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Manuel Valls y El JuliManuel Valls y El Juli

Porque nunca nos ven

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 02 de diciembre de 2018

Hay cierta envidia hacia los demás cuando sus reacciones son proporcionadas. O, al menos, envidia a sus reacciones. La reacción ante la afrenta puede que no sirva para no sufrir más afrentas, pero, al menos, sirve para decir que estoy vivo. Es ese “jab” sin vocación o posibilidad de KO que uno conecta al rival cuando la confianza en noquearte le hace faltarte al respeto. Cuidado, que estoy. Puede que te mande a la lona, pero tendrá más cuidado en la forma y modo de hacerlo, cuestión que te da chance para seguir vivo y de pie en la lona.

Una ministra en Portugal ataca al toreo y en menos de dos horas de sus declaraciones, todo el toreo de Portugal pide su dimisión. Un lindo y eficaz “jab” al mentón. ¿Va a dimitir la tal ministra? No. Pero se cuidará de sacar a pasear su lengua. Una campaña de publicidad en Valencia de un imbécil con pretensiones de progre creativo, Mejide, tacha la palabra flamenco y con un tuit un flamenco le forma un lío a la campaña y al Ayuntamiento. Eso no fue un “jab”, eso fue ese golpe de contra que uno recibe cuando, en pretensión de dar KO al otro, ese otro juega cintura, esquiva y pega duro a la contra, sumándose en la mandíbula dos fuerzas. La que usamos para pegar sin dar y la que el otro usó para darnos. KO la campaña. Sin embargo, se tachó la palabra toros, pero nadie del toro protestó.

A los toreros les corresponde estar en esta sociedad. Opinar. Debatir. Hacer ver que el toreo está dentro de este siglo y de este momento de cambio social. Lamento mucho que hoy el toreo sea ese sector de cultura donde sus artistas no están ni se manifiestan, cuando hoy en día comunicar es decir estoy

En este país nos llueven, cada día y casi a cada hora, motivos que interesan a la Tauromaquia. Motivos negativos. “Los toros en Cataluña es caso cerrado”, afirma un tipo llamado Valls, aspirante a alcalde de Barcelona por Ciudadanos. Y no pasa nada en reacción. Oigan: ¿De verdad que nadie significado le puede decir a este señor que un derecho constitucional sobre una actividad Patrimonio Cultural jamás puede ser un caso cerrado? Porque si lo es, se le dice al señor Valls, que, haciendo el avestruz a un derecho constitucional, por derivación, hagamos el avestruz a la Constitución y que Cataluña sea país independiente. Si yo peleo por eso llamado Constitución, por qué cojones el señor Valls no ha de luchar por eso que se llama igual en el caso de los toros.

Estas cuestiones y otras tantas que en este país nos llueven cada día y cada hora y que interesan a los de la Tauromaquia a veces, a todos nosotros como españoles siempre, son respondidas en implicación todos los días por los personajes de los sectores de la cultura de este país. Reaccionan. Para decir su opinión, para decir que están ahí. Actores, flamencos, directores, escritores. Pero en el toreo, los más pudientes en cuanto a lo público, los toreros, es como si no existieran. Y me pregunto que, siendo nosotros mundo de la cultura, con iconos públicos, estos se escondan de lo público.

Es como si vivieran en otro lugar, exiliados allí donde nada les llega. Lo que opinan nuestros personajes más conocidos y seguidos sobre la política, sobre lo que dice Valls, sobre lo que dice y hace el Ayuntamiento de Valencia, sobre tantas acciones y opiniones que nos afectan directamente, no lo sabemos. Bueno, sabemos que están en esto y a favor de esto. Pero han dejado para los demás que no somos personajes con su tirón popular, la tarea que a ellos les corresponde. Quizá, tan apegados algunos al mundo del fútbol, crean que pueden manejarse como ellos, que usan sus redes para frivolizar sobre nada porque su problema de existencia no existe. Los toreros sí sufren el problema de existencia.

Les corresponde estar en esta sociedad. Opinar. Debatir. Hacer ver que el toreo está dentro de este siglo y de este momento de cambio social. Los toreros deben hacerse notar en los lugares sociales y en las redes sociales. Expresarse, hablar. Implicarse en unos tiempos en los que se está cociendo una olla de la que nosotros, posiblemente, no vayamos a comer. Es de agradecer a aficionados y no aficionados su significación frente a quienes están decididos a que no existamos. Y lamento mucho que hoy el toreo sea ese “sector” de cultura donde sus artistas no están ni se manifiestan, cuando hoy en día comunicar es decir estoy. Sigo aquí. Con la espada y la muleta se habla, sí, pero se habla para “nosotros”. Para los que no ven espada ni muleta, la gran mayoría, no hay voz ni mensaje. Para ellos, no existimos. Porque nunca nos ven.

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