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Lo que nunca tuvo que ser

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 20 de enero de 2019

Va a ser extraño no verle. Es uno de esos toreros que aportan la significación de lo distinto. Representa un mosaico de generaciones de muy buenos toreros, algunos grandes y puede que alguno grandioso. Este calificativo no lo alcanza a tener ningún artista de otro ramo en muchos años. Me refiero a Talavante, una especie de eslabón, no sé si perdido o hallado, o en estado de reposo, sobre el que pueden confluir, sin necesidad de copiar, todo lo bueno de las tauromaquias actuales. Pero por origen y por mentalidad, quizá Talavante sea el torero de la última generación y Roca el de la ultimísima.

No es fácil entrar en la mente de este hombre. No es que sea críptico, pero tampoco es permeable. Absorbe antes que fluye, y fluye solo en la plaza. Hace unos años, en una entrevista para la televisión, cuando se estaba en medio de esa tensión sobre los vetos a Sevilla o por Sevilla, hablamos del dichoso sistema y su respuesta fue la de la neurona a tope: ¿pero qué sistema? Aquí en el toreo no hay sistema alguno.

No sé si habrá cambiado de opinión, pero yo sigo pensando lo mismo, que no lo hay. En su lugar hay urgencias. Muchas urgencias, algún canto de sirena en medio de una economía que se achica, más taurinismo que buenos taurinos, incluso entre los más aficionados, y un superficial modo de paladear el toreo. Todo este sumando no cambia la condición de muchos toreros, son capaces de asimilar hechos que otros, simplemente, no pueden. Por ejemplo.

La solidez mental de El Juli, en una fase de su carrera en la que puede hacerse a un lado, atrás no, a un lado. La lejanía con la que Manzanares a veces contempla todo este embrollo. Quizás indiferencia por todo el sumando. Morante flota sobre todo esto, protesta, se compromete verbalmente, pero creo que, en el fondo, se divierte con lo que de infantil tienen ciertos componentes del toreo. Roca Rey parece tener lo que tienen los sobre y súper dotados, una pátina de aislamiento desde su fortaleza de mente bien amueblada.

No es fácil entrar en la mente de Talavante. No es que sea críptico, pero tampoco es permeable. Absorbe antes que fluye, y fluye solo en la plaza. Hace unos años, en una entrevista para la televisión, hablamos del dichoso sistema y su respuesta fue la de la neurona a tope: ¿pero qué sistema? En el toreo no hay sistema alguno. No sé si habrá cambiado de opinión, pero yo sigo pensando lo mismo, que no lo hay

Pero Talavante no posee esos componentes. Cada uno es como es y puede ser cierto que cada cual torea como es. ¿Y cómo es Talavante? Alguien que quiere algo justo que pueda que no exista. Un ideal. Existen las cosas justas bien ganadas: buen nombre, reconocimiento máximo, caché superior, respeto, admiración. Dudo mucho que, hoy por hoy, el toreo y sus sumandos puedan ofrecer todo eso a un torero incluso si se lo ha ganado. Es más, creo que hoy la vida no puede ofrecer eso a ningún hombre o mujer que se lo haya ganado.

Sigo creyendo que reducir la ausencia de Talavante a cuestiones de máximo dinero es un máximo simplismo. Posiblemente sea, explicado desde la filosofía, un platónico. Un platónico metido a cartesiano por esto del “sistema” que no existe. Pero no se puede ser iglesia y catedral, platónico y cartesiano al mismo tiempo. Los toreros, tan dados a hablar de romanticismo y de bohemia, al final no lo son tanto. Su vida ha llegado a ser tan dura y tan puesta en entredicho su profesión que, animados por los que gestionan las carreras, tratan de que bohemia y romanticismo sea después.

Después de lo más racional y objetivo. Ahí está la prueba: el malo malísimo del sistema es el más llamado por los toreros para que los apodere. Morante mismo. Por tanto, bohemia y romanticismo, sí, pero luego de la mayor seguridad posible. Así es hoy el toreo y así es hoy la vida de cada cual en todos los sectores. Y creo que, por su educación, por su discurso, por su interior, a Talavante le cuesta creer que lo platónico da réditos de socrático.

Hoy el talento es prescindible. Obscenamente prescindible. Hay gente por ahí, anónima y derrotada, con un talento brutal. Hoy apenas media docena de escritores escriben del carajo. Pintores, más o menos. Los poetas, o se extinguieron o andan en esa vía, políticos nuevos hay, pero de una pésima calidad. Hoy es fútbol, tatuajes y niñerías de tribu. Hoy es ligero. Hoy es rápido. Hoy es me doy prisa que no sé qué va a pasar mañana. Hoy es todo lo que el toreo jamás tuvo que ser. La grandeza de Talavante, en mi opinión, es que cree que el toreo es hoy lo que nunca tuvo que ser.

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