La de torero es una de las profesiones más difíciles de todas las conocidas. Encierra en sí misma las dificultades inherentes a algo tan fuera de lo usual como pretender hacer arte en colaboración con una fiera cuyo instinto le impulsa a la lucha con el único empeño, desde que salta a la arena, de ganarle la pelea a quien pretende prepararlo a través de la lidia para darle muerte a espada. Su tendencia natural le obliga a defenderse durante cinco años, tanto de sus compañeros de manada como de los obstáculos que le presenta su hábitat natural. Y para ello cuenta, además de con su fortaleza y bravura, con dos puñales que ha aprendido a manejar con precisión. Por eso, el toreo es uno de los más altos exponentes de la lucha eterna entre lo racional y lo irracional.
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