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Ahora, lo sé

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 28 de octubre de 2018

Hace ya tiempo, cuando no existía la Fundación y desde la Unión de Criadores se trabajaba para aglutinar ideas, expuse las mías. Sustancialmente no han variado. Si acaso, asuntos que entonces estaban en fase primaria, ahora los tengo más que claros. En los últimos siete o diez años la sociedad española ha pegado un cambio para el que, en otras épocas, habría empleado el tiempo de dos o tres generaciones. En la orilla de esa década, hace diez años flotaban en el aire mensajes y esbozos que nos pintaban mal.

Que pintaban mal para los argumentos sociales del toreo y de su vigencia. El hecho cultural. El hecho de aportación económica. Y el hecho de su aportación ecológica. Eran tres patas no muy bien instauradas o mal insertadas en lo social, pero no había frente a ellas un muro social tan definido como ahora. Muro impermeable, duro. Porque eso que flotaba en el ambiente (y pongo un ejemplo simple, la afirmación argumental de que la Tauromaquia estaba subvencionada) no era otra cosa que fake news o mensajes fake, a la espera de su calado social.

Creemos que nuestros argumentos son buenos. Y lo son. Pero ya no están validados socialmente. ¿Qué hacer? Salvaguardarlos. Pero ir a una comunicación estratégica idéntica que los antis. Exactamente la misma y con argumentos nada fake, sino muy impactantes en la sociedad. Mensajes que caben allí donde ellos mandan sus mensajes, en las redes

Eran mentiras a sabiendas como estrategia comunicativa que lograron calado social a través de la velocidad comunicativa de redes, blogs, sites y demás tecnologías inventadas a propósito para el consumo rápido y directo de cosas básicas. Y no hay nada más básico que la mentira. La mentira que cala tiene un camino tan hacia delante que, incluso denunciando esa mentira, los interesados lanzan otra capaz de superar a la anterior en una escala inimaginable.

España y sus gobiernos no dotaron a sus generaciones nuevas de un sistema educativo estable y eficaz con la filosofía, la cultura, la lectura, el sentido crítico, el sentido tolerante. Y ese espacio o tierra de nadie ha sido el caldo de cultivo de las fake news. Recuerdo un desplante sentado en el estribo de Sánchez Vara, cuya foto pasó por ser el gesto de un torero (al que pusieron nombre falso) que se arrepentía al final de la lidia y no mataba al toro. Le llamaron el torero “rehabilitado” y se hizo viral en el mundo. Era una fake news, claro, pero era una verdad.

Los tres argumentos citados no es que ahora sean falsos, es que ahora tiene delante un ADN social anti toros que los hace ineficaces. Economía, cultura y ecología. Un país que elabora unos presupuestos falsos a sabiendas, un país cuyos millenials no saben en proporción de uno a siete quién era Lorca, un país que dice que la ecología es igual al animalismo y al mascotismo, es un país al que se la pela Picasso, el dinero que deje el toreo en una ciudad y que no atenderá a argumento alguno sobre el mal trato del toro animal. Y es tan así que, o caemos en la cuenta, o seguiremos perdiendo el tiempo como la mosca en la ventana, tratando de salir porque vemos luz.

Porque creemos que nuestros argumentos son buenos. Y lo son. Pero ya no están validados socialmente. ¿Qué hacer? Salvaguardarlos. Pero ir a una comunicación estratégica idéntica que los antis. Exactamente la misma y con argumentos nada fake, sino muy impactantes en la sociedad. Mensajes que caben allí donde ellos mandan sus mensajes, en las redes. En los caracteres de un tuit caben esos mensajes.

Que la WWF está financiada por las fundaciones Ford y Rockefeller. Que el ecologismo oficial internacional que gestiona el 87% de los parques nacionales está en manos de las multinacionales de la energía, la alimentación, la farmacología. Que las zonas verdes del cono sur han descendido un 47% en los últimos años mientras suben en el hemisferio norte. Que los dueños de las zonas de producción de comida en el mundo están en manos de transnacionales que financian a las ONG “ecológicas” y “animalistas” y que, en el hilo hacia arriba llegan a Ford y Rockefeller.

Que la huella ecológica de un perro es de casi una hectárea. Que en Europa la huella ecológica de las mascotas necesita la superficie de un país más grande que Francia. Que existe una demografía planificada en lo económico basada en un índice de natalidad negativo, facilitando el crecimiento de las mascotas en un 23% anual. Que hay un plan de desruralización para sacar a la gente del campo y convertirlo en una fábrica de maíz, de trigo o de la cosa que sea. Que la Tauromaquia es negación del mascotismo, bastión de grandes espacios ecológicos, ruralidad, apego poblacional y que se desarrolla en espacios abiertos que desean ser controlados. Eso creía entonces. Ahora, lo sé.

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