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Montecristo. Encinos

Carlos Ruiz Villasuso
sábado 16 de febrero de 2019

Las corridas de Montecristo y Los Encinos son un exponente de esperanza y un ataque a la línea de flotación de los tópicos que han llevado al toro mexicano a su mínimo respeto. Dos corridas de impecable presencia y de un comportamiento sin tópicos dentro de lo impredecible, pues salió desde el rajado que luego dura, hasta el bravo que exige, hasta el enrazado, hasta el de embestidas de paso de caracol y humillado y, algo que no encontramos aquí, el toro que, a media altura con la cara alta, tiene suficiente celo como para seguir la muleta sin perderlo. Serias corridas, muy buenas corridas.

No es cierto que no haya toros con trapío en México. Con el trapío de México y para México, pero los hay. Otra cosa es que ciertos toreros pretendan confundir mando con capricho y salten toros de escaso decoro o, simplemente, ninguno. No es cierto que el comportamiento del toro mexicano sea predecible en lo homogéneo y que el toro malo de una de estas ganaderías buenas no moleste. Molesta y mucho. Como es y ha de ser el toro siempre. No son ciertas muchas cosas y lo gratificante de estas dos del Aniversario, ha sido que Los Encinos y Montecristo no predicaron en el desierto.

Las corridas de Montecristo y Los Encinos del Aniversario en La México son un exponente de esperanza y un ataque a la línea de flotación de los tópicos que han llevado al toro mexicano a su mínimo respeto. Serias y muy buenas corridas. Exijamos dejar al ganadero exento de otros intereses que no sea el de su toro, que para eso lo cría, lo alimenta y lo sufre. Y, algunas veces, lo disfruta

¿Imaginan que Roca Rey sale en hombros? Por pura mala suerte no lo hizo. ¿Recuerdan el toro de Calita? ¿Se imaginan que se alinean los astros con las espadas? Lo sobresaliente se habría convertido en histórico. Por eso ha de quedar claro que México tiene el toro con el trapío suficiente para las exigencias sensatas de México. Sucede que se usa ese concepto de trapío menor de lo mexicano para camuflar corridas y toros que son indignos. Este año, el que apostó por el toro sin camuflaje, ha ganado. Y con ellos, ha ganado el toreo mexicano y su ganadería.

Mercado y Urquidi son dos tipos de pie. No sólo les tengo en estima y admiración, sino que Germán Mercado me parece uno de los grandes lúcidos del toreo mexicano, moderno en la idea de evolución, contemporáneo en la idea del toreo, tradicional en cuanto al respeto y la decencia. Urquidi tiene el carácter del hombre que ha de tenerlo y la tolerancia de una visión plural del toreo, pero siempre dentro de los parámetros de la coherencia y el respeto. Sólo les falta un platónico: una mirada divergente con retina española. Me explico. Al toro mexicano, al buen toro mexicano, al toro excelente mexicano en las mejores ganaderías mexicanas le vendría bien el augur de un ojo español, pues, al fin y al cabo, el mayor porcentaje de sus corridas las lidian españoles.

Y es el español el que decidirá qué. Y no siempre va a decidir en función de la esencia mexicana, sino de su interés, cuestión lógica. Por eso digo que les vendría bien un ojo avizor español, como una especie de “socio” consejero que leyera las mentes del otro lado. Porque, que lo tenga todo el mundo claro y lo escribo partiendo desde el respeto a todos los toreros españoles: elegir el toro mexicano no significa elegir con mirada española. Porque entonces se usará encaste, morfología, trapíos, necesidades, en función de una comodidad que no le conviene a nadie.

El toro mexicano es un toro excelente. Hace poco se lidiaron corridas de una calidad sobresaliente de Begoña, por ejemplo. El toro mexicano no es el toro abusado que a veces sale para una figura u otra en La México, que, en tiempos de Herrerías, llegó a límites de la pachanga y el festival. No se le puede pedir a un toro lo que no tiene, como no se le puede pedir a un ser humano. Pero lo que se ha de exigir es que dejen al ganadero exento de otros intereses que no sea el de su toro, que para eso lo cría, lo alimenta y lo sufre. Y, algunas veces, lo disfruta. Me alegro por los dos ganaderos, con los que no hace tanto tiempo compartimos lo que casi era un sentimiento común de huida. Me alegro si entonces aporté alguna razón para que siguieran.

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