El domingo día 27 por la noche, a caballo ya sobre el lunes 28, Antonio Ferrera reeditó en el embudo de Insurgentes las hazañas de sus paisanos extremeños. El de la tierra extrema y dura nacido, por azares familiares, en la baleárica Bunyola, demostró una vez más que no es la perfección quien lleva la emoción a los tendidos. Con un toreo repleto de entrega y sentimiento conquistó la Monumental mexicana poniéndola boca abajo. Saltándose en muchas ocasiones las normas más elementales del clásico “bien torear”, se hizo dueño y señor de un ciclo que pasará a la historia del toreo de México como “la temporada de Ferrera”.
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