Desde El Arenal

Alberto Aguilar

Carlos Crivell
domingo 28 de octubre de 2018

Lo que podía esperar de esta columna es que me pusiera a divagar sobre Talavante, el sistema o Morante. No me apetece mucho, además ya hay análisis sesudos sobre esos asuntos que profundizan con más o menos acierto. Son tan profundas las disquisiciones que no me acabo de enterar muy bien si existe el sistema, si en caso de que exista es el culpable del descanso temporal de Talavante o de si Morante se ha entregado al mismo cuando su aura torera le podría permitir caminar libre de ataduras. Debe ser un problema personal. Me apetece más hablar de un torero que ha dicho adiós a los ruedos casi en la intimidad, con pocas alharacas, sin fiestas ni fuegos artificiales, pero que pienso que ha sido un más que estimable matador de toros.

Hablo de Alberto Aguilar, un torero que se ha marchado en parte porque arrastra una lesión, pero que en realidad lo ha hecho porque no tiene contratos. Solo le he visto unas pocas veces en directo, muchas más por la televisión en San Isidro. En Sevilla hizo el paseíllo en dos ocasiones, una para lidiar una de Dolores Aguirre y otra para enfrentarse a la de Cuadri. En esta temporada de su retirada, anunciada en febrero, solo ha participado en tres corridas, entre ellas, la de Illescas.

Su retirada no ha despertado oleadas de informaciones. En lo que a mí concierne, me gustaría pedirle disculpas porque, matando lo que ha matado, nunca busqué su móvil para hacerle una entrevista. La fotografía del corte de coleta de Aguilar es un canto a su propia trayectoria. Y es una enseñanza sobre lo que de verdad importa. Su esposa le quitó el añadido en presencia de su hija. Al menos había quien hiciese la fotografía.

Aguilar es un hombre prudente, sincero y debe ser buena gente. En sus declaraciones no culpa a nadie de que en el año del adiós solo le hayan contratado para tres tardes. Deja entrever que es un asunto que le ha dado mucho coraje, pero no señala a nadie. Se ha ido con la cabeza alta después de haber lidiado las ganaderías más agresivas del campo bravo. Mi homenaje de admiración es para Alberto Aguilar, al que el sistema, o lo que sea, no le ha dado la oportunidad de marcharse con mejor sabor de boca. Pero como digo que me parece buena gente, además de pedirle disculpas, quiero mandarle el abrazo de quienes seguimos pensando que las personas son lo primero. Suerte, torero.

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