamental como el agua al margen de los caprichos que dicte la providencia meteorológica. Un depósito monumental, la envidia del entorno, con sus veinte metros de altura, es además un referente visual para no perderte entre los encinares. Me cuenta Antonio que aquella atalaya almacena 150.000 litros de agua que mediante la maquinaria necesaria le arranca a la tierra a 200 metros de profundidad y llega por su peso a todos los cercados, cada uno con sus bebederos automáticos y pesebres perfectamente pensados con una cubierta y una plataforma de hormigón que protege a los ganados del barro en las épocas de lluvia.

La vacada la forman doscientos largos de vacas y nueve sementales que se los echa el día de la Virgen de La Paz, patrona de Alcobendas, y los retira el 31 de mayo, con un gran éxito como se desprende del noventa por ciento de parición que alcanza cada año

Si le añadimos su buen suelo y su buen techo, en realidad tierra mollar y un encinar sano, se comprenderá su buen cartel entre las fincas de bravo. Todo en Los Baldíos denota amor a los ganados y buena cartera. Las cercas de forja y las paredes de piedra son un buen ejemplo de ello. Cinco años tardaron los obreros llegados de Ahigal en completar el perímetro piedra a piedra con una simetría y un cuido propios de otra época. No solo se ocuparon de la fachada, en las tripas de Los Baldíos se fue racionalizando todo y de cada uno de los enormes cercados originales Antonio mandó que hicieran cinco, partición que hace el manejo de los ganados más operativo y fácil. “Todos están comunicados por pasos canadienses”, me hace reparar el ganadero.

“Hemos hecho una buena temporada. A nuestros novillos les han cortado orejas en Madrid, Sevilla y Murcia… pero ahora quiero disfrutar de la ganadería y entiendo que el sitio para ello está en el mundo de las novilladas, sin renunciar a los buenos escaparates”

En la actualidad la vacada la forman doscientas quince vacas, una cantidad suficiente para poder estar en las ferias y a la vez tener la ganadería muy controlada. Doscientos largos de vacas y nueve sementales que se los echa el 24 de enero, día de la Virgen de La Paz, patrona de Alcobendas, y los retira el 31 de mayo, con un gran éxito, como se desprende del noventa por ciento de parición que alcanza cada año, cifra de la que Antonio se muestra especialmente satisfecho.

LA JABONERA ÚNICA

El jeep se mete en el hato de vacas. Cuidadosamente, con tacto y temple, como quien no quiere la cosa, Antonio maniobra para ir buscando el posado de las más guapas y de las más significativas y las deja a disposición de la cámara de Arjona y de la Moleskine en la que tomo notas. Una jabonera, la única de la camada de esa capa, se sale de ojo. La vaca, presumida como niguna, que se deja retratar con la rastra, tiene su historia particular. Llegó a Los Baldíos como un empeño personal de Antonio, al que le gustaba ese pelo y no lo veía en su casa ni lograba que entrase en ninguno de los lotes que iba adquiriendo cada año, hasta que en una de las compras en lo de Lola Domecq aprovechó el trato para llevarse la jabonera. “La jabonera o ninguna”, planteó, y se la regalaron. “Era añoja y estaba sin tentar”, recuerda. La toreó Varea cuando le apoderaba Santiago López y fue extraordinaria. Como ese año tocaba la U para nombrar las becerras aprobadas, lo tuvo fácil, le puso Única de nombre.

Las hay también coloradas, mulatonas y negras como moras en una representación cromática exacta del encaste Domecq, la mayoría de ellas con el hierro de El Torero y las más jóvenes con la AL de casa. Están en los cercados más amplios, lo que permite que se hagan las remolonas y huidizas ante las cámaras. Las grullas, que al parecer ya hace tiempo que se enteraron de la calidad y la abundancia de las bellotas de Los Baldíos, acuden en bandadas y acaban de darle un recurso animado a las fotos de Arjona. Se lo deben decir entre ellas: ¡El jalo bueno está en Los Baldíos! y algo parecido deben pensar las cigüeñas que desde las torres que les han instalado parecen hacer guardia en la plaza en los días de tentadero.

EL TRATO

La historia estrictamente ganadera de la casa comenzó en 1993 con la compra de parte de la ganadería de El Álamo, propiedad de Manolo Hurtado, que por aquel entonces estaba formada con vacas de núñez a las que los Gibaja añadieron sementales del Marqués de Domecq y posteriormente un jandilla hijo de Bienvenido. No fue una mala combinación, pero los gustos de los toreros y cierta desigualdad en el juego que daban en la plaza frenaba la ansiada velocidad de incorporación a las ferias e invitaba a un cambio. Así que cuando en 2009 Antonio hijo se hace cargo directamente de la ganadería varió la fórmula de una manera radical, eliminó cualquier referencia núñez y se fue a comprar a vacas y sementales a El Torero.

-Aquel encaste primero me daba muy desigual, salían bravos, sí, saltaban toros muy buenos, pero también otros que no me gustaban y quise centrarme en un origen único para buscar la regularidad y que los toreros supiesen lo que había en casa.

Entre los toros que le dieron satisfacción hasta entonces me recuerda a Marqués, premiado en 2013 como el más bravo en la corrida concurso de Zaragoza y una corrida muy seria lidiada en Alicante en 2014 que sería la última de ese encaste. Decidido a cambiar la línea, la compra de la ganadería tal y como está compuesta en la actualidad fue progresiva. Desde 2009 a 2016, todos los años compraban vacas y sementales contrastados y esto, que era una ventaja y aseguraba el tiro, tenía también su desventaja, duraban poco.

-En total en ese tiempo nos trajimos unas ciento sesenta madres y quince sementales con intención de abrir líneas.

En el arranque de la temporada buscaba escaparates, plazas de responsabilidad que le diesen la visibilidad que le permitiese avanzar. “Quiero apostar, quiero jugar” y ahora sin renunciar a nada quiere anteponer el disfrute al avance

Todas las vacas que llegaron a Los Baldíos llevaban el hierro de El Torero, la gran mayoría de ellas de Lola Domecq y una mínima parte de sus hermanos María y Salvador. Se las trajo de todas las edades, unas elegidas en la tienta, otras recomendadas por la ganadera para que tuviese de todas las líneas y también las hubo que entraron en el acuerdo porque sencillamente le entraron por el ojo al comprador. Antonio se muestra agradecido con la casa madre por el trato que recibió.

-Sí, les estoy agradecido.

-Serían caras.

-Caras también fueron, pero me ayudaron.

Ahora lleva siete años tentando en Los Baldíos con lo puro Domecq y se muestra especialmente ilusionado y orgulloso por haber podido aprobar hijos de los primeros que aprobó, lo que significa que la obra comienza a tener carácter y responsabilidad propia. El diseño del hierro, una A y una L fusionadas, las iniciales de la casa y la divisa, roja, gualda y roja, los colores de la bandera nacional, obedecen a un deseo personal y patriótico del ganadero. La antigüedad la adquirió en Madrid, 12 de marzo, en la primera novillada con picadores que se celebró este siglo en Las Ventas, plaza en la que desde entonces ha comparecido reiteradamente todos los años.

La andadura pública de López Gibaja con la nueva línea comienza en Alicante la temporada 2013 en los festejos menores, en los que lidia con gran éxito un lote que iba a tentar en casa buscando simiente. “Me preguntó Lloret si tenía erales y le dije que los que me quedaban los quería tentar para machos, me convenció, se los vendí y fueron extraordinarios”.

Y fue en la temporada de 2015 en Cuenca, con Fandiño y Escribano mano a mano, donde lidió su primera corrida completa del nuevo encaste. En 2016 lidia un corrida de toros en Zaragoza por San Jorge, en 2017 en Valdemorillo y en 2018 en Colmenar Viejo, donde logró el premio “Tierra de toros” que se concede al ejemplar más bravo de la feria.

La temporada de la celebración ha sido “bonita e importante” en palabras del ganadero, que apunta que ha lidiado más ejemplares que nunca y en plazas de gran relieve, Madrid, Sevilla, Murcia, Colmenar y ahora Valencia en una novillada sin picadores: “Estoy contento. En Madrid les cortaron dos orejas, en Sevilla una y en Murcia cinco, además del premio que le dieron al toro de Colmenar como el más bravo… Estoy contento”.

Eliminado el cruce de núñez, la ganadería actualmente es puro domecq por la vía de Toros de El Torero

En el arranque de la temporada que ahora acaba me decía que buscaba escaparates, plazas de responsabilidad que le diesen la visibilidad que le permitiese avanzar. “Quiero apostar, quiero jugar”, me decía, y ahora, sin renunciar a nada, me cuenta que quiere anteponer el disfrute al avance y ha decidido que la apuesta sea en el territorio de las novilladas.

-Quiero disfrutar la ganadería y ahora mismo entiendo que el sitio para ello está en el mundo de las novilladas sin renunciar a los buenos escaparates.

Arquitectura y confort ganadero

Las instalaciones de Los Baldíos han logrado casar espectacularidad y funcionalidad. La plaza amplísima, como para celebrar corridas de toros; el embarcadero diseñado con perfecto conocimiento de las querencias para simplificar al máximo las operaciones y cubierto para escapar de los rigores del sol o las inclemencias de la lluvia; una casa vestuario para los toreros que no desentonaría de los que se llevan en la Champions League, en la que no faltan las duchas, la calefacción, los refrescos, los cargadores de móviles, mesas para masaje y relax… Todo ello en un paraje embellecido por varias torres coronadas por otros tantos nidos de cigüeñas. Nunca nadie dijo que el campo debería ser incómodo.

Fotos: ARJONA

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