Fue, además de un muy buen torero, un ejemplo de lucha, de valentía, de libertad, de muchos de los valores que tiene un torero. No sé si fue antisistema o no. Al menos, no fue una marioneta del poder. Fue un hombre libre y un torero macho (en el buen e histórico sentido de la palabra). Aquí le hemos olvidado demasiado pronto. Posiblemente porque “solo fue” un torero para aficionados. Por eso tengo la sensación de que en general no se ha hecho justicia al mérito, a la torería y a la rebeldía de un torero que se ganó el respeto de los buenos aficionados. Escribo de Fandiño.
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