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No a los excesos

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 09 de diciembre de 2018

La admiración a los toreros y su justo reconocimiento no puede avalar sus excesos: eso que ni es reconocible ni admirable. Las figuras del toreo y las figuras del momento lo son porque así son, no hay regalo. En el toreo, tarde o temprano, se iguala éxito a mérito. Mérito en el sentido de merecer ese éxito. Siempre ha sido así, y lo es incluso ahora, donde se juega con otros componentes que pasan a ser componendas. El éxito se merece. Pero vayamos con sus excesos, actos que están siendo usados en contra de lo que significa “ser figura del toreo”.

Es cierto que existe cierto interés en menospreciar eso de “ser figura del toreo”. Tan cierto como que ellos, las figuras, dan armas y argumentos a quienes desean depreciarlos. Hemos visto pitones y trapío de toros en ciertos pueblos este año que van más allá del decoro. Sincera y sencillamente, torear esos toros es haber perdido la vergüenza propia y haber perdido el respeto al toro. Punto. Hablo de los de arriba, todos. Este año se han puesto delante de toros que sonrojan y que son indignos de una figura del toreo.

Vamos ahora a Lima y a México. En Lima, donde los toreros cobran un dinero importante, siendo la plaza más cara del mundo en un país con dificultades de acceso a los toros, el toro es el mínimo. Español y mínimo. No digo que sea el toro ninguneado, pero sí el toro que cumple lo mínimo en presencia a la vista. En La México y otras plazas del país, se nota una tendencia a elegir tanto el toro sobre el baremo de los mínimos que pone los éxitos en valor mínimo.

No comprendo que, cuando las figuras torean menos corridas que nunca y tienen un buen caché, cuando se les ataca por ciertos intereses, cuando el toreo pasa por la necesidad de alejarse del mínimo esfuerzo, de alcanzar mayor credibilidad, las figuras del toreo, y los que les gestionan, caigan en errores estúpidos. Se trata de que, en caso de duda, se elija el más grande. En caso de duda, el que tenga menos duda. Porque, al final, estamos viendo lo contario. Como en Lima: proteccionismo con el toro no es sano. Pero es que, además, ni es rentable ni permite un mejor toreo.

Pagar el precio de una entrada en Lima, que no es que sea cara, es que es antitaurino, un precio antiafición y antivergüenza propia, para ver a Morante medio minuto quitándole las moscas al toro, es una barbaridad. Pagada a honorario de oro en un país de salario de bronce. Pongamos celo, cerebro y esfuerzo para eliminar todas las probabilidades posibles para que eso suceda. Entre otras: llevar erales un año antes para abaratar costes. Ahorrar en el toro es un fraude. Es el camino hacia todos los posibles desastres.

Las figuras, si es necesario, lidian, con el pelo de un huevo, al toro de la carretera. Pueden. Pero, además, es que no tienen por qué demostrar que pueden con eso. Pero menos demuestran con ese toro entre feo, chico, sin gusto y ninguneado que les ponen delante. Les venden una moto: es más chico que el de fulano, mira que nos han probado, etc., etc. Cuando debería ser al revés. No deben dar armas a los argumentos que van contra las figuras, pues, intuyo, hay un modelo de Fiesta en un futuro próximo en donde no se desea que haya figuras del toreo, sino apenas alguna figura del momento.

Las figuras son quienes son por éxito y mérito. Se les pide que no alcancen los mínimos, que no busquen ese mínimo con el toro ni que, cuando apriete el calor, se vayan a tal sitio a matar un toro indecoroso e indecente. No seré yo quien diga qué dinero han de cobrar, pero tener los honorarios al nivel máximo frente a ese toro no creo que, en el fondo, les guste. Como no creo que Morante vaya a Lima anunciándose con una ganadería que no creo que vaya a torear mucho ni es historia en su carrera a echar las tres cartas, frente a un público necesitado de todo con la variable del precio de una entrada en índice 300 euros.

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