Lo dice Andrés Amorós en su “Diccionario de Tauromaquia”; los empresarios y los picadores son los “malos” de la película, y es costumbre, arraigada sobre todo en el aula magna del toreo que es la plaza de Las Ventas, cargar contra ellos el mal humor que provocan las corridas desabridas. Así como en política, los italianos, ante cualquier contingencia negativa, exclaman “Porco Governo”, los españoles, en las corridas de toros en las que algo no funciona como se esperaba, abroncan a los de a caballo y a la empresa. El Ronquillo “del siete” se hizo famoso con el estentóreo grito de “¡Don Livinio!” cuando un toro doblaba las patas y rodaba por la arena.
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