La página de Manolo Molés

Cuidemos América

Manolo Molés
sábado 08 de diciembre de 2018

Ingrid Yrivarren, presidenta del importante y activo grupo mexicano “VIVA en el Mundo”, de enorme influencia en toda América, organizó en Lima, la españolísima capital peruana, un amplio y espectacular encuentro de cinco días en el que también se incluyó, de forma importante, la fiesta de los toros. Ingrid viajó a España y, tras reunirse con Andrés Cardó y un servidor, se cerró la participación taurina como uno de los puntos fundamentales del encuentro. José María Manzanares, Roca Rey y yo formamos el equipo taurino que fue uno de los más activos y celebrados en los encuentros con el alcalde, con los coloquios y con la espectacular gala. Luis Castañeda recibió a la comitiva española y condecoró a José María Manzanares y al paisano Roca Rey con los que formamos el grupo taurino en los múltiples actos.

Muchos actos diarios, charlas, coloquios y, uno de ellos, titulado “El nuevo orden mundial” tenía en la mesa, entre otros, a Manuel Valls, candidato a la alcaldía de Barcelona y aficionado justo hasta esta aventura taurina. Ahora, él y Rivera, han cambiado su amor por la Fiesta por el desdén, el no nombrarla o, como ha dicho, “es un caso cerrado”. No sé si es estrategia política u ocultación interesada de su supuesta afición a los toros. Lo cierto es que la palabra toros, con las elecciones a la vuelta de la esquina, ni la pronuncian. ¿Cerrado para siempre? El candidato Valls no quiso ni hablar y, eso sí, un tanto forzado, se hizo una foto con Manzanares y otra con Roca Rey. Qué falsos son.

EN OCASIONES ES MEJOR EL DE FUERA QUE EL DE CASA

Y eso que aparte de los muchísimos actos en los que se habló de política y también de toros fueron únicamente los políticos peruanos los que mostraron su admiración por la fiesta de los toros. Los políticos y el público, porque en la noche de la gran cena, casi un millar de personas en una hacienda española magníficamente restaurada, la atracción fue la mesa taurina en la que estábamos Manzanares, Roca Rey y yo junto a los jefes de prensa de los diestros y una riada de aficionados que disfrutaron del ambiente taurino. Junto a la indiferencia de los políticos españoles, fue llamativo el discurso de Ingrid, destacando la importancia de la fiesta de los toros y los allí presentes obligaron a subir al escenario a Andrés y José María, que se llevaron la ovación de la noche.

Un montón de actos más por parte de los peruanos y tras el desencanto de los políticos españoles que no quieren oír ni hablar de toros, al menos en tiempo de elecciones, asomó la otra cara de la moneda por la pasión por la Fiesta de los peruanos. Era de forma llamativa esa otra cara de la moneda. Uno de los más claros candidatos a la presidencia del Perú, Alfredo Barnechea, del partido Acción Popular (sería el equivalente en España al PSOE), declaró su pasión y amor a la Fiesta y explicó con orgullo que para nada es incompatible su respeto por la Fiesta con los altos cargos políticos. Es más, añadió como noticia que está poniendo en marcha una ganadería propia, con ganado español, posiblemente con reses de Juan Pedro Domecq, su amigo, y otros hierros. Lo grande es que mientras los políticos españoles se arrugaban, o se hacían los despistados ante el tema toros, este posible presidente peruano no solo defendió la Fiesta sino que animó a otros a hacer lo que él tiene ya previsto: “Que vuelvan las ganaderías a Perú”. A veces es mejor el de fuera que el de casa. Cinco días de actos públicos. Y una tarde de toros en Acho con toros de Puerto de San Lorenzo para Morante, Manzanares y Galdós. Acho fue siempre la Sevilla de América. En el regusto del aficionado y en los precios tan caros. Recordaba esa tarde el diario El Comercio que justo hacía un siglo exacto que toreó allí, con 23 años, el gran Joselito.

ACHO, CON ENTRADAS CARAS COMO EN SEVILLA

La tarde fue grata para Galdós por su decisión y porque el cabreo de la gente con Morante le benefició hasta sumar tres apasionadas orejas. Manzanares se llevó una y la estocada de la feria y el temple con la diestra. Morante, visto y no visto, se cargó de broncas con un toro lesionado y con una actuación de mínimos. No duró más de cuatro minutos. Acho es bellísimo. Pero el toro es poca cosa para la categoría de la plaza. Compraron el año pasado una novillada del Puerto que ha pasado todo un año en el Perú y que tenía un trapío muy irregular. Dicho en dos palabras: compraron seis utreros que por su cara, sobre todo, y su cornamenta, nunca valdrían para toros en España. Y eso es lo que se lidió y no gustó a la afición. La bronca para Morante, el respeto para Manzanares y la rebelión a favor de un meritorio Galdós.

Y las entradas caras como en Sevilla. O más. Ese es el problema para una plaza y una afición con tanta historia. De los caros precios, hay que decirlo claro, tiene culpa también, o sobre todo, la perversa combinación, palabras de mi compañero peruano Pablo J. Gómez Debarbieri, la Beneficencia de Lima y la municipalidad del Rímac, que se llevan (al estilo Maestranza) la parte del león. Pero añado yo: que el trapío y la normalidad son cosas que no se pueden alterar y menos aún en una plaza de tanta belleza, tanta historia y, esperemos, de tanto futuro. Pero hace falta más toro, no utreros comprados un año antes ni toros con cara de novillos. Pero la única bronca gorda fue para Morante en la actuación más breve de su vida.

Cuidemos América. México necesita más emoción en su ganadería en general. Colombia renace de los golpes políticos pero no es fácil. Venezuela no está para fiestas. Perú es una joya a cuidar y a Ecuador la cercenó, sobre todo en Iñaquito, un dictador que ya no está en el país y al que persigue la justicia. Pero, coño, a ver si los nuevos abren la plaza. No es fácil lo de América, hay mucha afición, pero también muchos errores. Sobre todo en la raíz: el toro.

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