La Pincelada del Director

¡Qué cosas tiene la ministra!

Nadie va a la plaza a ver morir a un animal ni mucho menos a ver morir a un hombre, eso que tanto celebran algunos de los que presumen de animalistas…
José Luis Benlloch
lunes 10 de diciembre de 2018

La noticia de la semana ha sido el ascenso/aviso de Vox. Naturalmente aquí se habla en lo que implica al mundo del toro. Quedó claro que el apoyo o el enfrentamiento a los toros tiene consecuencias. Y es un alivio después de tanto ninguneo. A partir de ahora igual se lo piensan. Se demostró que el toro pesa en la sociedad, incluso más de lo que nosotros mismos creíamos. Así que ahora que se sabe se puede exigir, hay que exigir. En la última cita electoral de Andalucía les han dado donde más les duele y en donde nunca creyeron que les iban a dar (en las urnas) y han sentido el hierro. Quien dice los toros dice la caza, las culturas más populares (más populares, más sociales, más arraigadas), el mundo rural en general. Es evidente que no se dieron cuenta y no sé si se darán cuenta en el futuro que desde un despacho en las ciudades o montados en un patinete solo se conoce a una parte de la sociedad. Y a la otra no les importa atropellarla. ¡Pobres! ellos por su ignorancia y nosotros por tener que sufrirlos. Lo dicho, lo de Andalucía ha sido un alivio. Ahora solo queda que no nos utilicen, que no nos conviertan en arma arrojadiza y, finalmente, que no nos estigmaticen. Los toros son, somos, eso tan moderno que los politólogos definen como transversales, que no significa más que en el toro cabemos todos, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, que es detalle que obviaron los políticos y motivo importante de la toña que se han dado y de la que pueden darse como insistan en andar el mismo camino.

Quedó claro en las elecciones de Andalucía: el toro pesa en la sociedad. Incluso más de lo que nosotros mismos creíamos. Así que ya se sabe, hay que exigir, se puede exigir

Esa es una posibilidad que está ahí. Se vio apenas unas horas después con las declaraciones de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que dejó en las ondas una perla del orden de que, si por ella fuese, prohibiría -hay que ver la afición que tienen a prohibir- los toros y la caza. A tomar viento la pasión y el sustento de millones de personas. Todo ello porque no le gusta o porque no lo conoce o porque no lo entiende. Ese es su rigor. Si no me gusta a mí no le debe gustar a nadie y si le gusta se fastidia. Una ministra más, otra, que sigue sin distinguir que una ministra delante de un micrófono sigue siendo ministra y que las opiniones, por personales que sean, tienen responsabilidad e influencia general. Tema especialmente grave en su caso si tenemos en cuenta que la tal ministra lo es de Transición Ecológica y que, por tanto, debería tener muy claro que los toros son uno de los elementos más eficaces en el mantenimiento del equilibrio medioambiental, los que hacen sostenibles las dehesas, las preservan de los incendios, sujetan la población rural, son grandes dinamizadores económicos, en definitiva son los que hacen gran parte de la labor que el Estado no hace, no sabe o no puede hacer.

La ministra de Transición Ecológica debería tener muy claro que los toros son uno de los elementos más eficaces en el mantenimiento del equilibrio medioambiental

La ministra siguió dando muestras de su necedad y de su enorme capacidad para ofender a un número tan importante de españoles como se ha demostrado -como ha sufrido su partido- en Andalucía, cuando dice que siempre le ha llamado la atención que haya gente que disfrute de ver morir o ver sufrir animales. Pues no, señora ministra, en ese caso se trataría de unos sádicos y no lo somos, ni siquiera imaginamos esa posibilidad que al parecer sí alienta en su mente. Hágaselo mirar, es una cuestión de salud mental. Nadie va a la plaza a ver morir a un animal -ni mucho menos a ver morir a un hombre, eso que tanto celebran algunos de los que presumen de animalistas- ni tampoco a verles sufrir. Usted no tiene ni idea. A la plaza se va con otras miras, se disfruta con la exaltación de unos valores que no le niego a usted pero que, desde luego, no manifiesta ni parece entender. Por cierto, ¿quién le dijo que los animales sufren?… Sufren los humanos, que tienen capacidad de raciocinio. Los animales, en el peor de los casos, sienten dolor, si es que no concurren otros factores o sensaciones de mayor rango que se lo anulen. Y hasta estas alturas de La Pincelada me había resistido a preguntarle, a cuenta de esa simpleza que manifestó al comienzo de sus declaraciones de que los animales le gustan vivos, cuáles eran sus menús preferidos, si es vegetariana o vegana, si tiene cuidado en no pisar hormigas en el campo, si mata las chinches, si degusta marisco o entrecots, si desprecia el atún, si quiere prohibir la almadraba… Y tantas y tantas peguntas que destrozarían sus planteamientos de ese buenismo ñoño que nos invade. Dejémoslo en que la señora no tuvo su mejor día.

Nadie va a la plaza a ver morir a un animal ni mucho menos a ver morir a un hombre, eso que tanto celebran algunos de los que presumen de animalistas…

Acabo. Seguramente no sea este el lugar más apropiado para las reflexiones políticas ni mucho menos para hacer recomendaciones -más allá de lo que afecta a la Tauromaquia- cuando estamos pidiendo libertad, pero boutades como la de la señora ministra y tantas y tantas otras que hemos venido sufriendo lo hacen difícil y desde luego obligan a defender la honorabilidad moral de los aficionados y recomendar a los lectores que tomen nota de las agresiones y actúen en conciencia.

POSTDATA.- Dicho lo dicho sería bueno, se agradecería tremendamente, que ahora que ha aflorado la gran dimensión en votos de la Tauromaquia y la caza -segmentos sociales que se solapan en gran medida- los partidos no beligerantes les tratasen con una franqueza que no han tenido hasta ahora y que no las conviertan en una simple herramienta política.

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