La Pincelada del Director

Las amargas frutas del otoño

Talavante, veleidoso como el que más, hoy moro, mañana cristiano, hoy luchador a campo abierto, mañana atrincherado en las grandes fortalezas, ha decidido apartarse y deja un gran vacío. La esperanza ahora es su propia veleidad, que se le encienda la bombilla de la vuelta y…
José Luis Benlloch
lunes 22 de octubre de 2018

Es fruta de temporada. Pasado el Pilar se suceden los cambios de apoderado. No suele ser plato de buen gusto por mucho que lo edulcoren e invita a hablar de infidelidad o deslealtad pero no es eso, es la pasta. ¿Qué pasta? llegan a preguntarse algunos después de un puñado de paseíllos y lágrimas… Es la pasta o la no pasta y son también los daños colaterales de una realidad económico-social que es la peor de los antitaurinos, la que agria y jode el ambiente. Demasiado sinsabor, escaso dinero, pérdida de reconocimiento social… Más allá de la cuestión monetaria ser torero ya no es lo que era, así que los toreros de feria cambian de mentor y los chicos que soñaban con las ferias cambian el maco por la bolsa de deporte -¿qué es el maco, se preguntará la gran mayoría?- y en ese punto comienza a temblar el futuro. Cierto es que hace tiempo quedó claro que para ser torero no hace falta pasar gazuza o necesidades, quite usted, no es eso, hay mil ejemplos que lo demuestran y carreras triunfales que no cesan ni cuando las bolsas están bien repletas, lo que evidencia que no se la juegan por pasta; de la misma manera que hay chicos actuales que tienen todo lo que se soñaba con tener si triunfabas en Valencia, en Madrid, en Sevilla, en Bilbao… Pero en un tiempo y otro sí es necesario el reconocimiento social, que cuando llames a un restaurante y digas quién eres tengas mesa la haya o no la haya, tal como me contó un día Curro Vázquez que pasaba en su tiempo, cuando para un torero siempre había sitio y honores, mientras ahora, si te la dan, tienes que andar con cuidado con lo que hablas no sea que los de la mesa de al lado se molesten y tengas que escucharte una impertinencia.

Mucho me temo que me estoy poniendo negativo y no es eso, solo quería dejar patente que pasado el Pilar los toreros revisan sus relaciones de apoderamiento, cambian por ver si cabe la mejora, que saltan del club de la independencia a ponerse bajo los paraguas de los grandes y al revés, los que pueden, claro; los otros se lamentan, se lamen las heridas y resisten. Todo lo cual no quiere decir que se triunfa en balde, este mismo año hay un puñado de nombres que han transitado por el pavés del tercer y cuarto circuito –De Justo, Chacón, Ortega…-, el del toro grande-grandísimo y el billete chico, y ahora se aprestan a escalar el puerto final sobre buenos suelos. He dicho suelos, no sueldos que aun habiéndolos suena fatal. Dicho lo dicho es lógico que haya cambios de apoderado, que aún habrá más, que otros optaron por la retirada, que otros que apostaron por la independencia o la bohemia no hace tanto se echaron las vergüenzas al hombro, donde dije digo, digo… y volvieron al redil de las grandes empresas para demostrar que los credos van y vienen según soplan los vientos de la pela y/o el capricho. Es el tiempo. Y la crisis, claro.

Algunos que apostaron por la independencia o la bohemia no hace tanto se echaron las vergüenzas al hombro, donde dije digo, digo… y volvieron al redil de las grandes empresas para demostrar que los credos van y vienen según soplan los vientos de la pela y/o el capricho

Y en todo ese maremágnum de idas, venidas, cambios y disgustos, duele especialmente la marcha de Talavante, veleidoso como el que más, hay que reconocerlo, hoy moro, mañana cristiano, hoy luchador a campo abierto, mañana atrincherado en las grandes fortalezas del sistema, que ha decidido apartarse, no digo irse, y deja un vacío cuando más y mejor se le veía en el ruedo y, por ende, cuando más falta hace para animar una Fiesta en la que todos los buenos son pocos y él no es bueno, es mejor. No creo de que nadie dude de que Tala es de los pocos capaces de tocar el corazón de las gentes con cuatro muletazos. No descarten que su decisión tenga mucho de fruta del otoño, del otoño madrileño y su negada fortuna en la feria del bombo a modo de guinda a unos avatares previos la mar de dolorosos. La esperanza ahora es su propia veleidad, que se le encienda la bombilla de la vuelta y la lámpara del genio comience a echar humo en ese raro ostracismo que ha elegido. También ayudaría lo suyo que los santones de la cuestión acudiesen a verle con el oro y la mirra que ahora le han negado. Todo es posible.

Todo ese ambiente surgió tras la feria de Zaragoza. A la vera de la Pilarica la fuerza del toreo, una vez más, normalizó el ruido de los despachos. La incertidumbre de las vísperas se fue calmando en cuanto sonaron los clarines en la arena y se templaron gaitas en las curias. Hubo público, mucho, los días que cabía esperar, y hubo momentos brillantes, muchos más de los que supieron o quisieron ver los presidentes, que siguen empeñados en dar la nota hasta la misma excentricidad. Ahora se entrará de nuevo en el tercio jurídico y los jueces decidirán que continúe la normalidad o, de nuevo, se abra el suspense. Casi a la vez, mientras los mozos de espada guardan los trastos en los esportones -¡hasta el año que viene si Dios quiere!- o preparan las visas para volar a América, en Murcia ha tenido lugar el segundo Congreso Internacional de Tauromaquia, evento organizado por el Ministerio de Cultura, un tanto sorpresivo, un tanto anónimo, diría que incluso inocuo y vacuo, pero aun así no seré yo quien diga que no debe celebrarse por mucho que llame la atención el contraste entre la proverbial desatención de este ministerio por los toros y la organización de un evento de tales pretensiones. Tan abandonados, tan huérfanos de la Administración (el toreo) y ahora tan pomposamente dilucidado. ¿O no dilucidaron?…

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