Desde El Arenal

Esperanza

Carlos Crivell
domingo 03 de febrero de 2019

En una semana convulsa de noticias, casi todas inquietantes, la luz del toreo se encendió en el Senado con la palabra firme de Victorino Martín en su calidad de presidente de la Fundación Toro de Lidia. Fue un baño reconfortante; su palabra firme y segura atronó en el espacio para dejar muy clara la posición del toreo ante una campaña feroz de descrédito como nunca había sufrido la Fiesta. Victorino hizo lo que tenía que hacer y lo hizo con maestría. Es su misión, aunque en muchos ámbitos se le pida a la Fundación pronunciamientos imposibles.

No es cuestión de que la Fundación alce su voz ante situaciones que a todos nos duelen, como esa noticia no desmentida de que seis toros hayan dado positivo por manipulación de las defensas en una corrida del pasado año en Huesca. Como tampoco es competencia de la Fundación entrar en la composición de carteles, que nuevamente nos ponen de manifiesto dos aspectos: que los grupos de máximo poder imponen a sus toreros sin escrúpulos, y que el triunfo en la plaza sigue teniendo muy poco valor a la hora de firmar contratos. Se respeta, cómo no hacerlo, la intención de llenar la plaza el mayor número de fechas, pero lo que no se comprende es que se marginen a las novedades y a los triunfadores.

No; no es incumbencia de la Fundación entrar en la valoración de los caprichos de un torero que aspira a que las corridas televisadas sean comentadas de forma diferente y por otros narradores. Y ello sería irrelevante si no fuera porque ese matador de toros es fundamental para quienes seguimos considerando el toreo como un arte grande. Es una falta de respeto a unos profesionales poner en solfa su labor. Solo espero que la empresa que ofrece las corridas por televisión no cometa el error de cambiar ahora a los compañeros que narran los festejos, por mucho que me guste a rabiar el torero y, en muchas ocasiones, no me gusten los comentarios.

La Fundación está para otra cosa. Por ejemplo, para dictar ese pedazo de alegato lleno de sensatez y coherencia que Victorino bordó en el Senado. Su intervención me reconcilió con mi afición. En una semana extraña, llena de incoherencias, la voz del toreo se levantó para aportar un puñado de esperanza a nuestra Fiesta.

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